José Sierra: «Nunca nos han dado nada por enchufe. Siempre lo hemos ganado»

Sofía Vázquez
SOFÍA VÁZQUEZ REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

Paco Rodríguez / Martina Miser

Al fundador de Urovesa, que nació en Viveiro, le molesta que le engañen y si en su empresa se comete un error «debe faltar tiempo para pedir disculpas»

03 feb 2018 . Actualizado a las 19:59 h.

La primera impresión es que se trata de un hombre serio y quizá tímido. Pero también directo, prudente y discreto. José Sierra nació en Viveiro a finales de 1941, y después de pasar por Barreiros y alguna empresa más, fundó Urovesa, especializada en la construcción de vehículos especiales civiles y militares: camiones de carga, todoterrenos, ambulancias, porta-shelter, vehículos para policías y fuerzas de seguridad, protección civil, rescate, emergencias... Factura 50 millones de euros, y genera 500 puestos de trabajo entre directos e inducidos. Está presente en 30 países de cuatro continentes (le falta conquistar Australia). Dos datos más: Urovesa no toca ningún tipo de armamento; y todo lo que compra a la industria auxiliar, si está en su mano, se hace en Galicia.

-Una empresa a la que le va bien.

-Para eso hay que ayudarle mucho todos los días. Hoy nos va bien, y mañana me vuelve a preguntar.

-Se cumplirán en breve dos años desde que puso en marcha la sucesión. ¿Le costó el relevo?

-No, no. Ni mucho menos. Los años pasan y uno lo nota, sobre todo en las nuevas tecnologías. Aquí ahora mandan lo jóvenes. El presidente es Justo Sierra, el que vive en el mundo.

-Pero usted manda, y mucho.

-Mando lo que me dejan. Cuando se reorganiza una empresa, las personas que toman el mando son las que tienen que decidir. Ayudo, por supuesto. Pero hay que recordar aquello que se dice que una orden más una contraorden es igual a desorden… Hay que procurar que no se produzcan situaciones de ese tipo.

-¿Cómo definiría a su hijo?

-Es una persona responsable, seria, muy honesta y ante cualquier cliente genera confianza.

-¿Por qué se decidió por Justo y no por sus otras dos hijas, Cecilia y Cristina? ¿No tuvo problemas?

-Ninguno. Era una transición natural. Justo lleva en la empresa muchos años. Estudió Económicas y después realizó diversos másteres. Domina el inglés, algo que hoy es básico. Nosotros tenemos varias personas que además hablan alemán, francés y árabe, entre otros idiomas. [Quiere hablar de sus hijas. Prosigue] Cecilia es la mayor de los tres hermanos y lleva recursos humanos. Es además vicepresidenta y consejera. Empezó trabajando en la recepción de esta empresa y ha pasado por distintos cargos.

-Dicen que los recursos humanos son lo más difícil de cualquier compañía.

-Indudablemente, ¡y lo menos agradecido! Cecilia tiene buen carácter, aunque es capaz de ponerse seria y decir las cosas claras. Por su parte, Cristina hizo Derecho y un máster en Lovaina. Luego la ficharon en el banco Santander para trabajar en Milán. De Italia a Madrid y, finalmente, se incorporó a la empresa y lleva la parte financiera.

-¿Tienen protocolo familiar?

-No, lo haremos. Pero tenemos un plan de sucesión diseñado. Dentro de la empresa contamos con dos grandes directores ajenos a la familia, que llevan las áreas de financiero-fábrica y económica. Los departamentos de Cristina y Cecilia dependen de ellos. Creemos que este diseño le da valor a la empresa.

-Por tanto, ellas tienen dos jefes.

-Sí. Los dos empezaron con nosotros y se integraron perfectamente. Están en su cargo por méritos acreditados. Además siempre intentamos distinguir la figura de socio y la de empleado.

-¿Qué les pide a sus hijos?

-Que sean responsables, honestos y trabajadores.

-Es raro montar una empresa como esta en Galicia.

-Al principio tuve dudas. Me gustaba también la zona de Zaragoza o Asturias. Al final aposté por Galicia. Conocía el territorio y también por unos socios que tuve al principio. Sin embargo, pesó el hecho de sentirnos de aquí.

-Habla de sentimientos.

-Sí, ese sentimiento de querer a la tierra donde uno nació.

-¿Cree que a las personas, de una manera indirecta, se las expulsa de su territorio para ubicarlas en otros que son los que más crecen y a los que se favorece?

-Puede ser. En España algo de eso ha ocurrido. Conocemos los efectos de la migración interna. Hay movimientos hacia comunidades que estaban más dotadas, de industria principalmente.

-Se podía haber favorecido a cualquier otra comunidad.

-Sí. Como ejemplo, cuando la energía que se generaba en Galicia se iba para otros lugares y los propietarios de las fincas que incluso les habían expropiado no tenían luz eléctrica en sus casas.

-Es la intrahistoria.

-Y cuando los emigrantes enviaban remesas a Galicia, y ese dinero salía de aquí para ejecutar inversiones en otros sitios. No estoy diciendo nada raro.

-¿Urovesa cambiará su sede?

-Espero que no. El arraigo es grande, aunque puede haber momentos en los que uno se enfada.

-¿Por qué se suele enfadar? Conociéndolo es difícil de imaginarlo.

-[Se ríe] El enfado lo llevo muchas veces internamente, y si me enfado tengo que decírselo a la persona. Me gusta ser franco y no engañar. Me molesta que me engañen. Hay una máxima que transmito en esta empresa: si decimos algo que no es correcto, debe faltarnos tiempo para pedir disculpas y corregirlo. A mí me basta y me sobra con quedarme mal cuando me equivoco.

-Tienen contacto con Administraciones de todo el mundo. ¿España potencia a sus empresas?

-Siempre nos parece poco, pero España está a la altura de otras naciones europeas. Pero la empresa tiene que buscar el apoyo. No se regala nada en ninguna parte. Hay que ser merecedor.

-¿En este mundo hay mucho enchufe?

-En este mundo hay enchufes pero siempre nos quejamos de nosotros mismos. No somos ni mejores ni peores.

-¿A ustedes les han dado algún encargo por enchufe?

-No. Siempre lo hemos ganado.

-¿De verdad?

-Sí, de verdad. Pero repito, para ganar hay que ser los mejores

-¿En este mundo hay sobornos?

-No me consta.

-¿Qué espera de Urovesa?

-Que siga progresando como lo ha hecho desde que nació. La evolución y la globalización que está sufriendo el mundo es tremenda. Antes uno abría una ventana y veía un paisaje; hoy la abres y solo hay niebla que no te deja ver nada, ni al competidor que está enfrente. La globalización ha traído una revolución impresionante. Hay países que hace pocos años no eran industriales y hoy son potencias. Si dijésemos ¡hombre estamos satisfechos, estamos bien! Habríamos dado el primer paso para morir.

-Se refiere a países del tercer mundo...

-Estamos muy equivocados. Yo soy ingeniero industrial y estudié en Vigo. Me acuerdo que íbamos al mercado de la piedra y allí había transistores, tabaco, etcétera. Todo de contrabando. Comprábamos unas estilográficas de la marca Parker, que eran falsificadas. Las comprábamos de dos en dos o de tres en tres para que saliese una buena. ¿Quién hacía esas plumas falsificadas? Japón. ¿Y vemos dónde está hoy Japón? ¿Y China?

-¿Con qué país le resulta más fácil trabajar?

-Como gallego le contesto: depende. Depende del tipo de trabajo. Hay países muy exigentes. Me refiero entre otros a Indonesia, Singapur y Omán donde además tienen un gran nivel de competencia, que agradecemos. La exigencia razonable, obliga, y se transforma en mejoras continuas.

-¿Qué pecado ha cometido que pueda confesar?

-No tengo ninguno a la vista. Quizá sí los cometí, y haya personas que los han sufrido, pero no soy consciente de ello.

-Cuál fue su peor día?

-Hace 30 años cuando no pudimos entregar en plazo un lote de vehículos por no recibir motores debido a una huelga de transportes en el país de origen. Se lo explicamos al cliente pero nos anularon el contrato y estuvimos a punto de cerrar la empresa.