La mitad de las familias extranjeras en Galicia ingresan menos de 7.500 euros al año

sara cabrero
Redactora de Economía
Manuel Varela
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«Queremos que nuestras hijas vuelvan, claro. Pero es muy difícil». Moha llegó desde Senegal con veinte años y lleva otros tantos viviendo en A Coruña. Se quedó sin trabajo, agotó el paro y las ayudas que solicita no tienen respuesta. Sin ingresos, con seis en casa, él y su mujer decidieron enviar a África a dos de sus cuatro hijas, de diez y seis años. «Es muy complicado mantener a las cuatro niñas aquí con la situación que tenemos», lamenta, obligado ahora a aceptar cualquier empleo que le ofrezcan tras ejercer como portero de discoteca, ponerse el mono en la construcción o trabajar en la lonja a pesar de contar con estudios universitarios. A su mujer no le homologaron su formación como contable y cuida de una persona mayor.

La mitad de las familias extranjeras que están viviendo en Galicia ingresan al año menos de 7.500 euros, unos 620 euros al mes, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). En el barrio coruñés del Agra do Orzán, donde uno de cada diez vecinos son inmigrantes, el Observatorio de Vivenda de la Xunta estipula que el precio del alquiler oscila entre los 400 y los 500 euros, por lo que a estas familias apenas les quedarían unos 200 euros para gastos de manutención y suministros.

En el caso de los gallegos, solo el 14,5 % de las familias perciben una cantidad inferior a esa al año. Ese abismo se acentúa aún más entre los hogares que reciben menos de 5.000 euros anuales. Casi un tercio de las familias extranjeras ingresan una cuantía equivalente a 400 euros al mes, por un 7 % de las gallegas.

Directo al top manta

Moha interrumpió sus estudios en la universidad para sacar a su familia de la miseria. Eligió A Coruña porque su tío vivía allí, igual que hicieron décadas atrás los gallegos que hacían las maletas hacia donde ya se asentaba algún familiar. «Mi idea era ir a Italia, pero él me convenció porque la ciudad era muy tranquila y un buen sitio donde quedarme», explica. Lo que más le costó al principio fue adaptarse al idioma, pese a que ahora ya se desenvuelve en francés, español y otras tres lenguas senegalesas.

«El principio fue muy duro. Cuando llegamos aquí no teníamos papeles y empecé trabajando en la venta ambulante. Una oenegé me ayudó mucho a conseguir los papeles y fui encontrando otros trabajos», apunta. Hoy existen más asociaciones que suavizan el golpe de la emigración y el brutal choque de culturas. Una de ellas es Equus Zebra, con sede en el corazón del Agra. «Al principio, cuando llegan, la clasificación es simple: si son irregulares, van al top manta y, si no lo son, venta ambulante», añade Marisa Pollán, coordinadora de la entidad. «Es muy difícil integrarse. Se les sectoriza totalmente: ‘Tú para esto y tú para esto otro y para nada más’».

En la asociación reciben a decenas de inmigrantes para facilitar su situación. A la familia de Moha, por ejemplo, le insistieron en que solicitasen ayudas a la Administración a pesar de que ellos preferían no hacerlo. «Hay inmigrantes muy preparados o lo bastante preparados que no encuentran empleo de ninguna manera y hacen los trabajos que no nos gustan», señala Pollán, que desde la asociación tratan de alfabetizar e integrar a los nuevos vecinos del barrio en situaciones extremas.

«Cuando decidimos venir aquí era para mejorar», lamenta Moha, que lleva 20 años en Galicia A Moha le tocó hacer venta ambulante al poco de llegar: «Nunca había vivido esto... Hablar con gente a la que no entiendes nada y hacer todo lo posible para vender. Los primeros días solo pensaba en volver a mi país». Sobre Moha y su mujer, Marisa Pollán cuenta que han contado alguna vez con contratos con jornada completa, pero que el resto del año no tienen contrato o son a tiempo parcial. De ahí que familias como la suya lleguen en raras ocasiones a los 7.500 euros anuales.

La situación se agrava estos días para este senegalés de 40 años, con un problema de salud por el que no se le otorga situación de incapacidad pero que «no le permite trabajar en casi nada». La opción de volver a Senegal le ronda por la cabeza. «Cuando no tienes absolutamente nada, nos planteamos volver. Pero piensas, ‘bueno vamos a esperar que a lo mejor puedes sacar algo pronto que, por pequeño que sea, nos permita salir adelante», dice Moha. «Cuando decidimos venir aquí era para mejorar».

Ordes y Lalín, en cabeza

Las familias extranjeras empadronadas en Ordes y Lalín cuentan con mayores problemas para llegar a final de mes. Ocho de cada diez perciben menos de 10.000 euros al año, mientras que entre sus vecinos con nacionalidad española, el porcentaje desciende hasta el 25 %. Prácticamente la mitad de los hogares habitados por inmigrantes en Ordes y Lalín tienen unos ingresos inferiores a los 5.000 euros anuales.