Las plantas españolas de coches pierden 85.000 pedidos en un otoño convulso

Manoli Sío Dopeso
m. sío dopeso REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

VICTOR>CAMESELLE

La crisis del diésel y los cambios del mercado recortan la producción hasta final de año

28 nov 2018 . Actualizado a las 07:59 h.

La industria del automóvil está en crisis. Caen sus líderes (Ghosn, al frente de Renault; Winterkorn, de Volkswagen; Zetsche, de Mercedes) y cae un mercado que ha empezado a dar bandazos.

Dicen los entendidos del sector que es la primera vez que el consumo de coches se retrae en un contexto de crecimiento económico. Lo que está pasando tiene un nombre. Se llama incertidumbre, y ya está empezando a tener consecuencias en las fábricas españolas de automóviles, que de aquí a final de año dejarán de producir 85.500 vehículos de los que tenían programados para el cierre del 2018.

Los ajustes del mercado impactan de forma directa en Galicia, en donde el grupo PSA acaba de aprobar un expediente de regulación temporal de empleo (ERTE) para el centro de Vigo. Afectará solo a 450 de los más de 6.500 trabajadores en plantilla, y provocará una pérdida de actividad que el grupo estima en 16.000 unidades de dos modelos (Peugeot 301 y Citroën C-Elysée) que patinan en el mercado. Pero, además, la factoría gallega ha tenido que suspender durante varias semanas la actividad por diferentes circunstancias relacionadas con la falta de componentes.

Ajustes obligados

Este problema, el del desabastecimiento de piezas o motores, está también en el origen de ajustes como los que están en marcha en la planta de Volkswagen en Navarra, que reducirá la producción prevista para este año en casi 10.000 coches por falta de motores. La falta de suministros de motorizaciones que sufre el grupo Volkswagen causará un impacto mayor de lo previsto en su filial española Seat. La fábrica de Martorell acabará el año con una rebaja en su volumen de producción de unos 20.000 vehículos.

El programa industrial de Ford en Valencia contempla una revisión a la baja de 30.000 unidades, para lo cual ha sido necesario activar un expediente de regulación de empleo de 22 días. En este caso, la razón argumentada es la caída de ventas en Europa y Norteamérica, sus principales mercados.

Y también Mercedes-Benz dejará de producir en su planta de Vitoria este año 8.000 vehículos por la caída de la demanda del diésel, el motor que equipan el 100 % de las furgonetas Vito que monta en esta factoría.

Dice Anfac, la patronal de los fabricantes de coches instalados en España, que, pese a esta coyuntura, el sector cerrará el año con un crecimiento de la producción cercano al 1 % respecto al año pasado. Lo justifica en que las plantas que van bien y no han tenido que hacer ajustes (Opel y Renault, fundamentalmente), compensan reducciones de actividad de las que pierden.

En todo caso, desde el sector aseguran que hay tres razones importantes que han creado este escenario, que no afecta solo a España: la crisis del diésel, el cambio de normativa para homologar las emisiones de vehículos, con el nuevo protocolo WLTP (más estricto) y la muerte obligada del motor de combustión, que, en el caso de España, se situará por ley en el año 2050, si los planes del Gobierno al respecto no cambian.

Adaptación al cambio

«Las ventas de vehículos diésel bajan cada día y los clientes piden coches con nuevas tecnologías como gas natural, GLP o híbridos, pero sobre todo de gasolina. Y las fábricas no se han podido adaptar a sacar de sus centros productivos más coches de gasolina y menos diésel», afirman fuentes del sector, que explican así la problemática de la falta de componentes que está afectando en estos momentos a la producción.

El otro cuello de botella para el mercado han sido los cambios de normativa en materia de emisiones. «Esto ha obligado a los fabricantes a volver a homologar todos sus vehículos», aclaran.

Una nueva reestructuración de General Motors, icono de la industria norteamericana

General Motors lo hizo mal con su filial europea Opel, que acabó hace dos años en manos de PSA por 2.000 millones de euros, y no parece que lo esté haciendo mejor en su casa.

El constructor estadounidense se dispone a afrontar una de las mayores reestructuraciones de la última década. Antes de que acabe el 2019, la compañía podría recortar cerca de 15.000 puestos de trabajo en Norteamérica, que es el equivalente al 15 % de la plantilla, un ajuste que conlleva como consecuencia el cierre de siete plantas, de las que cuatro están en Estados Unidos.

Entre los despidos, se incluyen el 25 % de los directivos. La empresa cuenta con 180.000 trabajadores en todo el mundo, de los que algo más de 100.000 se encuentran en Estados Unidos.

En realidad, este plan no es más que otra consecuencia de las turbulencias que azotan a la industria del automóvil. El objetivo que ha avanzado General Motors es la necesidad de centrarse en el futuro del automóvil, que se espera que provenga de los coches eléctricos e híbridos.

De esta manera, varias de las fábricas actuales tendrán que reconvertirse o cerrar, si no se alcanza un acuerdo con los sindicatos. GM dejará de fabricar modelos como el Chevrolet Impala. El fabricante pretende ahorrar 6.000 millones de dólares con los ajustes.

El icono de la industria automovilística americana ha afrontado varias crisis en su centenaria historia la mayor se produjo en el 2009, cuando se declaró en quiebra y el Gobierno de Washington tomó su control.