Marco Bravo: «En Europa no asumimos el éxito»

G. Lemos REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

EDUARDO PEREZ

Urge a los Gobiernos a que refuercen los lazos con los jóvenes que emigraron en la crisis para que no se pierda ese talento

07 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Nació en Portugal, empezó su carrera profesional en Europa y ahora trabaja en Austin. Marco Bravo, director ejecutivo en la escuela de negocios McCombs de la Universidad de Texas, se ha especializado en ayudar a jóvenes científicos que quieren dar el salto al emprendimiento. Tras fundar cuatro compañías y asesorar a otro centenar, hace unos días recaló en A Coruña, donde participó en la apertura del Máster en Innovación y Estrategia Digital de la UDC, a cuyos alumnos trasladó un mensaje claro: «Tener una idea y desarrollar una tecnología es un paso muy importante, pero solo el primero de una larga travesía».

-Lo difícil es hacer negocio...

-Son jóvenes con ideas, con el sueño de poner en el mercado un producto o un servicio que beneficie a la sociedad y a la vez reporte beneficio económico. Pero lo verdaderamente complicado es el proceso de comercialización, cerrar un modelo de negocio. Los investigadores tienen la tendencia a hablar solo de la tecnología, porque están enamorados de ella... Es como decirles a unos padres que su hijo es feo, pero la tecnología por sí misma no va a vender. Por eso es mejor desarrollarla teniendo en mente el problema que puede ayudar a resolver.

-¿Se suele hacer al revés?

-En casi todos los casos con los que me encuentro, primero se desarrolla la tecnología y luego se busca la utilidad. Y eso no funciona por mucho que la solución sea muy buena.

-Durante muchos años se dijo que la Universidad estaba de espaldas al tejido empresarial y a sus necesidades: ¿se está corrigiendo ese desajuste?

-Todavía existe, pero es cada vez menor. Y no es solo culpa de la Universidad. Las empresas tienen también su responsabilidad en esa relación quebrada. Pero ahora, con los millennials, estas nuevas generaciones que piensan de forma muy tecnológica, en red, la distancia está disminuyendo. La Universidad está cada vez más abierta a trabajar con las empresas, porque entiende que tiene una función de transferir el conocimiento en beneficio de la sociedad, como demuestran los casos de éxito de empresas tecnológicas que vienen de la universidad.

-La cara B de esa transformación tecnológica es su impacto en el mercado laboral. ¿Es usted de los apocalípticos o de los que piensan que se creará más empleo del que se destruya?

-Muchos estudios dicen que el empleo que se va a crear tendrá más valor agregado que el que se destruya, por eso estoy convencido de que esta revolución tecnológica es positiva. El desafío para los Gobiernos es garantizar que la población tenga cada vez más formación, porque ahora la competencia entre países, entre regiones, es en términos de talento, no de costes. Hoy en día los jóvenes tienen mucha movilidad, casi nunca acabas viviendo en el sitio en el que naces, y por eso la clave está en educar a la población. Si te quedas en el pelotón de cola, va a ser mucho más difícil acortar distancias, por eso se necesitan políticas educativas que fomenten la mentalidad innovadora.

-Por esa movilidad de la que habla, en los años de crisis Galicia, y también Portugal, perdieron mucha población joven, que tuvo que emigrar. ¿Qué se puede hacer para repatriar ese talento?

-El problema que hemos visto es que educamos personas, pero no tenemos empleos de calidad para ellas, porque la formación es mucho más rápida que el cambio económico. Pero en mi caso, que he vivido en muchos países diferentes y ahora llevo casi una década en Estados Unidos, sigo trabajando con Portugal. Por eso creo que, con independencia del sitio en el que vivas, puedes seguir contribuyendo al desarrollo de tu país. Lo importante es que los Gobiernos hagan una gestión de su población emigrante efectiva: mantener el contacto es vital y casi nadie lo cuida. Hace veinte años la gente se iba y perdía el contacto, porque una simple llamada era muy cara. Hoy, gracias a las redes sociales, eso ya no pasa.

-Usted se formó en Europa y ahora trabaja en Estados Unidos. Con esas dos visiones, ¿cuáles diría que son nuestras fortalezas y qué debemos aprender del modelo americano?

-Nuestra fortaleza es la creatividad. La calidad de las ideas es la misma, puede competir con cualquier región del mundo. La base científica está. Lo que nos falta es asumir riesgos, porque el fracaso aquí se castiga con dureza. Si un negocio no te va bien, cargas con ese peso toda la vida, mientras que en EE. UU. los errores se ven solo como una cicatriz de guerra. Aquí te consideran un perdedor. Y no solo eso, sino que en Europa tampoco llevamos bien el éxito, no lo asumimos, nos sentimos culpables porque nos van bien las cosas o por tener mucho dinero. Y en lo que claramente son mejores que nosotros es a la hora de vender. Muchas veces veo aquí tecnologías superiores que no triunfan porque no saben destacar sus puntos positivos. Es una barrera cultural que hay que derribar, y para ello es fundamental comunicar los casos de éxito, para que otros se animen a dar el paso.

«Al emprendedor le aconsejo que no se vuelva loco buscando la idea más disruptiva»

Para Bravo, la elección del equipo humano es la clave del éxito de una start-up.

-Ha montado cuatro empresas y ha asesorado a otro centenar. De su experiencia, ¿cuál cree que es la clave del éxito?

-Lo más importante son las personas de las que te rodeas. Un negocio no es tecnología, son personas, emoción. La decisión más importante es con quién vas a trabajar y quién va a formar su red. Es el primer punto al que se debe enfocar un emprendedor. Un equipo excelente con una idea normal va a tener muchas más posibilidades de éxito que un equipo malo con una idea puntera. Mira Facebook, la tecnología no es nada del otro mundo, pero la ejecución es perfecta. Y eso es una cuestión de talento, de personas. Por eso a los emprendedores les aconsejo que no se vuelvan locos buscando la idea más disruptiva, porque siempre habrá alguien en el mundo que tenga la misma, sino que la clave es poder ejecutarla primero y de forma más eficiente. Muchas veces perdemos mucha fuerza compitiendo con nuestros vecinos, cuando deberíamos estar colaborando, porque la competencia es de talento y es global.

-Uno de los lastres de Europa es que es un mercado demasiado fragmentado...

-Es uno de sus grandes desafíos: es una unión política, pero sigue habiendo una gran fragmentación del mercado, por eso todas las start-ups quieren ir a Estados Unidos. No porque haya una mayor calidad de vida que en Europa, que no la hay, sino porque tienen un mercado realmente único, con las mismas reglas fiscales. No importa dónde estés, tienes un mercado de 300 millones de personas. En Europa el número de consumidores potenciales es mayor, 500 millones, pero tienes tal cantidad de reglas, de impuestos que frenan a las empresas emergentes.