De Guindos se olvida de Galicia en sus memorias

rubén santamarta REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

JUAN MEDINA | Reuters

«España amenazada» es un ajuste de cuentas con su exjefe Rato, sin casi rastro del rescate de Novagalicia

13 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Menos de 170 páginas para condensar cerca de cinco años al frente del Ministerio de Economía durante una etapa extraordinariamente convulsa en el país, rescate incluido. España amenazada (editorial Península) es una suerte de memorias de Luis de Guindos en las que el nombre de Rodrigo Rato -por la gran decepción que le dejó su exjefe- se repite una veintena larga de ocasiones, y las referencias a Galicia se quedan en media decena de casos. Solo se cita, de pasada, el rescate de Novagalicia Banco, entidad que precisó más de 9.000 millones de euros en ayudas públicas, que acabó con parte de sus antiguos gestores en la Audiencia Nacional y que pasó por un doloroso conflicto social por las preferentes.

El trabajo de De Guindos que hoy sale a la venta es, ante todo, un ajuste de cuentas con su antiguo jefe, el que provocó la fusión, salida a bolsa y rescate de Bankia -el auténtico polvorín del sector financiero en España- en el que el reflote de la entidad gallega apenas tiene relevancia. De Guindos sí recuerda, por ejemplo, la elevada indemnización que se llevó José Luis Pego cuando dejó la cúpula de Novacaixagalicia, aunque sin dar explícitamente su nombre: «En las cajas con participación del FROB, lo más llamativo eran las indemnizaciones por cese. Según recogía el Banco de España, en Novacaixagalicia, por ejemplo, al director general le correspondían 18,6 millones de euros, en su mayoría por compromisos de pensiones». «En algunos de estos casos [como sucedió en Galicia], las indemnizaciones no se han llegado a cobrar porque en su día se litigaron. Algunas de ellas están todavía en los tribunales».

De Guindos recuerda ahora que durante el proceso de reestructuración bancaria se produjeron fusiones inviables. El dardo va directo hacia Miguel Ángel Fernández Ordóñez, a quien afea (lo repite en todo el relato) que desde el Banco de España no hiciera antes los deberes con las cajas. «La idea era fusionar entidades sin tener en cuenta los territorios en la búsqueda de la eficiencia económica. Pero tampoco fue posible en algunos casos por la resistencia de los poderes autonómicos a perder el control sobre las cajas regionales. Las entidades, de hecho, estaban en manos de partidos y organizaciones sociales, y el dueño era la fuerza política gobernante en la comunidad. Con estos condimentos, el caldo de cultivo para lo sucedido después estaba servido», apunta haciendo referencia a los años 2009 a 2011. «La institución [el Banco de España] tampoco contaba con un buen diagnóstico de la situación para darle una intensidad adecuada a lo que estaba ocurriendo y valorar las consecuencias», agrega.

Tampoco se detiene demasiado De Guindos ante el drama de las preferentes en Galicia, donde se articuló un arbitraje pionero negociado en Bruselas por Castellano, presidente entonces de Novagalicia y que aquí aparece casi como mérito del ministro.

La crisis de Bankia

A partir de ahí, el libro es pura crisis de Bankia. «Durante estos primeros meses de 2012, Rodrigo Rato vino a verme al despacho unas quince veces, la mitad de ellas solo», cuenta. Es revelador, por ejemplo, cómo rememora la incredulidad de los grandes banqueros -Emilio Botín y Francisco González- al escuchar el plan de Rodrigo Rato para salvar Bankia (y su sillón) durante una cena privada en el Ministerio de Economía. O cómo le dio largas desde que le comunicó que dimitiría hasta que finalmente lo hizo. O cómo fracasó la fusión con La Caixa. Cómo descubrió, por un llamada de teléfono, que en Bankia había una cosa llamada tarjetas black, un escándalo cuyo juicio, con decenas de imputados, arranca este mes.