El objetivo del que podría calificarse como grupo rebelde siempre ha sido restaurar la cotización de la empresa, lo que requiere el beneplácito de un regulador que ha convertido el caso Pescanova en todo un caso ejemplarizante a la hora de evitar escándalos públicos; y no le ha temblado la mano para sancionar al expresidente, Manuel Fernández de Sousa.
Los antiguos socios quieren reanudar las operaciones en bolsa para asegurar desde la vieja Pescanova la financiación de los recursos necesarios para comprar títulos de la Nueva Pescanova, en la que se concentran las verdaderas actividades empresariales. Un viaje en el túnel del tiempo para aferrarse al palo mayor del grupo pesquero antes de que los bancos los tiren al agua con una ampliación de capital.