China y la demanda global

ECONOMÍA

26 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

En los análisis que se vienen realizando en los últimos días sobre las turbulencias financieras de la economía china, se está hablando mucho de sus posibles razones internas y demasiado poco de sus más que probables causas externas. No tengo ninguna duda sobre las tentaciones especulativas en los mercados bursátiles y crediticios del gigante asiático por parte de sus crecientes y multimillonarias élites inversoras, pero me temo que los problemas de fondo de esa economía (lo que se llama por aquí los fundamentales) son muy otros. Diría que son dos caras de una misma moneda: la escasa componente del consumo y demanda interna en su PIB por un lado; y la muy alta dependencia de las exportaciones por otro.

La economía china estaba condenada a desacelerarse (y ello a provocar graves turbulencias financieras a nivel global) porque desde el 2007 sus principales mercados exportadores (Estados Unidos y Europa) han visto desplomarse su demanda interna. La fábrica global que es China se encuentra con unos clientes que llevan siete años curándose de un sobreendeudamiento tóxico. Las multinacionales que tiran del PIB chino tienen graves dificultades para continuar cebando en las economías ricas la senda enloquecida de consumismo global previo a la crisis.

En esas condiciones no le queda otra a las autoridades económicas chinas que cebar la demanda interna. Pero el problema en este caso es aún más difícil de resolver. Porque el mayor éxito de China es su fabulosa capacidad de ahorro nacional (con un 50 % del PIB duplica la capacidad de ahorro de las economías occidentales más ricas, con datos del FMI) y eso solo es posible con una muy reducida capacidad de consumo interno. No me extraña que en esas condiciones su banco central esté facilitando al máximo el crédito y el endeudamiento internos, aunque me temo que ese reducido consumo tiene más que ver con unos niveles de ingresos que dan para pocas alegrías consumistas a la mayoría de la población.

En suma, podríamos estar ante los síntomas, y las consecuencias, de una crisis de demanda global.