Ahmad Rahnema: «El bitcoin es un instrumento perfecto para la especulación»

Gabriel Lemos REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

ANGEL MANSO

La volatilidad de la criptodivisa ofrece altas rentabilidades, pero limita su uso como medio de pago

02 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Moneda o activo financiero? Casi diez años después de su lanzamiento, a los expertos todavía se les atraganta la pregunta cuando intentan definir el bitcoin. Ahmad Rahnema, profesor del IESE, es uno de esos analistas que han diseccionado las fortalezas y debilidades de la criptodivisa, que hace unos días desgranó en una charla en A Coruña.

-Como moneda, el bitcoin no ha tenido mucho éxito, al menos en el uso cotidiano...

-Una de las características básicas de una moneda, para que sea aceptable, es que tiene que ser estable, y bitcoin ha tenido unas volatilidades elevadísimas. Donde se usa más es en aquellos países que tienen problemas con su moneda local, por ejemplo en Venezuela, Zimbabue o Corea del Norte. Son lugares con tasas de inflación elevadísimas, y en donde los ciudadanos no tienen ninguna confianza en su moneda local, por lo que prefieren usar criptodivisas.

-Es decir, es un activo financiero.

-El problema para considerarlo así es que cualquier activo financiero, para ser una alternativa de inversión, tiene que poder ser valorado por los mercados. Y eso es fácil con las acciones de una empresa, pero no tanto con el bitcoin, que sí tiene características comunes a otros activos, como la escasez, porque se definió que no puede haber más de 21 millones de bitcoins, de los que más de 17 millones ya están en circulación; pero no es exactamente igual a lo que pasa con el oro, la plata o los diamantes, cuyo valor es lo que están dispuestos a pagar los inversores. Hay que ver cómo evolucionará en los próximos años, pero lo que vemos es que en su concepción original, en la idea de quitar a los intermediarios financieros, no ha sido tan exitoso.

-¿A qué lo atribuye?

-Estamos hablando de una industria, la de los medios de pago, muy regulada, con unas barreras de entrada elevadas y en la que los clientes buscan confianza. El fundador de bitcoin, que nadie sabe quién es, si es una persona, varias o una organización, lo que quería era quitar ese sistema de en medio y crear una plataforma abierta. Era la idea original, pero se ha encontrado con la resistencia de las entidades financieras, que decían que el bitcoin era un fraude, un mecanismo para quienes quieren esconder su dinero de las autoridades... Pese a los obstáculos, hemos visto que ha conseguido entrar en el sistema de medios de pago, pero con una participación muy reducida: el número de transacciones que se realizan en todo el mundo con bitcoin representan solo el 2 % si se comparan a las que se efectúan con tarjeta de crédito. No es una participación tan elevada como para generar inquietud a las entidades financieras.

-Quizás al usuario medio no le agrade operar con una moneda que no tiene respaldo oficial...

-Depende quién utilice el dinero. Para quien quiere evadir impuestos o blanquear, esa falta de control les puede ayudar. Pero, pese a todos los escándalos, es un porcentaje pequeño de quienes usan bitcoin. La mayoría son especuladores, que ponen su dinero ahí, para ver si sube, como en el 2017, que hubo una rentabilidad del 2.000 %, aunque este año haya caído un 70 %. Es un instrumento perfecto para especular.

-De ahí el interés de los bancos...

-Las entidades financieras, que al principio tuvieron una reacción muy negativa, empiezan a entrar para controlar la situación. Barclays y otras entidades ya permiten abrir cuentas denominadas en bitcoins, porque ven una oportunidad de negocio. Y eso es algo bueno porque, al entrar las entidades, obligan al regulador a hacerlo también, porque no puede dejar esta parte de la actividad financiera sin supervisar, y eso puede transmitir una imagen de mayor solidez y seguridad.

-Crece el interés, y también los obstáculos, sobre todo en China.

-El gobierno chino ha sido el primero en limitar la emisión de criptomonedas y también las transacciones, porque empezó a producirse una fuga de capitales en el país y el bitcoin era la vía para sacar el dinero de China. A eso hay que sumar que más del 70 % de la minería del bitcoin se hace allí, con un coste energético elevadísimo. El consumo de electricidad para actividades relacionadas con el bitcoin a nivel mundial equivale al de Irlanda, un país entero. Si el 70 % de ese consumo se produce en China, es normal que el Gobierno ponga límites.