Los aviones de lujo en los que viajan nuestros dirigentes

L. Vidal REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

Atlas

Colmó las ansias de grandeza de sus dirigentes durante dos años y medio. Ahora, con un nuevo inquilino en el gobierno, se retira. El Boeing Dreamliner, el avión presidencial de México, busca comprador

04 dic 2018 . Actualizado a las 19:29 h.

Su nombre apuntaba alto e hizo realidad el sueño de los dirigentes más megalómanos... Al menos, durante dos años, porque el Boeing Dreamliner 787-8 no hará de momento más vuelos oficiales. La llegada al poder de López Obrador en México ha dejado aparcado en el hangar al avión que transportó a su antecesor, Peña Nieto. AMLO, la abreviatura por la que se conoce al nuevo presidente, asegura que un avión así «no lo tiene ni Barack Obama», y que, tal y como prometió durante la campaña electoral, viajará en vuelos comerciales.

  

Su último viaje fue a la cumbre del G20 en Buenos Aires, donde se firmó el nuevo acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá, aunque el encargo había sido anterior. En noviembre de 2012, bajo el mandato de Felipe Calderón, se realizó la compra de esta flamante aeronave, por valor de 218 millones de dólares. De 57 metros de longitud y con capacidad para ochenta pasajeros, ha recorrido unos seiscientos mil kilómetros en un total de 214 operaciones. 

El Dreamliner cuenta con una alcoba con cama queen size, baños con acabados de mármol (hasta nueve), y un salón de trabajo con sala, diez pantallas de plasma y hasta cinta de correr (Peña Nieto era aficionado a correr maratones y así podía ejercitarse en pleno vuelo).

Este lunes el bautizado como 'José María Morelos y Pavón', ha volado hasta un aeropuerto de logística en San Bernardino, California, donde Boeing se encargará de su mantenimiento a la espera de un posible comprador. No será lo único que se ponga en venta. El secretario de Hacienda Carlos Urzúa ha anunciado que correrán la misma suerte otros sesenta aviones y setenta helicópteros propiedad del gobierno federal. 

Más millones en el aire

Otros aviones igualan o superan los lujos del Dreamliner. Nada más ser nombrado presidente, Donald Trump llegó a un acuerdo con Boeing para construir dos nuevos Air Force One por valor de tres mil novecientos millones de dólares. Cuatrocientos metros cuadrados divididos en tres niveles, suite presidencial, cuartos para asesores y cocinas que pueden dar de comer a cien personas al mismo tiempo. Sus dos neveras cuestan 24 millones de dólares. El presidente ruso Vladimir Putin tiene tres aviones, idénticos, que cuestan unos quinientos millones de dólares cada uno. Dotados de tecnología propia de interferencia por radar, con un centro de mando de telecomunicaciones, lujosos dormitorios con camas king size, gimnasios equipados y oficinas con decoración en tonos dorados, muebles de cuero blanco y mármol. El depuesto Robert Mugabe gobernaba uno de los países más pobres del mundo, Zimbabue, mientras volaba en uno de los aviones más caros del planeta. Un poco más modesto es el avión en el que viaja la primera ministra alemana Angela Merkel: un Airbus A340 valorado en 300 millones de dólares, con un espacio VIP dotado de dormitorios y tecnología de alta seguridad.   

Ellos renunciaron a lujos

López Obrador no es el único líder que ha decidido renunciar a lujos asociados al cargo. El que fuera presidente de Uruguay, y luego senador (renunció en agosto de este año), Jose Mujica, se desplazaba a la Cámara de Diputados en una Vespa. Conocido es también su Escarabajo de color celeste, con el que se movía por las calles de Montevideo siendo dirigente del país. No sólo no se mudó a la residencia oficial sino que siguió residiendo en su casa en las afueras de la capital.

El ahora primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, se desplazaba en transporte público cuando era líder del Partido Liberal y miembro del Parlamento de Montreal. Decía que le servía para mantener un mayor contacto con los ciudadanos. Cuando fue elegido Ministro, hizo lo mismo, como gesto de agradecimiento a sus votantes. Solo le acompañaron medios de comunicación, nada de seguridad.

El exprimer ministro británico, David Cameron, trató de granjearse la confianza de la población pidiendo a su equipo de gobierno que dejase de usar limusinas para subirse al metro. Reino Unido no dispone de una flota aérea así que los desplazamientos largos se realizan normalmente en vuelos regulares. En una visita a Estados Unidos, tomó el tren de Washington a Nueva York.

Desde que asumió su papel como líder de los católicos, Jorge Mario Bergoglio, el papa Francisco, pidió moverse siempre en el papa móvil abierto y sin blindaje, incluso cuando recorrió las favelas de Río de Janeiro.

Mark Rutte, primer ministro holandés, se desplazó en bicicleta hasta para citarse con el mismísimo Rey. Una imagen tan comentada como la de su café derramado, y limpiado por él mismo, en la entrada del Parlamento.