Fernández de Sousa niega que usara facturas falsas para financiar Pescanova

Ana Balseiro
Ana Balseiro MADRID / LA VOZ

ECONOMÍA

benito ordoñez

El expresidente insiste en responsabilizar a la banca, a la que sostiene que no estafó

12 dic 2019 . Actualizado a las 23:41 h.

A las casi ocho horas que declaró la semana pasada, se sumaron ayer otras tantas en las que el expresidente de Pescanova, Manuel Fernández de Sousa, insistió ante el tribunal que lo juzga -la sección cuarta de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional- en que la pesquera nunca engañó a la banca usando facturas falsas para obtener financiación, uno de los ocho delitos por los que se sienta en el banquillo tras la quiebra de la empresa y que podrían suponerle una condena de hasta 28 años de cárcel.

El fiscal anticorrupción, Juan Pavía, exhibió ante el acusado más de una docena de contratos de pólizas de descuento de facturas que Pescanova formalizó con diferentes entidades financieras españolas e internacionales y por las que, desde el 2009 y hasta el preconcurso, en marzo del 2013, la empresa obtuvo «al menos» 1.126 millones de euros de crédito. Según la Fiscalía, la pesquera descontaba en los bancos facturas emitidas por ventas inexistentes (a través de una red de sociedades instrumentales), duplicadas, ya descontadas en otras entidades o bien ya abonadas por clientes reales, es decir, que usó fraudulentamente esta fórmula, denominada factoring, para mantenerse a flote cuando la crisis, especialmente a partir del 2010, le cerró el grifo del crédito.

La banca no pedía facturas

Pero como ya hiciera en la sesión anterior, Fernández de Sousa lo negó todo y volvió contra los bancos la acusación de estafa. Con explicaciones prolijas, reiterativas -lo que obligó a intervenir en varios momentos a la presidenta del tribunal, Teresa Palacios- y, en algunas ocasiones, contradictorias, sostuvo que en las pólizas de descuento suscritas con los bancos no se habían empleado «nunca» facturas falsas. Básicamente -alegó- porque las entidades no las exigían para descontar las operaciones, solo pedían listados informáticos con datos de las transacciones.

Explicó que, aunque sobre el papel los contratos de las líneas de descuento recogieran unas condiciones, «en la práctica funcionaban como créditos puros», es decir, que era la pesquera quien gestionaba los cobros y luego pagaba a la banca.

«Nosotros hacíamos toda la gestión. A los bancos solo les interesaba que pagásemos al vencimiento de la póliza [normalmente 45 días]. Y siempre se les pagó, hasta marzo del 2013, cuando presentamos el preconcurso», dijo una y otra vez. Según el escrito de acusación del fiscal, a fecha de la solicitud del concurso (abril del 2013), el grupo tenía deudas con 109 bancos por un importe superior a los 3.000 millones.

Igual que en su primer día de interrogatorio, Sousa volvió a asegurar que la empresa habría «salido adelante perfectamente» si hubiera presentado el concurso en marzo: «La deuda no era desproporcionada con el circulante que manejábamos», indicó como «opinión personal».

También arremetió contra los consejeros críticos con su gestión (el grupo Damm y el fondo Luxempart, ambos acusaciones particulares), que no respaldaron ir a concurso ni tampoco, con anterioridad (a principios del 2012), sacar a bolsa el negocio de acuicultura de Pescanova, lo que el acusado sostuvo que habría resuelto los problemas de la empresa y habría hecho innecesaria la ampliación de capital de ese año, por importe de 120 millones.

Cuenta para pagar el telepeaje

En relación la apertura de una cuenta bancaria en Banif, en Portugal, por parte de su esposa, Rosario Andrade, también imputada, Fernández de Sousa negó que fuera para ocultar dinero a la Justicia y transferirlo a un banco de Hong Kong (5,2 millones de dólares que la propia entidad paralizó por sospechas sobre su legalidad). El acusado aseguró que tras la imputación, aunque tuvieran dinero en España, todo estaba «bloqueado» y su mujer «no podía ni usar el telepeaje». De ahí lo de transferirlo a Portugal, dijo en una primera versión, para luego escudarse en los mejores intereses (7,5 %) que ofrecían.