Se empeñó en relanzar una empresa de otro

Sofía Vázquez
Sofía Vázquez SOFIA.VAZQUEZ@LAVOZ.ES

ECONOMÍA

Detrás de un proyecto empresarial con sólidos cimientos hay personas interesadas en otras cuestiones que no sea el dinero

29 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Si detrás de un gran hombre dicen que hay una gran mujer -y viceversa, ¿por qué no?-, me atrevo a aventurar que detrás de un proyecto empresarial con sólidos cimientos hay personas interesadas en otras cuestiones que no sea el dinero, que, por cierto, también es importante. Entre las cualidades que coinciden en tener y retener estas personas se encuentra la paciencia. En mayo hará un año que La Voz publicó: «Oural empieza a salir del túnel». El titular venía a cuento de la posible reapertura de una cementera que había sufrido en las entrañas los efectos de la crisis, y en la práctica cerró. Con ella lo hicieron buena parte de los negocios de la zona que, entre otros, recibían a los centenares de camioneros que transportaban el material desde Lugo al resto de España.

La fábrica de Oural pertenece al grupo brasileño Votorantín, tan enormemente gigantesco que buena parte de los trabajadores de Cementos Cosmos no saben ni quién es ni cómo se llama su presidente. Algo impensable de detectar en cualquier trabajador de Zara en Tokio -por poner el ejemplo de una ciudad lejana-, que seguro sabe pronunciar en un perfecto gallego la palabra Arteixo y es capaz de colocar a esta población en su lugar correspondiente en el mapamundi. Así las cosas, el cierre de la fábrica de Oural les dolió sobre todo a los trabajadores y a los vecinos de la zona, pero a pocos más, a pesar de que este núcleo de población era hasta hace cuatro años el de mayor pujanza económica y el de mayor actividad del concello de Sarria. Algunos de los miembros de la plantilla de Oural se recolocaron en otra fábrica que la compañía tiene en Toral de los Vados (León), donde la tecnología y las medidas de seguridad alcanzan niveles de calidad elevados.

Ahora que la crisis parece que despeja, Jaime Santoalla, ingeniero de formación y con máster MBA, planteó en su compañía la oportunidad de relanzar la fábrica gallega porque de no hacerlo, el futuro solo pasaba por su desmantelamiento. Obtuvo el visto bueno de sus jefes y en mayo del 2016 la noticia corrió como la pólvora por toda la comarca de Sarria. Se explicó que la energía que se quiere utilizar para procesar los materiales que dan lugar al cemento estaría vinculada a los desechos industriales. Se trata de valorizar los residuos o lo que es lo mismo, de tratarlos para darles valor económico.

A partir de ahí se pusieron en marcha todos los trámites para relanzar el proyecto. Si en mayo del año pasado el pueblo ya estaba celebrando la noticia, esta semana la Dirección Xeral de Calidade Ambiental confirmó que está en fase final la solicitud allí solicitada.

Con la agilidad que determina el éxito del sector privado, la compañía ya ha empezado a realizar las primeras 18 contrataciones (diez tuvieron lugar en octubre pasado y 8 en enero), y además ya ha contactado con potenciales suministradores. Entre ellos se perfila la empresa González Couceiro, con sede en Pontevedra, que ha resultado ser la adjudicataria de los neumáticos de Fene, As Somozas y A Laracha. También como futuro suministrador se puede pensar en la planta de residuos industriales peligrosos de Galicia (conocida como Sogarisa), con la que se ha hecho el capital gallego después de haber ganado hace escasos meses la licitación para su explotación. Esta planta, que ha pasado a estar en manos del grupo Campo ( 70 %) y Macovit (30 %), gestiona el 80 % de los residuos peligrosos generados en la comunidad gallega y se plantea una inversión de 20 millones. Parece que la Galicia empresarial quiere remontar con directivos que no miran si la empresa es suya o es de otros. En este despertar está claro que hay de todo.