Rafael Doménech: «Sin reformas, España se juega quedar descolgada de los grandes países»

Rubén Santamarta Vicente
Rubén Santamarta REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

La Voz

El responsable de análisis macroeconómico de BBVA Research avisa de que, pese al crecimiento, «la incertidumbre en la política económica y la falta de consensos tienen un coste»

21 feb 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

El mundo, Europa, España, Galicia... afrontan un 2019 lleno de interrogantes. ¿Qué pasará con la desaceleración mundial? ¿Cómo afectará el brexit? ¿Y la incertidumbre política? ¿Y la guerra comercial? Recuerda Rafael Doménech que estamos «ante un posible fin de ciclo», que este verano Estados Unidos cumplirá «el período expansivo más largo de su historia», y que sí, que «puede ser real» el escenario de una recesión.

-En Europa hay ya un país en esa situación: Italia.

-En su caso, la desaceleración se ha visto acompañada por un daño autoinflingido, medidas populistas en contra de las reglas europeas que generan incertidumbres en los mercados financieros, y al final esas medidas se convierten en contraproducentes.

-Italia es unos de los frentes de riesgo en Europa. Y está la guerra comercial entre Estados Unidos y China y el «brexit». ¿Demasiadas amenazas?

-La guerra comercial, aunque Europa es un actor que lo ve desde fuera, es muy preocupante. Vivimos en un mundo globalizado en el que una empresa gallega a lo mejor está exportando un componente que forma parte de un producto que se termina ensamblando en Alemania y que se vende en China, y a la que de forma indirecta le va a afectar esa guerra comercial. Pero la principal amenaza para Europa es interna, es el brexit. Por un principio de racionalidad, y porque al propio Reino Unido le irá mejor, debería haber una salida negociada. Algunas estimaciones apuntan a que desde que se dijo que habrá un referendo hasta ahora, el Reino Unido ha podido perder dos puntos de PIB con respecto a una situación en la que no hubiéramos tenido este problema.

-Y en medio de todo esto, unas elecciones europeas en las que se medirá cuánto crece el populismo y el euroescepticismo. Más madera.

-Todo apunta a que de estas elecciones saldrá al final una Comisión Europea distinta, con un Parlamento más fragmentado en el que va a ser más difícil llegar a acuerdos. A corto plazo pueden provocar que hogares y empresas aplacen decisiones importantes.

-Y un actor clave en la UE, España, también en elecciones.

-Y con sus propios desequilibrios internos. Se está creciendo por encima de la media de la europea, y no sé si se puede mantener mucho más tiempo. Nosotros calculamos 2,4 % para este año y un 2 % para el siguiente si no se materializan los riesgos a nivel internacional. Lo cierto es que estamos teniendo un crecimiento mucho más equilibrado que en el pasado.

-Pero también se va frenando…

-Sí, pero de una manera mucho más suave que en el resto de Europa. E incluso hemos visto en la última parte del 2018 señales de una aceleración que tiene mucho que ver, por un lado, con la disminución del precio del petróleo (un 25 %), que reduce enormemente la factura energética; y por otro, hemos empezado el 2019 con una política fiscal expansiva, que es bueno a corto plazo, pero que no nos sale gratis, porque no contribuye a reducir el déficit, que es en estos momentos el mayor de toda la UE. Es una debilidad de futuro. Con las políticas fiscales expansivas lo que hacemos es traer crecimiento del futuro al presente.

-¿Es contraproducente en un contexto complicado como este?

-El problema es que si se materializan esos riesgos y el mundo entra en una situación económica mucho más complicada, no vamos a tener margen de maniobra de nuestra política fiscal. Tenemos una deuda pública y un déficit muy elevados. El riesgo es que si no controlamos nuestras cuentas públicas, podemos ir a una situación en la que, como está ocurriendo en Italia, se ponga en cuestión el sistema, aumente muy rápidamente la prima de riesgo, y entremos de nuevo en un círculo vicioso en el que la economía empieza a decrecer.

-Todo esto coge a España, además, aún con una tasa de paro muy elevada. ¿Cuánto es de preocupante?

-Recordemos que la tasa de paro llegó a estar en el 27 %. Ahora por debajo del 14, hemos reducido prácticamente 13 puntos, pero es excesiva, sobre todo cuando la comparamos con la de otros países europeos, y por el coste social que tiene para las personas que lo padecen.

-El fuerte incremento del salario mínimo para este año, ¿es una oportunidad o es otro riesgo?

-Es pronto todavía para percibir las consecuencias. Puede ser bueno o malo, y todo depende de las causas por las que aumentan ese salario mínimo. Si es porque el trabajo se hace más productivo, las empresas son más eficientes y competitivas, los mercados aumentan en competencia... pues es una excelente noticia. El problema es cuando aumenta sencillamente porque hay una voluntad política de que lo haga, sin que se den las condiciones económicas. Esta subida del 22,3 % ocurre sobre la del 8 % en el 2017, del 4 % en el 2018… Alzas muy importantes en una economía que tiene todavía mucho desempleo, y con enormes diferencias. Esta subida va a dejar ganadores, los que mantengan el empleo con más sueldo; y perdedores, los que vean su contrato rescindido.

-¿Cuánto puede condicionar la evolución económica el incierto escenario político? Porque pese a la inestabilidad se ha ido creciendo por encima del 3 %. ¿Va sola la economía española?

-La economía, como un organismo vivo, tiene mucha inercia a corto plazo. Pero la incertidumbre en la política económica y la falta de consensos sobre grandes temas tienen un coste a corto plazo que nosotros estimamos que puede ser de unas tres décimas. Puede parecer poco. Pero es más relevante a medio plazo el coste de oportunidad, de no tomar decisiones, de no aprovechar las oportunidades y afrontar los retos que tenemos en medio de una revolución tecnológica sin precedentes. No estamos emprendiendo las grandes reformas que el país necesita. Aquí lo que lo que nos jugamos es, si como consecuencia de esta falta de consensos, España dentro de unos años se ha descolgado de otros países europeos. Y esto ya ha pasado en una economía tan importante como Italia: hace unas décadas crecía por encima de la media de la UE, y se decía que toda su crisis política no tenía coste, la economía sigue creciendo… Hasta que deja de hacerlo. Tres décadas después vemos cómo está ese país. Estas cosas a veces no se ven en el día a día, pero terminan teniendo una repercusión a largo plazo

«Galicia crece con una mejora de la competitividad que no vemos en otras zonas de España»

En un escenario como el actual, ¿qué le puede esperar a Galicia? Doménech cree que puede aprovechar su estabilidad para seguir creciendo por encima de la media española y reducir su brecha, «Galicia depende de lo que suceda en España, y en Europa. Lo que vemos es que no todas las regiones lo hacen igual de bien, y por lo tanto también hay margen para una actuación virtuosa de los gobiernos regionales».

-¿Lo dice por Cataluña?

-Es un ejemplo claro, sí. Sus tensiones políticas han tenido un coste. Nosotros hemos hecho un ejercicio muy sencillo: tomamos Madrid, Comunidad Valenciana y el País Vasco, que replicaban perfectamente la evolución del empleo durante décadas en Cataluña. Cogimos todas ellas a partir de octubre del 2017, pusimos el contador a cero y vimos cómo evolucionaba la afiliación en esa combinación. Resultado: se ha abierto una diferencia de un punto, que en términos acumulados ha supuesto la creación de 25.000 empleos menos en Cataluña. Es otro ejemplo de cómo también, más allá de lo que ocurra a nivel mundial, las políticas más o menos acertadas en las regiones pueden suponer diferencias.

-¿Y cómo se puede aprovechar Galicia de su estabilidad?

-Galicia de entrada tiene tuna debilidad: la demografía. Hay una pérdida constante de población, y por lo tanto todo lo que haga por atraer capital humano de fuera será bienvenido. Pero más allá de eso, la comunidad está tratando de contrarrestarlo con un aumento de la productividad, que no vemos en otras regiones españolas; y con una creación menor de empleo, compensado por un aumento de la productividad, al final termina creciendo tanto o más que el resto. Calculamos que en el 2018 ha podido avanzar dos décimas más que el resto de España, y en este 2019 también podría crecer dos o tres décimas más. Si consiguiera atraer capital humano y talento podría aprovechar mejor esas oportunidades.

-¿Esa mejora es mérito de la estabilidad política o de grandes empresas asentadas aquí?

-Es la suma de todo. Pero sin duda contar con empresas de un tamaño relevante capaces de liderar ese crecimiento de la productividad es muy importante. Las exportaciones gallegas han crecido muchísimo, suponen más de un 40 % del valor añadido de la región, y esto tiene mucho que ver con esa relación virtuosa entre aumentos de la productividad y tamaño de las empresas.