Los vaivenes del Gobierno enturbian las negociaciones de las ayudas europeas

C. P.

ECONOMÍA

Óscar Cañas

La posición de España quedará lastrada por el desvío del déficit, la refriega por la reforma laboral y los gastos de última hora

24 may 2020 . Actualizado a las 19:13 h.

La Unión Europea se adentra en una semana crucial para el porvenir de sus economías. España tiene la vista puesta en Bruselas. Con la caja de su tesorería temblando y el temor a un encarecimiento de la financiación, el Gobierno de Sánchez se juega todas sus cartas al plan de recuperación europeo, todavía en fase embrionaria. Sin él, no habrá combustible para despegar de la crisis: «Estos días tendremos más seguridad sobre los instrumentos europeos que se pondrán a disposición de los países que han sufrido más impacto», aseguró esta tarde la portavoz del Ejecutivo, María Jesús Montero. España ya no rechaza nada. Ni el SURE para sufragar los ERTE, ni el estigmatizado MEDE, convertido en sinónimo de rescate. Aún así, puede que no sea suficiente.

A la Comisión Europea le toca mover ficha este miércoles. Presentará su propio plan para el futuro fondo de recuperación, un puzle que conjugará préstamos, transferencias y garantías junto a un presupuesto reforzado financieramente. Aunque fue el Consejo el que le encargó esta labor, algunos Estados se adelantaron con la intención de marcarle líneas rojas.

Los primeros en hacerlo fueron Alemania y Francia. Su propuesta infundó cierta euforia inicial. Berlín se mostró dispuesta a permitir que Bruselas emita bonos de deuda con sello europeo de forma temporal y con un límite de hasta 500.000 millones de euros. Aunque la letra pequeña alberga algunas sorpresas, es lo mejor que ha ofrecido el Gobierno germano a sus socios hasta el momento. Eso sí, quiere compromisos y reformas.

Porque en tiempo de crisis, la confianza es el mejor activo. Sobre todo si la supervivencia de la economía depende de prestarse dinero. España necesitará movilizar un ingente volumen de fondos para evitar que la crisis se cronifique. Ya no se trata de perseguir una recuperación en «V» o en «U» sino de evitar una «L». La magnitud del drama humano que ha vivido el país y los efectos indirectos de una depresión económica de la cuarta potencia del euro en el conjunto del mercado interior, consiguió ablandar los siempre durísimos resortes germanos. Pero serán los detalles los que marquen la diferencia. No es lo mismo una subvención que una cascada de préstamos. ¿Hasta dónde y a qué tipo de interés se puede endeudar España si cerrará el 2020 con ese indicador en el 116 % del PIB? Todo dependerá, por tanto, de las negociaciones en Bruselas.

Los últimos traspiés del Gobierno lastrarán su posición negociadora, ya diluida desde aquella propuesta que hizo de un fondo de 1,5 millones de euros a financiar con deuda perpetua. El desvío de la senda de déficit en el 2019 hasta el 2,8 %, el «gasto sorpresa» de 3.000 millones de euros anuales para sufragar el ingreso mínimo vital (no notificado en los planes de estabilidad remitidos a Bruselas hace menos de un mes) y la refriega gratuita en el Ejecutivo a costa de la supuesta derogación íntegra de la reforma laboral, propiciando la reacción airada de la patronal y la intervención analgésica de la ministra de Economía, Nadia Calviño, no son la mejor carta de presentación.

Los halcones del euro no pondrán las cosas fáciles. La Comisión Europea ha perdido peso y hay que convencer a Alemania. Renegar de los compromisos en una situación tan delicada podría quebrar la confianza y desacreditar las legítimas demandas de España.