Un tiro en el pecho acaba con Blesa

Ana Balseiro
ana balseiro MADRID / LA VOZ

ECONOMÍA

STRINGER | AFP

La autopsia aclarará si el exbanquero se suicidó o sufrió un accidente de caza

20 jul 2017 . Actualizado a las 10:44 h.

Su gran pasión, la caza, marcó el final de la vida del exbanquero Miguel Blesa, que murió ayer a consecuencia de un disparo de escopeta en el pecho, en la cochera de la finca cordobesa a la que supuestamente había acudido para cazar. Aunque la principal hipótesis manejada por los investigadores apunta al suicidio del expresidente de Caja Madrid, fuentes cercanas a Blesa preferían agarrarse ayer a la posibilidad de que se hubiera producido un accidente y la escopeta se le hubiera disparado de forma fortuita. Acabar con su vida, mantienen esas mismas fuentes, no encajaba con su carácter, nada depresivo, incluso en los peores momentos del periplo judicial que en los últimos años lo llevó en dos ocasiones a la cárcel.

En cualquier caso, la Delegación del Gobierno en Andalucía aseguraba ayer que las causas del suceso aún se están investigando, y que será la autopsia, que se le practicará hoy a partir de las 9 de la mañana en el Instituto de Medicina Legal de Córdoba, la que revele si fue un suicidio o un desafortunado accidente lo que acabó con la vida del exfinanciero.

A punto de cumplir los 70 años -los habría celebrado el 8 de agosto-, Blesa llegó solo a las dos de la madrugada del miércoles a la finca Puerto del Toro, ubicada en Villanueva del Rey (Córdoba), conduciendo su propio coche. Supuestamente tenía previsto pasar allí unos días, de caza. Tal y como había hecho en ocasiones anteriores, en algunas de las cuales estuvo acompañado por su esposa desde el 2013, Gema Gámez.

La finca, de 2.000 hectáreas de extensión y situada en el corazón de Sierra Morena, es propiedad del grupo empresarial Prasa.

Blesa madrugó. Se levantó a las 7.30 de la mañana y desayunó acompañado por Rafael Alcaide, que es, junto con Fermín Gallardo, uno de los gestores del coto de caza que hay en la finca.

Fue un trabajador de Puerto del Toro el que llamó a Emergencias unos minutos antes de las ocho de la mañana, después de encontrar el cuerpo sin vida del exbanquero, tendido junto a su coche. Durante el desayuno, les dijo a sus acompañantes que iba a mover su vehículo para dejarlo a la sombra antes de salir a cazar.

Los servici-os sanitarios que, junto con la Guardia Civil y la policía judicial, se personaron en la finca tras la llamada, certificaron su muerte a las 8.40 de la mañana. El juez de guardia del Juzgado número 2 de Peñarroya-Pueblo Nuevo decretó al mediodía el levantamiento del cadáver, que fue trasladado a Córdoba, donde hoy se le practicará la autopsia. A medida que avanzaba el día, los testimonios de los allegados reforzaban los indicios de un suicidio. 

«Ha venido a pegarse un tiro»

«Esto es tan sencillo como que ha venido de Madrid a pegarse un tiro a Puerto del Toro», aseguró un amigo íntimo, citado por el Diario de Córdoba, que ayer recogía que poco antes de morir, Blesa le dijo a Alcaide que le iba a dar el teléfono de su mujer, «por si hace falta que la llames».

También se interpretaa como señales de sus intenciones de suicidio que llegar a la finca sin equipaje, cuando «solía traer una gran bolsa»; y que, en contra de su costumbre -acostumbraba a usar las escopetas que había en el cortijo- esta vez hubiera llevado la suya, para no comprometer a nadie de Puerto del Toro. Eso y que en la última semana había anunciado y renunciado varias veces a ir hasta Villanueva del Rey.

«Sorprende que haya elegido [para suicidarse] un lugar donde se le ha dado trato de príncipe», señaló un cazador habitual de la finca. 

Dueño de quince armas

Su pasión y pericia como cazador quedaron profusamente probadas en las múltiples instantáneas que se tomó en sus viajes, con las piezas cobradas. De hecho, entre los cargos más abultados que hizo a la tarjeta black de Caja Madrid, por cuyo uso irregular fue condenado a seis años de cárcel, están sus safaris por África.

El exbanquero poseía licencia de los tipos D y E, la primera para armas largas de caza mayor y la segunda para las de tiro deportivo y escopetas de caza, según confirmaron fuentes oficiales. En total, Blesa era propietario de quince armas, y fue el disparo de una de ellas el que acabó con su vida.

Montoro siente «mucho» la muerte del expresidente de Caja Madrid

El fallecimiento de Miguel Blesa golpeó ayer los círculos políticos y económicos del país que, pese a las polémicas que envolvían su actuación profesional, fueron unánimes en el pésame.

«Los que le conocíamos sentimos mucho ese fallecimiento», señaló desde el Gobierno el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro. Desde las comunidades autónomas, el presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, manifestó su «profunda tristeza», pero recordó que, con su gestión, el exbanquero «hizo muchísimo daño» y «perjudicó» a mucha gente. Su homóloga madrileña, Cristina Cifuentes, expresó su «pesar» por la muerte «en unas condiciones tan trágicas» y dio el pésame a la familia.

Desde el PSOE, el secretario de Empleo, Toni Ferrer, también envió sus condolencias al entorno del expresidente de Caja Madrid y evitó hacer cábalas sobre las circunstancias del fallecimiento. «Hay que respetar el dolor de su familia, no corresponde al ámbito político hacer juicios de valor o establecer las causas o la forma en la que ha fallecido», subrayó. El secretario de Análisis Estratégico de Podemos, Íñigo Errejón, dijo que espera «con mucha prudencia» a que se certifique la causa de la muerte, al tiempo que transmitió el pésame a la familia del exbanquero, con «el mayor de los respetos en la esfera personal».

En la misma línea se manifestaron desde los sindicatos. «Lamentamos el fallecimiento y no añadimos absolutamente nada más», apuntó Fernando Lezcano, secretario de Organización de Comisiones Obreras. «Cuando muere una persona en unas condiciones dramáticas, como parece que es el caso, siempre es lamentable y difícil de asimilar», apuntó por su parte el secretario general de UGT, Pepe Álvarez.

Miguel Blesa llegó a la presidencia de Caja Madrid de la mano de José María Aznar -con quien le unía una sólida amistad- en octubre de 1996. Y allí permanecería durante los siguientes 13 años.

Con el paso del tiempo, Blesa fue perdiendo apoyo en el seno del PP madrileño. Tanto que se crearon dos bandos: los aguirristas, empeñados en desalojarlo de la caja; y los gallardonistas, defensores de su permanencia.

El presidente Rajoy media en la guerra fraticida e impone a su propio candidato: Rodrigo Rato. El exvicepresidente de Aznar exdirector del FMI se hace con las riendas de la entidad. Por poco tiempo.

Las demandas jempiezan a alterar el dorado retiro del exbanquero. Entre ellas, una por la concesión supuestamente fraudulenta de un crédito de 26,6 millones al entonces presidente de la CEOE Gerardo Díaz Ferrán.

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Cercado por la justicia: causas pendientes y seis años de cárcel

Fue el primer banquero en pisar la prisión en esta crisis

a. balseiro

A medida que la crisis avanzaba en el calendario, Miguel Blesa pasó del Olimpo del sistema financiero patrio a despeñarse hasta sus mazmorras. De hecho, el de Linares fue el primer banquero que acabó -fugazmente, eso sí- en prisión. Allí lo envió en dos ocasiones en el 2013, con un mes de diferencia, el juez Elpidio José Silva, que investigaba la compra del City National Bank de Florida (CNBF) por parte de Caja Madrid, cuando Blesa estaba al frente, en el 2008.

En la cárcel apenas permaneció cuatro días -en la primera ocasión pagó 2,5 millones de euros de fianza- y quince -en la segunda-, ya que la Audiencia Provincial de Madrid anuló el caso y el juez, que acabó inhabilitado, no tuvo más remedio que ponerlo en libertad.

«Quiero un juez imparcial, que es lo que no he tenido hasta ahora», fue lo primero que dijo Blesa a los periodistas nada más poner un pie fuera de Soto del Real. Soberbia, arrogancia y altivez fueron su tarjeta de visita durante el periplo judicial de sus últimos años, que acabaron por convertirlo en un apestado entre quienes antes lo amparaban, crecido a la sombra de su amigo y valedor José María Aznar.

Su primer revés en los tribunales fue el que se materializó hace cinco meses en forma de seis años de cárcel por el uso indebido de las tarjetas black en Caja Madrid. Cargó más de 436.000 euros en gastos suntuarios ajenos a su actividad en la entidad financiera: safaris, viajes o carísimos vinos entre ellos. 

Confiaba en eludir la cárcel

Recurrió la condena ante el Supremo y confiaba en que el alto tribunal se la rebajara, incluso en eludir la prisión. La Audiencia no le impuso ninguna medida cautelar hasta que la sentencia no fuera firme. Su entorno sostiene que, aunque estaba «preocupado», en ningún caso estaba deprimido por ello, motivo por el que descartan que su muerte haya sido un suicidio.

Pero el mediático juicio de las black no era el final, sino el principio de sus cuentas pendientes con la Justicia. Y es que el exbanquero estaba incurso en otras dos causas: la de las preferentes y la de los sobresueldos millonarios cobrados por la cúpula de Caja Madrid. De hecho, el juicio por este último asunto, que habría causado un perjuicio al FROB de 14 millones de euros, estaba muy próximo y Blesa se enfrentaba a una nueva pena de cárcel: otros cuatro años, que complicaban su situación.

En el capítulo de la comercialización de participaciones preferentes, que volatilizó los ahorros de 300.000 pequeños inversores, se investigaba como pieza separada del caso Bankia.

Los preferentistas fueron su principal azote. Jubilados armados con silbatos, megáfonos, camisetas y pancartas, perseguían al otrora poderoso personaje en cada una de sus citas judiciales. En la memoria colectiva queda la imagen de un Blesa, con un ojo vendado y gafas de sol, escoltado por la policía siendo zarandeado y golpeado en la cabeza con una pancarta. La tensión llegó a ser tal en sus comparecencias, que el juez les prohibió acercarse a la entrada de Audiencia Nacional.

«Todos cometimos excesos antes de la crisis. Todos», aseguraba Blesa, que nunca admitió haber hecho nada mal. Su falta de arrepentimiento llegó al punto de cargar sobre los preferentistas la responsabilidad de haber comprado los títulos : «Un jubilado tampoco es un ignorante financiero».