La empresa inicia en Nigrán una nueva fase de expansión, con la vista puesta en el negocio aeronáutico
19 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.No fue en un garaje, pero los inicios de Lupeón recuerdan mucho a los de las grandes empresas tecnológicas. Fue en un piso de menos de 30 metros donde, en el 2013, dos primos de Ordes, Adrián Sánchez y Luis Mandayo, dieron sus primeros pasos en el negocio de la fabricación aditiva, provistos solo de una impresora 3D. Ingenieros de formación, fue el paso de Mandayo por Viena, donde realizó su proyecto fin de carrera, el que les abrió los ojos sobre las posibilidades que ofrecía esta industria emergente, sobre todo para los que, como ellos, querían desarrollar su carrera sin necesidad de emigrar. Y vaya si lo consiguieron. De Santiago pronto se cambiaron a un local mucho más grande en Ordes, pero el verdadero salto de dimensión lo dieron el año pasado, con la entrada en el capital como accionista del grupo Vicalsa, que les aportó el músculo financiero necesario para seguir creciendo.
La expansión va rápida: acaban de mudarse a una nave del polígono de Porto do Molle, en Nigrán, con una superficie diez veces superior al local que ocupaban antes y que les permitirá estar más cerca de sus grandes clientes: las empresas de la automoción y otras industrias del metal. Y su intención es que la plantilla, compuesta ahora por cinco personas, también crezca, al menos hasta duplicarse.
«Al principio haces un poco de todo, pero siempre con la mente muy clara en que queríamos ir a la industria», cuenta Mandayo, mientras Sánchez detalla todas las posibilidades que ofrece la impresión en tres dimensiones. Entre ellas, la de la «reingeniería de piezas», que permite sustituir componentes complejos, formados por varios elementos, por otros que gracias a esta tecnología se pueden fabricar en una sola pieza, ahorrando costes, sobre todo en el montaje.
Pero los pedidos son de lo más variopinto: desde una réplica ampliada del oído de un paciente que tenía una deformación encargada por el equipo médico que tenía que operarlo para planificar la intervención, a la maqueta del nuevo estadio de Balaídos. En cuanto a sus objetivos a futuro, los socios de Lupeón apuntan alto, hacia sectores como el sanitario y el aeronáutico, aunque el salto a estas industrias requiere de un proceso de validaciones y certificaciones por el que, dicen, «estamos empezando a caminar».
Mercado global, vocación local
Mandayo y Sánchez explican que en estos cuatro años han recibido pedidos de todo el mundo, desde Estados Unidos a Australia. Pero si bien «al principio vendíamos más para fuera, ahora el 60 o el 65 % de la facturación proviene de Galicia», cuantifican. Porque si hay algo que tienen claro estos dos jóvenes emprendedores (29 años Luis, 27 Adrián) «es que no saldríamos de Galicia».
Ofertas han tenido, pero dicen que «para irnos no habríamos pasado esa travesía del desierto». Entre los pedidos que llegan de fuera, y los que genera la industria local, tienen mercado suficiente para competir no solo con otras empresas gallegas emergentes sino con las de otros polos donde la impresión 3D gana peso, como el País Vasco, Madrid o Cataluña.
La competencia no les asusta, porque, aseguran, «es señal de que el mercado se amplía y hay más proyectos».