Olvídese de la austeridad. Ha pasado a mejor vida. Y no porque la haya destruido la izquierda antisistema, simplemente porque la ha jubilado, por obsoleta, Mariano Rajoy. Lo triste es que ha pillado con el paso cambiado a Feijoo, que cuando hoy llegue a su mesa presidencial y lea el resumen de prensa descubrirá que es el último mohicano. No solo le van a retirar las medallas al buen gestor, sino que alguno, y posiblemente de su partido, lo acusará de vivir, en lo económico, muy despistado.
El déficit público, tótem religioso que tanto abrazó el Partido Popular, pronto será sustituido por el mantra que Rajoy empezó a entonar ayer: crecimiento, crecimiento y crecimiento. La nueva verdad generará la inflación que pagará las deudas, nos dará la recaudación que anulará el déficit y los salarios que harán olvidar la década pérdida. Este es el nuevo discurso oficial, y ayer, al anunciar que la reforma fiscal del 2016 se adelantaba a antes de ayer, lanzó el primer cántico. Suena raro, ¿verdad? Adelantar algo a antes de ayer, pues así es Mariano. Lo dice y se queda tan ancho.
Su nómina de este mes debería tener una menor retención, y si no es así, no se impaciente, en la de agosto seguro que le cae y compensando la de julio. Nos espera, por tanto, más renta disponible, y sobre todo el discurso de que el ayer ocurrió hace dos décadas. Cierre los ojos y escuche las noticias, ¿qué ve? Colapso económico en una Grecia que había conseguido crecer en el 2014, y al segundo, los datos económicos de una España tan robusta que es capaz de bajar los impuestos sobre la renta sin miedo a pérdidas en la recaudación
¿Sorpresa? Ninguna. Estaba claro que esta era la hoja de ruta de Rajoy para el primer trimestre del año entrante. Lo sorprendente es que ha sido la inestabilidad interna dentro del Partido Popular lo que le ha obligado a anticipar su cambio de política económica, con la vista puesta en las elecciones. Aún tendremos que darle las gracias a Pablo Iglesias.?