Galicia trata de tumbar el mito de que se descarta más pescado del que se come

e. abuín REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

CARMELA QUEIJEIRO

El sector desecha un 10 % de las capturas, frente al 30 % de la comida que se tira

23 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

En esto de los descartes -esos peces capturados que se devuelven sin vida al mar por falta de cuota, de tamaño o de valor comercial- hay, a juicio del sector, muchos dimes y diretes, mitos y realidades. Fábulas como la de que en la actividad extractiva se desecha más pescado del que finalmente se pone a la venta al consumidor. O el de que la obligación de desembarque que se aplicará a todas las especies y pesquerías a partir del 1 de enero contribuirá a la consecución del objetivo del rendimiento máximo sostenible (RMS). Leyendas que ayer trataron de tumbar los profesionales gallegos en Madrid.

La Casa de Galicia fue el escenario elegido por los miembros de la Fundación Rendemento Máximo Sostible e Social (Fremss) para presentar el manifiesto para la flexibilización de la obligación de desembarque de las capturas realizadas por la flota de la UE, un documento que ya lanzaron en Galicia, donde recabó el apoyo de todos los grupos políticos del Parlamento gallego y de instituciones como el Consello Galego de Pesca y la Universidade de A Coruña. Según expusieron los miembros de Fremss, con su presidente Juan Carlos Corrás a la cabeza, los descartes no son «ni tantos ni tan fieros». Aseguran los pescadores europeos que forman parte de una de las flotas más sostenibles a nivel mundial, que apenas descarta el 10 % de sus capturas, «fundamentalmente especies para las que no se dispone de cuota suficiente» y eso que, en muchos casos, «se podría pescar más sin poner en peligro la supervivencia de los recursos». Frente a esa proporción, Fremss confronta el desperdicio de otras actividades económicas: ahí están los 89 millones de toneladas de comida en buen estado que acaban en la basura, el 30 %, dicen, de lo que se produce. Los profesionales gallegos parten del convencimiento de que el problema parte de un «diagnóstico miope» y un «tratamiento contraproducente», en el sentido de que la Comisión Europea, «tal y como ha reconocido», impulsó la norma que veta los descartes «sin certezas sobre su aplicación práctica», solo para atajar un problema «estético-político» y contentar, de paso, a una parte de la opinión pública y, sobre todo, a las oenegés medioambientalistas que, recuerda Fremss, premiaron a su impulsora, Maria Damanaki, accionando la «puerta giratoria» que la llevó a ocupar una dirección de The Nature Conservancy.

Sostenibilidad económica

Que hay que conservar los ecosistemas marinos es algo de lo que los profesionales pesqueros no tienen duda, pero los pescadores se reivindican como elemento de ese ecosistema, una pata a tener en cuenta para el equilibrio de la sostenibilidad. Y es que, insisten, la obligación de desembarque tal y como la plantea Bruselas «puede poner en peligro la sostenibilidad económica de la estructura pesquera y el empleo en este sector» y en sus industrias satélites. Eso sin olvidar que aumenta el trabajo a bordo, prolonga las jornadas laborales y amenaza la estabilidad de los buques, obligados a regresar a puerto con todas las capturas realizadas.

Por eso el manifiesto: para hacer ver que es preciso flexibilizar la entrada en vigor del veto a los descartes. Fremss plantea buscar medidas de gestión distintas, que impidan la generación de desechos, evitando implementar normas globales a problemas singulares. Así, aboga por reducir los descartes con planteamientos muy localizados, por pesquería y región pesquera y con herramientas muy específicas. De lo contrario, las especies de estrangulamiento -esas para las que se tiene nula o muy poca cuota- acabarán por asfixiar al sector pesquero gallego y europeo.

El profesional gallego se reivindica como un elemento más del ecosistema marino