El rey gallego de la tumbona tiene su ejército de hamacas parado en Canarias

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

ECONOMÍA

PACO RODRÍGUEZ

En los años sesenta se fascinó con las sillas en la arena de Torremolinos y montó un emporio. Ahora, no quiere verlo caer

09 jun 2020 . Actualizado a las 11:35 h.

Corrían los años sesenta cuando, con 18 años, Carlos Castaño puso los pies en las playas de Torremolinos. Era la primera vez que salía de su Padrón natal y estaba fascinado. Pero ni los bikinis de las extranjeras, ni los edificios, ni las paellas lograron deslumbrarlo tanto como el que en aquel momento le pareció el invento del siglo: las tumbonas a pie de playa. Volvió a Padrón con la imagen de aquellas hamacas en la cabeza y, aunque nunca había pisado la playa de A Lanzada, se imaginaba montando unas así en ese arenal del que tanto hablaban sus vecinos. En 1988, por fin, decidió ir más allá de su oficio de hostelero, construir con sus manos y madera reciclada de la construcción unas tumbonas y plantarse con ellas en el arenal de O Grove, donde, por cierto, tuvo que explicarle a la alcaldesa para qué eran aquellos asientos. Fue el primero en montar hamacas en Galicia. Así inició su emporio turístico y así se ganó ser el rey de la tumbona. Treinta años después, con un pie en la jubilación, sigue imbatible e imparable, aunque el coronavirus quiera fastidiarle.

Durante años, Carlos Castaño centró su actividad empresarial en Galicia. En sus tumbonas se tomaba el sol en los arenales más visitados de las Rías Baixas, desde el sanxenxino Silgar a la playa América, el litoral de Baiona y, por supuesto, A Lanzada. Su empresa ofrecía hamacas, sombrillas, hidropedales y también se encargaba de los chiringuitos. Hubo veranos en los que contrató a 120 personas. Pero llegó un momento en el que Castaño y los suyos decidieron dar un paso atrás en Galicia -aunque siguen regentando chiringuitos en Silgar y A Lanzada-. Querían probar suerte en algún sitio donde la temporada fuese más larga. Así, hace seis años, dieron el salto a Canarias, donde hasta la llegada del coronavirus todo fueron buenas noticias.

Carlos Castaño estaba trabajando tanto en cuatro playas del centro de Lanzarote como en tres arenales del sur de Tenerife. En total, tenía desplegadas 1.300 hamacas y 700 sombrillas, que se quedaron allí paradas tras el estado de alarma. En marzo, estaban registrando una ocupación del 60 %, aunque a estas alturas sería del 75 %. Teniendo en cuenta que cobran cuatro euros por el alquiler diario de cada hamaca y otros tantos por el de la sombrilla, las cuentas de lo que dejaron de ganar están claras.

El futuro, optimista pese a todo

Pero Castaño tiene claro que lo peor no son estos meses, sino el futuro: «Penso que a recuperación en Canarias vai ser máis lenta, porque o seu turismo é en grandísima parte estranxeiro. Sei de cadeas de hoteis que xa non prevén abrir ata 2021», dice.

El parón en la actividad ha llevado a Castaño a solicitar dos ERTE para sus empresas. Y, actualmente, sus esperanzas empresariales residen bastante más en el verano gallego que en el canario. Aquí ,el pasado año, regentó tanto los chiringuitos y servicios de A Lanzada como los de Silgar. Este año, en teoría, tocaría volver a concursar para ver si se los adjudican o no. Pero de momento no hay noticias de esas convocatorias. Si se le pregunta a Castaño, cree que en Galicia el verano de las Rías Baixas seguirá rugiendo, aunque sea bajo mínimos. «En Silgar, por exemplo, vai seguir habendo xente porque aquí moitos veraneantes teñen a súa casa e van vir. Creo que os servizos se poden adaptar para traballar con seguridade. Toca ser optimistas», indica mientras, aprovechando el confinamiento, le da retoques al museo de la tumbona que construye en su casa a imagen y semejanza de todo lo que hizo en su vida: con su imaginación, sus ganas y sus propias manos.