El segundo factor apuntaría a la falta de recursos para mantener las empresas abiertas. Si no hay clientes, más vale tener el establecimiento cerrado para reducir gastos. Es el cálculo que hacen algunos autónomos y empresarios. El día uno después de decretar el desconfinamiento pondrá a prueba la resistencia de muchos negocios. Al margen de que tengan más o menos músculo, necesitarán inyecciones de dinero público para sobrevivir hasta que recuperen cierto volumen de facturación. Abrir la economía sin un plan de apoyo financiero sería lo más parecido a inmolarse. Alemania está preparada. Tiene un buen colchón de ahorros, pero el Gobierno español necesitará el auxilio europeo. Hasta que no haya señales claras de la UE, no podrá arriesgarse a levantar del todo la persiana.
El tercer factor que podría estar ralentizando la puesta a punto de la economía es el impacto desigual que ha tenido la pandemia en los principales polos industriales del país. La pandemia ha impactado de forma asimétrica en la UE y también dentro de España. Hay zonas muy industrializadas donde el nivel de hospitalizaciones sigue siendo alto en relación a la capacidad sanitaria y el riesgo de rebrote, también. Comunidades como Galicia demandan un plan para reactivar la economía de inmediato. Esta solicitud pone al Gobierno español en el brete de tener que optar por una desescalada regional y asimétrica, desencadenando posibles disputas entre Ejecutivos, o postergar la reactivación económica hasta que las regiones ás afectadas se recuperen y alcancen niveles de contagio más seguros para dar luz verde. Otros Gobiernos, como el francés, han optado por una apertura nacional.