El producto, que no cuajó por la crisis, regresa después de un lustro sin comercializarse

ana balseiro
Redactora

Con ocho millones de personas mayores de 65 años, de las que casi el 90 % tiene vivienda en propiedad, España parece el mercado perfecto para las hipotecas inversas, un producto que permite a los jubilados hacer líquida su riqueza inmobiliaria, complementando así las -en la mayoría de los casos- reducidas pensiones. Con esta fórmula, el mayor recibe del banco un porcentaje del valor de su vivienda (ya sea en un pago único, en forma de renta vitalicia mensual o de un combinado de ambas), sin perder la propiedad del inmueble y residiendo en él hasta el final de su vida. Serán sus herederos los que tendrán que saldar la deuda, lo que incluye la posibilidad de vender la casa para hacerlo, si fuera preciso.

Aunque la música suene bien -a todo lo anterior hay que añadirle una fiscalidad favorable, ya que los ingresos obtenidos están exentos de tributar por el IRPF, no paga el impuesto de actos jurídicos documentados y tiene reducciones de los aranceles registrales y notariales-, este producto financiero, que echó a andar prácticamente a la vez que la crisis, no cuajó. Desde que el BBVA lo retirara de su catálogo en el 2013, ninguna entidad bancaria ha vuelto a ofrecerlo. Hasta ahora. Tras cinco años desaparecidas, las hipotecas inversas regresaron al mercado español a finales del 2018, de la mano de Óptima Mayores y el banco portugués BNI Europe. Y esta vez, con intención de quedarse, ya que otras entidades, como Bankinter y la aseguradora Caser, pretenden seguir su ejemplo y se plantean ofrecerlas. «Estamos convencidos de que estamos abriendo un nuevo mercado financiero en España. Y este año será el de su eclosión», asegura Ángel Cominges, consejero delegado de Óptima Mayores, la primera compañía que actúa como asesor independiente (así obliga la ley) ante la contratación de este tipo de producto, dirigido específicamente a mayores de 65, con vivienda en propiedad.

 La casa, un plan de pensiones

Cominges califica de «sorprendente» que más de la mitad de los jubilados españoles tengan problemas para llegar a fin de mes y que, sin embargo, mantengan su ahorro inmovilizado en la vivienda (600.000 millones invertidos en ladrillo, cinco veces más que lo destinado a planes de pensiones). Idéntica es la reflexión del Banco de España. En su informe anual del 2018, publicado hace poco más de un mes, el supervisor lamentaba la ausencia de soluciones que permitan hacer líquida la riqueza inmobilaria acumulada, especialmente durante la jubilación. El director general de Economía y Estadística de la institución, Óscar Arce, ya lo había avanzado en abril. ¿Que explica entonces lo residual que este producto ha sido hasta el momento? Cominges destaca especialmente la desinformación. Solo un 12 % de la población objetivo conoce su existencia y ventajas, algo que Óptima Mayores quiere paliar con la reciente publicación de un Libro Blanco en el que explica en profundidad el producto y compara su implantación en otros países europeos, «donde ya ha demostrado su utilidad social».

 Solo 50 hipotecas en un año

Así, por ejemplo, en el Reino Unido, con menos mayores de 65 con vivienda en propiedad que en España (el 64 % frente a casi el 90 %), el pasado año se firmaron más de 47.000 hipotecas inversas. Aquí solo medio centenar. Porque, además de la desinformación, Cominges pone el foco en el otro gran obstáculo para el producto: la falta de oferta. Y es que mientras que en el país vecino hay media docena de proveedores, en España solo uno. «En nuestros catorce años en la trinchera de las hipotecas inversas hemos constatado que hay demanda. El acuerdo que firmamos con BNI cifraba en 29 millones de euros la financiación que aportarían ese primer año. En el 2019 ya hemos distribuido 20 millones y esperamos cerrarlo en 50, así como doblar la financiación disponible», añadió.