Imprescindibles en Galicia, son una rareza en España. Sin estas sucursales, 160.000 clientes se quedarían sin red
24 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.El concepto de banca móvil nació hace veinte años, pero nada tenía que ver con los teléfonos inteligentes, los que van camino de acabar con las sucursales de siempre porque permiten realizar todo tipo de operaciones desde un aparato que cabe en el bolsillo. El concepto de banca móvil en los 90 era bastante más grande e iba sobre ruedas.
Y sigue ahí. Es el bus convertido en oficina, con su cajero y personal de seguridad, una rareza que en Galicia solo mantiene Abanca y que fuera del noroeste apenas subsiste en otros tres territorios. El objetivo es claro: acercar los servicios financieros a lugares que, o bien se han quedado sin sucursal por el proceso de reestructuración y cierres, o bien no la tuvieron nunca pero precisan ese servicio. Es uno de los mejores ejemplos de eso que se dio en llamar la inclusión financiera y que tan bien cumplían las desaparecidas cajas: permitir que cualquier ciudadano, con independencia de sus ingresos, pudieran tener su cuenta corriente.
Abanca mantiene dos rutas con las que cubre las demandas de unos 160.000 clientes -tiene más de dos millones, entre particulares y empresas- de una veintena de municipios o parroquias. De Sandiás a Baltar, Os Blancos, Monterrei, Oimbra, Rairiz de Veiga, Trasmiras Codeseda, Cabanas, Camelle... En Serantes, una parroquia ferrolana que fue concello hasta 1940, dicen que si les quitan ese servicio se van del banco. «Esta oficina no puede desaparecer», cuenta Pablo, uno de los primeros en llegar. Y lo ratifican la veintena de clientes que pasan después. En una hora, una veintena por delante de Francisco Maroño, a quien todos le llaman Paco. Le conocen de sobra; lleva más de diez años en ruta, sabiendo de sus finanzas y dándoles charla a todos (es un tipo de palabra ágil). Y él también los conoce a todos. «¿O se sempre?», pregunta Paco a una clienta que tiene un pequeño negocio en la zona. Lo de siempre es pagar alguna factura y retirar dinero, casi siempre la misma cantidad. «Con isto xa non teño que baixar a Ferrol, para min é suficiente para toda a semana», relata Carmen.
En ese bus los clientes pueden realizar prácticamente toda la operativa convencional de una sucursal, aunque si tienen que firmar alguna operación de crédito -una hipoteca, por ejemplo-, se les tiene que derivar a una sucursal convencional.
La oficina móvil de Paco y la de otra compañera -se reparten las dos rutas- recorren al año unos 85.000 kilómetros y están dispuestas para atender no solo a esa población sin red, sino también cualquier imprevisto: desde servir a usuarios en festivales de música hasta cubrir imprevistos. Dos casos recientes: la bomba en la oficina de O Rosal o el temporal del Klaus que inutilizó parte de la red.
«Este es un servicio que los clientes agradecen, y que saben que está el mismo día y el mismo sitio», explica Paco mientras despacha a un tipo que no cumple con el perfil esperado: en la treintena y con el smartphone en la mano. Porque lo cierto es que la mayoría de la gente que pasa por delante de Paco supera los 70. Para ellos el móvil, confiesan, sirve para llamar y ver las fotos de hijos y nietos. Ni se les ocurre consultar sus movimientos bancarios o hacer un pago. «Para iso temos esto», resume una de las clientas.