Las bodegas cierran el año con 100.000 litros vendidos, un 500 % más que hace 5 años

M. S. D.

Hace ya unas cuantas décadas que el asequible y chispeante cava catalán preside las mesas navideñas en gran parte de los hogares gallegos. Su irrupción en el gran mercado, en donde las burbujas sabían a sidra, democratizó el brindis reverberante, hasta entonces reservado a los paladares capaces de costearse un champán francés.

El cava catalán sigue siendo un producto líder en las celebraciones gallegas, por delante de otras variedades como el aragonés o el extremeño (sus más directos competidores), y superando con creces al champán. Pero su peso en el gran consumo empieza a estar seriamente cuestionado, y no solo por parte de quienes utilizan argumentos antiindependentistas, sino por el crecimiento de la demanda de los espumosos gallegos, que cerrarán el 2019 con más de 100.000 litros colocados en el mercado, un 500 % más que hace apenas 5 años. Aunque, puesta en contexto, la cifra está aún muy lejos de las que maneja el caldo catalán, que el pasado año puso en los mercados 245 millones de botellas.

Cuando se habla del denominado boicot al cava catalán, se suele echar la vista atrás, al año 2004, cuando unas afirmaciones del entonces presidente de ERC Josep Lluís Carod Rovira contra la candidatura olímpica de Madrid 2012 desataron en España los primeros rechazos a este producto. Eso no ocurrió entonces en Galicia, en donde los profesionales y empresas de la distribución sí constatan ahora la existencia de cierto bloqueo comercial, sobre todo tras el referendo ilegal y los disturbios del 1 de octubre del 2017, y la reciente sentencia por el procés.

Su lugar en la cesta de la compra, en los restaurantes y en los obsequios de empresa empieza a ser ocupado por los espumosos de las bodegas gallegas, que prevén un aumento de la producción para el año que viene, a pesar de la rivalidad existente de producto nacional. «Hay mucha competencia, pero lo cierto es que la crisis abierta por el proceso independentista está dejándose sentir», reconocen fuentes de la Denominación de Origen Rías Baixas.

«Vemos cómo crece el interés de las bodegas por la elaboración de este tipo de vinos. Se ha demostrado no solo en el incremento de empresas comercializadoras sino también en la producción que se está llevando a cabo desde otras bodegas que aspiran a calificar sus vinos dentro de esta gama», explican desde esta denominación.

35 marcas en el mercado

Recuerdan que los espumosos gallegos que ahora están irrumpiendo con fuerza en el mercado tienen ya casi 100 años de historia. Ya en la década de 1920, la Compañía Vinícola Gallega empezó a elaborar en Nigrán el llamado Champán Galicia. En los años treinta y cuarenta fue Ourense la provincia que se colocó a la vanguardia de este tipo de producción, de la mano de las botellas de Champán Gulías. El espumoso siguió proliferando en la segunda mitad del siglo de la mano de Bodegas Ramos o Bodegas La Patena. Pero el vuelco en el sector llegó hace poco más de 15 años, cuando las explotaciones del vino gallego empezaron a experimentar con la producción de vino espumoso

Según la Xunta, en la actualidad existen 35 espumosos en el mercado, todos procedentes de las denominaciones de origen Valdeorras, Ribeiro y Rías Bajas, esta última con 16 bodegas que aportan un total de 24 marcas al mercado.

Los primeros espumosos amparados por esta denominación de origen salieron a la venta en el año 2012, aunque antes ya lo habían hecho otros que no contaban con las certificaciones del Consello. Un poco más tarde, en el 2015, fueron cinco las bodegas que produjeron alrededor de 18.000 litros, es decir, unos 80.000 litros menos que los que se venderán estas Navidades.

La gran distribución, en alerta ante las campañas de boicot

Los grandes grupos de distribución no ocultan su preocupación sobre el impacto de las tensiones políticas sobre el consumo. Tanto es así que desde su patronal, que aglutina a todas las grandes superficies implantadas en España consideran que si los secesionistas catalanes mantienen los desafíos al Estado podrían comenzar campañas de boicot muy perjudiciales.

Así lo manifestaba recientemente el presidente de la Asociación de Fabricantes y Distribuidores (Aecoc), Javier Campo. En una ponencia en Bilbao explicaba que si la situación se enquista durante mucho tiempo y el desafío independentista al Estado se recrudece, podrían producirse reacciones dañinas para el consumo. «Afortunadamente no hay ningún boicot serio en marcha, se ha madurado bastante, porque no es la forma de enfocar estos asuntos y no tienen más recorrido», afirmó.

El presidente de Aecoc recordó que en dos años 4.000 empresas han optado por dejar de tener su sede Cataluña. «Esto es algo que todos deberían de tener en cuenta»

Aecoc aprovecha este contexto para mostrarse muy crítica con la marcha de la economía española, que va de «más a menos» porque está disminuyendo la confianza del consumidor, de manera que estima que el consumo apenas crecerá un 1,3 % en el 2020 y, si se mantiene la actual tendencia, cree que ello tendrá incidencia negativa en las ventas.

Las grandes superficies no ven el boicot, aunque lo temen. Pero a pie de calle sí que existe. De hecho, el 23 % de los consumidores españoles que viven fuera de Cataluña han dejado de comprar productos catalanes y otro 21 % se plantean hacerlo en el futuro, según el informe El impacto del desafío independentista en la reputación de las empresas catalanas, del Reputation Institute.

En el caso de que Cataluña accediera a la independencia, el 49,1 % de los consumidores españoles, sin contar a los catalanes, dejarían de comprar productos de esa comunidad autónoma, lo que se traduciría en una pérdida de 20.000 millones de euros para las empresas catalanas.

En cualquier caso, según el informe, tan solo el 24 % de los españoles son capaces de identificar correctamente las compañías vinculadas con Cataluña.