Por su parte, el presidente de la Xunta, que dijo desconocer el alcance del ingreso mínimo vital, insistió en el mensaje de que las comunidades deben asumir su gestión «porque es lo que hicimos desde el principio» con las rentas de inclusión. «Espero que lo que se decidió para el País Vasco se decida para el resto de comunidades», zanjó.
maría hermida
Silvino, con 57 años y algunas arrugas en el alma, camina despacio hacia la sede de la Xunta en Pontevedra. Lleva papeleo bajo el brazo. Y va con la ilusión de siempre: de que en algún rincón perdido del sistema aparezca una oportunidad para él, que lleva tiempo con cero ingresos. Siempre batalla con la burocracia, con el «en esta ayuda no entras», con el no permanente. Está más que enterado de la aprobación del ingreso mínimo vital. Y a esa puerta también tocará: «A ver si me dan el ingreso ese, no pido lujos, solo ir al súper y comprar verdura. Los macarrones, que son más accesibles en las casas donde el dinero anda justo o que es lo que más consigues que te den, a veces te salen por las orejas. En nuestra casa, la gran fiesta es el día que se puede comer un jamón asado o un embutido. Ese es el gran lujo».
Seguir leyendo