La multinacional lleva tiempo inmersa en un proceso de reestructuración de activos en todo el mundo en el que se enmarca el posible cierre de la planta de San Cibrao

f. fernández
Redactora

Alcoa nació en Pittsburgh en 1888 y tardó 110 años en llegar a España. Lo hizo en 1998, con la compra al Estado de nueve fábricas de Inespal, con cerca de 4.500 trabajadores, a cambio de 410 millones de dólares (63.450 millones de pesetas). Ahora le quedan en plantilla unos 1.100, todos en Galicia, que trabajan en las dos únicas plantas (una de aluminio y otra de alúmina, ambas en San Cibrao) que conserva de aquellas nueve. Y planea adelgazar aún más su presencia en el país con el despido de 534 gallegos. O sea, se quedaría con unos 600, más medio centenar que trabajan en las oficinas centrales de Madrid.

La multinacional estadounidense lleva años embarcada en una reestructuración de sus activos en todo el mundo, que todavía no ha acabado. Según la información que proporciona la propia empresa en sus balances anuales -cotiza en la bolsa de Nueva York-, desde el 2008 ha cerrado o vendido (sobre todo lo primero) 18 fábricas de aluminio o alúmina. No están incluidas las plantas españolas de laminados (como las de Amorebieta, en Vizcaya, o Alicante) que traspasó en el 2013.

 Alcoa se ha desprendido en pocos meses de cuatro instalaciones La última instalación que cesó su actividad fue Intalco (Estados Unidos), a principios de este 2020. La penúltima, en diciembre del 2019, también en su país de origen. Y las antepenúltimas, en España, en A Coruña y Avilés, con algo más de 600 empleados, traspasadas a un fondo de inversión suizo, que las revendió pocos meses después. Es decir, que Alcoa se ha desprendido en pocos meses de cuatro instalaciones. De las cuatro, tres fabricaban aluminio primario, como la mayoría de las otras plantas que Alcoa ha tachado de su lista de propiedades en los últimos doce años.

Ese metal que la convirtió en la reina del mundo está ahora lastrando su negocio. Por eso, la compañía llevó a cabo en el 2016 una segregación de activos, para separar los dedicados al negocio de toda la vida (fabricación de aluminio), más vulnerables tanto a la competencia china como a los vaivenes de las cotizaciones de las materas primas, que se quedaron en Alcoa Corporation. La elaboración de productos de valor añadido, como componentes para motores a reacción y estructuras de titanio para la industria aeroespacial, están en Arconic.

A 31 de diciembre del 2019, esa última sociedad tenía ya más empleados que la otra: 15.400 frente a 13.800. Además, mientras la matriz registraba pérdidas netas de 1.100 millones de dólares (990 millones de euros) en el pasado ejercicio, la nueva división anotaba un resultado neto positivo de 423 millones de euros.

Antes de la segregación, la corporación contaba a finales del 2015 con 60.000 trabajadores. Después de ese proceso, se quedó con 14.600 en el 2017 y dos años después, con 13.800. O sea, 800 menos en un ejercicio.

Los activos actuales

Alcoa gestiona en la actualidad 18 fábricas -tantas como de las que ha prescindido desde el 2008- y seis minas de bauxita.

Doce de las plantas son de aluminio primario y están concentradas en Estados Unidos, Canadá, Australia, Brasil y Europa. En el Viejo Continente posee cuatro: la gallega de San Cibrao, y otras tres en el norte (dos en Noruega, una en Islandia). De alúmina tiene seis: tres en Australia, una en Brasil y otra en Europa, en San Cibrao, que suministra ese producto con el que se elabora el aluminio primario a las plantas del resto del continente. Aparte de estas 18, el grupo participa en un consorcio que gestiona dos plantas más en Arabia Saudí.

La reestructuración anunciada para la fábrica de aluminio de San Cibrao se enmarca dentro de un plan global de revisión de activos y de capacidad de producción, anunciado en octubre pasado por Roy Harvey, presidente de la multinacional. La compañía prevé vender o cerrar instalaciones a lo largo de cinco años para adelgazar su cartera en 1,5 millones de toneladas métricas de capacidad de fundición y otros cuatro millones de refino de alúmina.

De hecho, la situación en otras cuatro plantas de aluminio de Alcoa es crítica. Según el balance del 2019, la de Wenatchee (Estados Unidos) y Alumar (Brasil) no están produciendo. Además, la de Warrick (EE.UU.) y Becancour (Canadá) están bajo mínimos.

Qué pasa con el aluminio

Básicamente, hay demasiado aluminio en el mercado porque China lo ha inundado, sumado al momento de caída del consumo por la crisis sanitaria. Pero históricamente arrastra el problema del precio de la electricidad, una variable que representa el 40 % de los costes de producción de una fábrica de ese metal (se elabora por el proceso de electrolisis). En España, además, los incentivos que reciben este tipo de compañías altamente dependientes del precio eléctrico han menguado de forma importante en los últimos años. El resultado es, según Alcoa, que la fábrica de aluminio de San Cibrao acumula 165 millones en pérdidas. Se salva la de alúmina, que la multinacional comparte con el grupo Westminster Acquisition.

Una venta que evitó 600 despidos en A Coruña y Avilés con final de película

Vender dos fábricas de aluminio con sesenta años a sus espaldas y algo más de 600 trabajadores no debe ser nada fácil. Pero Alcoa lo consiguió. Y el 31 de julio del 2019 firmó el contrato de traspaso de las plantas de A Coruña y Avilés con el fondo de inversión suizo Parter. El comprador tuvo que superar una especie de cásting entre otros candidatos. Te vendo las plantas, te doy 100 millones en dos años a cambio de que apliques un plan industrial y no toques el empleo, le vino a decir Alcoa a Parter. El fondo aceptó, pero acaba de revender las fábricas al grupo industrial Riesgo, uno de aquellos candidatos descartados. Ni la multinacional ni los trabajadores aceptan la operación, que sigue en entredicho.