Pastas Gallo quiere cambiar de familia

ECONOMÍA

Los Espona, propietarios del 100 % del capital, ponen a la venta la compañía

09 feb 2019 . Actualizado a las 09:33 h.

La saga familiar de los Espona quiere deshacerse de los macarrones que tantas alegrías le ha dado en los últimos años. Los propietarios de Pastas Gallo -empresa líder del sector en España- han puesto a la venta la histórica compañía. El clan catalán ha puesto el foco mediático sobre su gallo de los huevos de oro para ver cómo respiran fondos de capital y multinacionales del sector alimentario.

Según fuentes conocedoras de la operación, en las próximas dos semanas se llevará a cabo la distribución del cuaderno de venta entre los potenciales inversores. Sin embargo, dentro de la compañía catalana reina el silencio. Contactados por este periódico, los responsables de Pastas Gallo no han querido pronunciarse sobre la operación.

Fundada en el año 1946 por José Espona Pallares, Pastas Gallo cuenta en la actualidad con tres fábricas -en Granollers y en Esparraguera (Barcelona) y otra en El Carpio (Córdoba)- y tiene en cartera a 420 empleados. Pero el punto fuerte de su carta de presentación ante los nuevos inversores son los números. Sus ventas consolidadas ascienden a 200 millones de euros, mientras que el beneficio bruto de explotación se calcula en 20 millones. Tampoco le va muy mal fuera de España. La empresa exporta a cuatro continentes y vende sus productos en una treintena de países. Pastas Gallo vive buenos tiempos. El problema es la gran prole que dejó el patrón.

Cinco hermanos

Actualmente, el negocio está repartido -a partes iguales- entre los hermanos Pedro Antonio, Pilar, Fernando, Silvia y Carlos Espona Massana. Todos ellos forman parte del consejo de administración y están empleados en la empresa familiar. El primero como presidente y director general; Carlos y Fernando están al frente de la dirección financiera e industrial; Silvia es responsable del departamento de comunicación y márketing; mientras que Pilar se queda con el de compras. El mayor de la familia, José María -que era el consejero delegado y quien llevaba las riendas del negocio desde el fallecimiento del fundador en 1997- vendió su paquete de títulos al resto de sus parientes en el 2012, un año después de la muerte de su madre. Ya entonces se avecinaba una tormenta. El problema de la familia es que la tercera generación que viene pisándoles los talones es muy numerosa y repartir la herencia del abuelo, puede convertirse en un problema.

De hecho, no es la primera vez que alguno de los dueños intenta deshacerse de su parte. En el 2017 se disparó la rumorología. Silvia y Pilar Espona andaban buscando quien les quisiera comprar sus participaciones. Quedó en agua de borrajas. Por aquel entonces, el resto de hermanos no estaban por la labor de vender. Dos años después parece que las cosas han cambiado y todos reman hacia la misma dirección.

Pastas Gallo lleva varios meses inmersa en el cambio. La tormenta económica que provocó el desafío independentista, llevó en el 2017 a los propietarios a tomar una importante decisión para resguardarse de la incertidumbre del proceso. Los Espona pusieron tierra de por medio. Trasladaron su sede desde Granollers a la localidad cordobesa de El Carpio, donde se erige la mayor de sus fábricas.

Un pasado gallego

Pastas Gallo son viejos conocidos en Galicia. La empresa probó suerte -con bastantes buenos resultados- en la comunidad gallega. Concretamente en Ferrol, donde la familia Espona abrió en 1964 una fábrica para que sus macarrones llegaran en las mejores condiciones a las casas situadas en el norte de España. Aguantó en pie hasta el 2003, cuando los dueños decidieron echar el cierre arguyendo una merma de su rentabilidad. Atrás quedaban los años más brillantes de una fábrica que llegó a contar con una plantilla de 30 personas.