Eva Maneiro: «¿Sabes lo que es tener respaldo en esas decisiones en las que te sientes sola?»

Sofía Vázquez
sofía vázquez REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

ANGEL MANSO

La directora general de Russula define su empresa como una «boutique» que compite con corporaciones de 5.000 millones de facturación

20 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Eva Maneiro nació el penúltimo día de 1970. Ella es la directora general de Russula, una ingeniería gallega entrenada en el mundo del acero. Pero esta mujer es, sobre todo, de esas personas a las que no se le ha subido el cargo a la cabeza, lo que en estos tiempos que corren es de valorar. Viaja (y mucho), y concilia (tiene dos hijos). No soporta el machismo y espera tener durante muchos años el respaldo de su padre, presidente de la firma.

-Las empresas demandan matemáticos como locas.

-Sí, incluso hay más demanda que de informáticos. Nos cuesta mucho entender lo que en materia de digitalización se nos echa encima. Este perfil de profesionales te ayudan a darle orden a todos los cambios. Sobre los datos que dispones, necesitas un matemático que los ordene con pequeños algoritmos y así los puedas leer. Tenemos bases de datos enormes, pero tontas.

-Hace unos años, los matemáticos solo servían para dar clase. Entonces, o no sabíamos nada antes, o ahora estamos sin saber hacia dónde vamos.

-Es un poquito lo segundo. Hay una ruptura de paradigmas. Lo último que estudiabas en las escuelas de negocio eran los paradigmas con China: las tres b de bueno, bonito y barato. Creo que hasta eso se ha roto.

-Este mundo está loco.

-No, es un cambio más, que se ha acelerado con las posibilidades que abre Internet. El tener aquello que queremos en casa, pronto, customizado y a un precio muy bueno... esas posibilidades no las hemos podido entender. Tenemos la percepción de que debemos de tener el estatus de mantener las cosas como están y eso ya no es posible.

-¿Hacia dónde vamos?

-Hacia un futuro bueno y más colaborativo, donde los servicios pasan por dar herramientas a los clientes para que hagan su propia solución, en que puedan explotar esas bases de datos, que son tontas, y así obtener información entendible que les permita tomar decisiones más rápidas y mejores. Mis clientes, que son empresas del sector del metal, tienen problemas increíbles. Nadie quiere ladrillo, ni hierro, hoy todos quieren datos.

-¿Van a empezar a vender datos?

-Ya vendemos datos.

-¿Pero esto no es una ingeniería?

-En origen, mi padre trabajaba en Sidegasa, que era una empresa líder a nivel tecnológico. Se cerró, y toda aquella gente montó Russula. Se centraron en los equipos de control y en lo que conocían: acero y laminación de acero. Hacemos trenes de laminación: la barra sale de un horno, se aprieta, se estira, se le mete velocidad, se la enfría y se enrolla.

-¿Qué tiene que ver eso con la venta de datos?

-Las salas de control tienen un montón de sensores que reportan información sobre la temperatura, la velocidad y la calidad de lo que se está haciendo. Todos estos datos permiten que la persona al mando tome medidas, o que lo haga el propio sistema.

-Entiendo que ustedes hacen estos sistemas inteligentes.

-Sí, y también las naves, la obra civil calculada para nuestros equipos, para nuestros diseños mecánicos, y ejecutamos parte de automatización. Los datos los llevamos a una nube que lanza unos reportes al móvil. El cliente puede comparar lo que está ocurriendo en esa planta respecto a otras.

-¿Quiénes son sus clientes?

-El grupo Añón, Celsa, Nucor, en EE.UU., el grupo Liberty, Altos Hornos de México, Big River Steel... Mi cliente es cada planta. Hoy en EE.UU. somos líderes de venta de servicios de automatización. Podemos estar trabajando en paralelo con 150 plantas. Russula tiene cuatro divisiones: automatización, que es la estrella; obra civil, que nace con planta de aguas, lo que te permite hacer proyectos de llave en mano; empezamos también con el diseño de equipos mecánicos (el primer tren fue el de Silat, filial de Hierros Añón) en Brasil, y hacemos equipos de alta velocidad con una tecnología que nos distingue.

-Montan todo el proyecto donde les contraten...

-Sí, y sale todo de aquí, de Galicia, hasta el último hierro. Hay proyectos en los que se exporta hasta cada cincha de la nave. Todo se hace en Galicia porque tenemos un tamaño mediano. Somos como una especie de boutique, si fallamos en la calidad la imagen se vería muy afectada. El mejor control de calidad que podemos hacer es aquí. Nosotros no tenemos fábricas. Contratamos talleres, que los hay buenísimos en Galicia. Por ejemplo, Talleres Tumbadoiro, que ha hecho equipos de altísimo nivel tecnológico, otros de la zona de Narón, As Pontes y O Porriño; Metaldeza en estructuras y Vipecom Galicia fue en los últimos años nuestra constructora.

-En EE.UU. son líderes , ¿y en Europa?

-Empezamos a tener contratos en Francia. Europa, desde la crisis del 2008, ha estado en parálisis.

-Parece que viene otra crisis.

-Parece que sí, sí. Pero no creo que vaya a golpear a Europa como la anterior. Independientemente de la crisis, este sector estaba con sobrecapacidad de instalación. Las empresas han hecho sus deberes. Ya no compiten a precio, hacen productos de mayor valor añadido... Para nosotros, el continente americano es el fundamental. Allí tenemos a nuestros principales clientes. También en Rusia. Russula compite con corporaciones de 4.000 y 5.000 millones de facturación El 99 % de lo que vendemos va al exterior.

-¿Quién apostó por la internacionalización?

-Mi padre, Manuel Maneiro. Su primer proyecto fue en Malasia, luego en Rusia, en Siria... países que en los 90 eran como muy exóticos. No tenía miedo. Es muy valiente. Tiene 77 años y está fantástico. Empuja de todos nosotros.

-¿Será la futura presidenta?

-Sí, pero sin prisa. Yo quiero que siga mi padre muchísimos años. Es un respaldo buenísimo. ¿Sabes lo que es tomar las decisiones en las que te sientes muy sola? Tener a alguien que te respalde, es...

-¿Cuál es la frase que repite?

-Tira para adelante.

-¿Y si la decisión es equivocada?

-Dice: no pasa nada. Había que hacerlo.

-¿Objetivos de la compañía?

-Consolidar el nivel de facturación en los cien millones y conseguir que una parte importante proceda de los servicios de gestión de datos.

-¿Qué hace una mujer en un mundo de hombres?

-Nunca me encontré en inferioridad de condiciones. Nunca se me dio el caso de sentarme a negociar en una mesa o visitar una planta en entornos duros y que alguien me hiciese sentir mal por ser mujer. Y cada vez hay más mujeres en este mundo, que sí, es de hombres. Creo que soy afortunada. Cuando estoy fuera tengo esa sensación de que te tienen en muchísima consideración por cómo has gestionado, cómo has trabajado duramente, haber conciliado por tener una familia, que ya soy mayor...

-¿Mayor? ¿Cuántos años tiene?

-48. Tengo dos niños de 16 años. [Continúa] En lo que son mis clientes jamás he notado ese punto de... quizá con compañeros o en sitios como Brasil o la India [en este país tienen una división de desarrollo de programación y en Massachusetts otra de laminados]. En la India son extremadamente machistas... Es atroz. Allí el machismo lo nota todo el mundo. Como son mis empleados me tienen un respeto infinito. Pero ves cómo tratan los hombres a las mujeres...

-Le gustaría poner orden...

-Decidí no ir a comer con ellos porque no puedo ver cómo tratan a sus esposas o a sus madres. Son países con una cultura fastidiadísima para las mujeres. Un hijo y es el negocio de la familia, el plan de pensiones, el sustento.

-¿Echa de menos haber estudiado una ingeniería?

-¡No! Estoy en un punto mejor. Si tienes un buen equipo le das una visión más ágil.

-Quiere decir... que los ingenieros son muy cuadriculados

-[Grandes carcajadas, sinceras, abiertas] No lo pongas así [más risas]. Uno más uno son dos, y tú dices: no, son tres... esa ilusión hace que las cosas se muevan. Ellos saben que uno más uno no son tres, jamás irían por ahí, pero a veces pasa... [Otra fuerte carcajada]