El paraíso es para los ricos... Y no hace falta morirse

Mercedes Mora REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

Países en las listas de paraísos fiscales
Alexia López

Los territorios opacos al fisco ocultan el equivalente a casi siete veces el PIB español

07 abr 2016 . Actualizado a las 14:46 h.

¿A quién no le suena eso de que la era de los paraísos fiscales se ha acabado y lo de que el secreto bancario ya es historia? Es la altisonante declaración con la que, cada cierto tiempo, y tras la celebración de alguna de sus cumbres, se llenan la boca los líderes mundiales. Luego, pasa el tiempo, salta algún escándalo, y los ciudadanos comprueban que nada ha cambiado. Que todo sigue igual. Que aquello que habían anunciado a bombo y platillo se lo llevó el viento. Que grandes -y no tan grandes- fortunas y -lo que es peor- corruptos, mafiosos y terroristas siguen campando a sus anchas en los tan denostados -de boquilla, claro- paraísos fiscales. Casi todos, para no pagar al fisco y los delincuentes, además, para esconder y mantener a buen recaudo los réditos de sus crímenes. Sin despeinarse. Porque resulta tan fácil abrirse una cuenta o crear una sociedad en uno de esos territorios como confirmar el borrador de la renta. O casi.

Es lo que ha ocurrido esta semana tras salir a la luz pública los llamados papeles de Panamá. Todo un señor escándalo -la mayor filtración de datos fiscales de la historia- , que viene a demostrar lo dicho más arriba.

Ahí van algunas cuestiones para intentar arrojar luz sobre un asunto que, a las puertas de la campaña para cumplir con Hacienda, ha exaltado los ánimos de los atribulados contribuyentes patrios.

¿Qué son los paraísos fiscales?

Pues su nombre no puede ser más descriptivo. Son países o territorios que eximen -o casi- del pago de impuestos a los extranjeros que tienen allí cuentas bancarias o constituyen sociedades. Mientras, las empresas y ciudadanos residentes del país en cuestión sí han de cumplir con el fisco. Como debe ser.

Pero, eso no es todo. El anonimato es otra de las virtudes del paraíso. Los datos personales de propietarios y accionistas de empresas no figuran en los registros públicos. O, si hay que consignarlos, se permite el uso de representantes formales. Testaferros, para entendernos.

Otra de sus bondades es el estricto secreto bancario, que solo se saltan sin hay evidencias de delitos graves como el terrorismo o el narcotráfico. Todo ello se completa con una vasta oferta de servicios legales, contables y de asesoría fiscal. Por no hablar de que, en la mayoría de los casos, la oferta turística y la belleza del entorno hacen el resto.

¿Cuántos hay en el mundo?

Difícil respuesta. El número depende de quién elabore la lista. Si le hacemos caso a la OCDE, solo hay dos en todo el mundo: Nauru y Niué. No hay quien se lo crea.

Resulta que cada país tiene su propio listado. En el de España figuran una treintena larga de nombres. Y el de Panamá, origen del último y monumental escándalo, no está. Y ahora Hacienda, que lo excluyó en el 2011 tras firmar un acuerdo para evitar la doble imposición que incluía una cláusula de intercambio de información, se plantea volver a incluirlo. A buenas horas, que dirán algunos.

Cuando se rubricó aquel acuerdo, Panamá se comprometió a que si el fisco español le enviaba un requerimiento de información de un determinado contribuyente, levantaría el secreto bancario y le facilitaría los datos. El problema, que tiene que ser a petición de España. Contribuyente por contribuyente. Vamos, que han de existir sospechas para que se decida actuar.

A nadie se le escapa que lo suyo sería el intercambio masivo y rutinario de información.

¿Es ilegal tener dinero en un paraíso fiscal?

Por supuesto que no. Lo que es ilegal es ocultar ese dinero a la Hacienda patria o que se haya amasado con actividades delictivas. Mientras uno cumpla rigurosamente con sus obligaciones fiscales puede tener su dinero donde mejor le parezca. Solo faltaba...

Claro que no todo el mundo que tiene una cuenta o una sociedad en un paraíso fiscal está quebrantando la ley. Y si alguna vez lo hizo y luego se acogió a una amnistía fiscal... Todo en orden. Pero no hay corrupto o gran delincuente que se precie que no tenga su dinero a buen recaudo en uno de esos paraísos fiscales esparcidos por el mundo.

¿Cuánto dinero esconden?

Es casi imposible saberlo. Y en eso precisamente reside el éxito de los paraísos fiscales, en que son inexpugnables. Si no, adiós negocio. Pero ahí van un par de cálculos que algunos expertos se han aventurado a hacer y que nos dan una idea bastante certera de la dimensión del problema.

Ya en el 2007, el Fondo Monetario Internacional alertaba de que uno de cada cuatro euros que se mueve en la economía mundial se ocultaba del fisco en estos territorios opacos.

Desde la ONG Oxfam Intermón afinan un poco más y cifran en 7,6 billones de dólares (unos 6,7 billones de euros) el dinero que esconde en los paraísos fiscales una minoría privilegiada. Una cantidad equivalente al 8 % del patrimonio financiero individual. Es casi siete veces la riqueza que es capaz de crear España en un año. Y se traduce en una pérdida de 190.000 millones de dólares al año en ingresos para las haciendas de todo el mundo. Tres veces y media el producto interior bruto de Galicia. Se dice pronto

Visto lo visto, nadie puede decir que es descabellado afirmar que el sistema fiscal internacional es un auténtico coladero por el que esfuman recursos vitales para las arcas públicas de los países. Recursos que, en algunos casos -el de los países más pobres del planeta-, servirían para salvar vidas humanas. Palabras mayores.

¿Por qué no se acaba con los paraísos fiscales?

Pues la opinión que muchos expertos comparten es la de que no existe voluntad política para acabar con ellos. Por mucho que los líderes mundiales se desgañiten asegurando lo contrario. Fue el G-20 el que proclamó en el 2009 que la era de los paraísos fiscales había llegado a su fin. Cuatro años después, la OCDE se apresuraba a certificar la defunción. Dijo que ya no había territorios opacos porque habían pasado por el aro y firmado convenios de intercambio de información. Lo que no dijeron sus responsables es que habían hecho trampa. Sí que habían firmado pactos de esa naturaleza. Era cierto. Pero unos con otros. Suficiente para abandonar el listado de la vergüenza. Asombroso.

Tomemos como ejemplo a la propia UE. Sus dirigentes dicen haber declarado la guerra a la opacidad fiscal. Pero antes de limpiar el mundo de malhechores fiscales ha fregar uno su propia casa. Y en territorio de la Unión existen paraísos fiscales, como Luxemburgo. Por no hablar de las ventajas que ofrecen algunos de sus Estados para eludir el pago de impuestos en casa. El primer ministro británico, David Cameron, ha sido uno de los que más guerra han dado en los últimos tiempos con lo de exigir mayor transparencia. Incluso ha manifestado que está «decidido» a obligar a que las Islas Caimán y las Islas Vírgenes Británicas se avengan a razones y entren en el redil de la claridad. Pero, hete aquí que los papeles de Panamá han revelado que el difunto padre del premier, Ian Cameron utilizó los servicios del ya famoso bufete pañameño de Mossack Fonseca para mantener su fortuna a salvo de las autoridades fiscales británicas. Nada que añadir.