Ellos conocen a Ortega y, quizá, en breve a la realeza saudí

Sofía Vázquez
Sofía Vázquez SOFIA.VAZQUEZ@LAVOZ.ES

ECONOMÍA

Carlos Saavedra y Cándido Hermida llegaron a Inditex hace años y sin enchufes

20 mar 2017 . Actualizado a las 10:30 h.

Sus nombres son Carlos Saavedra y Cándido Hermida. Llegaron a la multinacional fundada por Amancio Ortega hace años y sin enchufes (porque en Inditex, según parece, es difícil que te hagas proveedor si vas con la retahíla de «yo soy amigo del jefe»). Uno se dedica al diseño y fabricación de equipos de sonido y vídeo más sofisticados; el otro, a la realización de muebles de madera y otros materiales. Ambos forman parte de una cartera de 7.000 proveedores que, como la necesidad aprieta, han optado por la internacionalización. Hasta tal punto -y demostrando que este mundo es un pañuelo- que ambos participan en proyectos vinculados con el AVE a La Meca, donde la realeza saudí tiene mucho que decir.

Manhattan en Bergondo

Carlos Saavedra, fundador de Trison, no para quieto un momento. Se le ve nada más abrirse la puerta y bajar las escaleras de una nave cuyo interior sorprende porque es todo menos industrial. Se trata de un espacio moderno, acogedor y a la altura de los que se puedan encontrar en Manhattan. Hay aparatos de audio y vídeo, un futbolín, y en el show room, una tienda piloto que diseñaron para Movistar. Allí, este empresario nacido en Cesuras cuenta cómo llegaron a Inditex: «La música en las tiendas Zara se escuchaba no todo lo bien que debiera. Hicimos un proyecto y se lo presentamos a Juan Carlos Rodríguez Cebrián», sobrino político de Ortega, que en aquel momento ocupaba un puesto relevante en la multinacional. Desde entonces, Trison es proveedor de Inditex -aporta el 70 % de su facturación-, tiene implantación global y es líder mundial en imagen led. Está presente en 80 países con nueve oficinas internacionales, factura 48 millones de euros, su plantilla la integran 241 empleados (genera 1.400 indirectos) y cuenta con filiales en EE.UU., México, Rusia, China, Reino Unido, Taiwán, Brasil, Corea y Japón. Tras ganar un concurso internacional en el que participaron 30 firmas, instalará una pantalla táctil gigantesca (27 metros de ancho por 1,20 de alto) en un lugar preferente de la estación de Riad.

El mismo perfil, pero de San Sadurniño

La primera impresión que transmite Cándido Hermida es la de ser un hombre humilde, trabajador. La percepción cambia con las cifras de la empresa en la mano: factura 56 millones, cuenta con 500 empleados y su empresa tiene presencia en 70 países y filiales en Estados Unidos, Canadá, Francia y Catar. Además, dispone de dos fábricas de madera, otras dos de metal, una de materiales innovadores como el solid suface (no es poroso y por ello se tiene muy en cuenta en la construcción de quirófanos) y una constructora. En la actualidad, este grupo de la comarca de Ferrol trabaja en diez vagones del AVE a La Meca destinados a la familia real saudí. Pero no es el primer trabajo que les hace a miembros relevantes del mundo árabe: participó en el equipamiento del Museo Nacional de Catar y en la creación de una isla artificial en el emirato de Sharjah. Entre sus clientes también están firmas como Carolina Herrera, Michael Kors, Loewe, Guess; y hoteles como AC, Intercontinental o Westing. Las instalaciones de la empresa no tienen espacio para el almacenamiento. Fabrican y envían, fabrican y envían. Just in time, método clave en el éxito de Inditex, su principal cliente.

Cuando Cándido Hermida, flanqueado por sus dos hijas Natalia y Cristina, y su yerno Juan Carlos Domínguez, comienza a hablar se escucha al fondo a un colaborador de Inditex: «Es como el señor Ortega. Son iguales». Este empresario, ebanista por devoción, siempre tuvo responsabilidades.

Nació en San Sadurniño hace 78 años. Cuando aún era un bebé se quedó huérfano de padre y se crio con sus abuelos, que le recordaron que «tenía que cuidar a mi madre». Nunca dejó de hacerlo. De niño trabajaba el campo por el día y por la noche estudiaba. Jornada tras jornada. A los 17 años logró entrar en una ebanistería y fue cambiando de trabajo, pero siempre en el mismo sector. Cuando tenía 45 años y seis hijos cerró su empresa y se quedó en el paro. Pero solo durante 15 días, porque ya montó el taller. Fue en 1984. Pocos años después, la gente de Amancio Ortega se puso en contacto con él- «no sé quién le hablaría de nosotros»- y le encargó 90 mostradores que tenían que acabar en cuatro días. Sin problemas, pero con apuros.

Conclusión

Viendo estos ejemplos empresariales uno se pregunta: ¿hay más empresas en la capital de España porque allí se agolpan todos los listos o es a consecuencia del llamado centralismo?

Ya saben ustedes que a ojos de los miopes económicos, sociales y políticos solo existen Madrid y Barcelona; el resto del territorio español se limita a ser «las provincias». Ja, ja.