Grecia, camino del dra(c)ma

mercedes mora REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

ALKIS KONSTANTINIDIS | Reuters

Sin la ayuda de sus socios, el país está condenado a la quiebra y sus ciudadanos, a un corralito

17 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Nadie lo reconoce abiertamente. Pero, todos trabajan a marchas forzadas por si llega el momento. Ninguno quiere que lo pille ese toro. Grecia anda otra vez con un pie fuera del euro. Y en el cuartel general del BCE en Fráncfort llevan semanas preparándose para lo peor. También en Washington -sede del FMI- se han puesto manos a la obra. Y hasta discuten con los vecinos de Grecia (Bulgaria, Macedonia, Albania o Serbia) la manera de hacer frente a semejante hecatombe.

En todas partes se hacen simulaciones sobre cómo les afectaría el estallido de esa bomba de relojería y se levantan muros de contención por lo que pueda pasar.

En Bruselas, y sobre todo en Berlín, empiezan a estar hartos de los griegos. Y no son pocos los partidarios de que los helenos abandonen el club. Hasta sería bueno, mantienen, para la eurozona porque, dicen, reforzaría «la credibilidad de su marco institucional» y su «integridad». No comparten esa opinión otros muchos expertos, que ni siquiera se atreven a predecir la magnitud de lo que consideran sería una tragedia.

Es ese un camino que nadie antes ha recorrido. Tan desconocido, que ni siquiera están claros los pasos que hay que dar.

¿Qué pasará a finales de junio, cuando expira la prórroga del rescate, si no hay acuerdo?

El mundo no se acabará el 1 de julio. Ni siquiera para los griegos. No van a levantarse ese día y encontrarse con que ya no están en la eurozona. Técnicamente, mientras su Gobierno pueda seguir pagando lo que debe y sus bancos tengan liquidez, todo seguirá igual. Lo malo es que, sin el dinero de sus socios y con la manguera del BCE cerrada, ni lo uno ni lo otro parece probable. Es más, se antoja imposible. Por el lado de las cuentas públicas, hay poco que hacer. Los ingresos están cayendo y el cumplimiento de las promesas electorales de Syriza incrementa el gasto. Solo en junio, tienen que devolver diferentes tramos de préstamos al FMI por valor de algo más de 1.500 millones de euros y refinanciar vencimientos de deuda por otros 5.200. Y en julio, habrán de hacer lo propio con casi 500 al Fondo Monetario Internacional y 3.500 al BCE. Además de nuevos vencimientos por 2.000. Y en agosto, más de lo mismo.

¿Cuánto tiempo podría aguantar?

Sin acceso al mercado, y con el grifo de Draghi a medio gas, el Gobierno de Tsipras ya ha tenido que echar mano de la caja de ayuntamientos y empresas públicas para poder pagar las pensiones y las nóminas de los funcionarios. Pero, esa vaca, no le queda ya mucha más leche. Nadie sabe cuánto dinero le queda a Grecia. Pero sí que es poco. Muy poco.

Sin acuerdo, el impago es solo cuestión de tiempo. Si el país deja de pagarle al BCE, ya pueden los bancos helenos decir adiós a la financiación que este les brinda. La quiebra sería inmediata. En el caso del FMI, el pago puede retrasarse. Pero, solo un mes. Transcurrido ese tiempo, si no ha cumplido, Grecia estará muerta. El FMI tiene estatus de acreedor preferente y si él no cobra, ni que decir tiene que los demás tampoco. No habrá quién le preste dinero a los griegos.

¿Veremos un corralito en Grecia?

Es más que probable. Antecedentes no faltan. Lo vimos no hace mucho en Chipre. Y todo el mundo recuerda el que sufrieron los argentinos entre el 2001 y el 2002.

Para que Draghi siga prestándole dinero a los bancos helenos estos han de ser solventes. Y si Grecia quiebra, sus bancos también. Tienen miles de millones de deuda de su país en la cartera. Hasta puede -casi seguro- que doblen la rodilla antes que el Estado. Porque, si no hay acuerdo, nadie duda de que los griegos, que llevan meses pisando a fondo el acelerador de la retirada de depósitos, acudirán en masa a las sucursales para poner a salvo sus ahorros.

Si eso ocurre, la única salida que le quedará al Gobierno heleno para evitar que el sistema financiero se desmorone ante sus ojos será la de racionar los fondos. Eso implicaría que los ciudadanos no podrían acceder a parte de su dinero durante un tiempo. Mucho. Hasta que el Gobierno pueda imprimir la cantidad de billetes suficiente para hacer frente a las necesidades sin hundir en el abismo a su hipotética nueva moneda, ya fuera del euro.

¿Pero, puede de verdad Grecia abandonar la moneda única?

No. Al menos, no con los instrumentos legales que hay en estos momentos sobre la mesa de las instituciones europeas. Otra cosa es que ahora los creen.

El Tratado de Maastricht de 1992 -incluidas las modificaciones que aprobó el de Lisboa en el 2009- no prevé que un Estado pueda solicitar su baja como miembro del euro y, mucho menos, la posibilidad de una expulsión. Así que solo quedaría un camino: para abandonar la Unión Económica y Monetaria habría que abandonar la Unión Europea. Y, para eso, primero los griegos deberían solicitarlo -y votarlo, se supone- y luego el resto de los Veintiocho darle el visto bueno. Cuanto menos, complicado. Y, desde luego, que no será rápido.

¿Hay otra alternativa?

Una de las posibilidades que manejan los analistas -y hasta el BCE, según algunas informaciones- es que Grecia emita pagarés. Una suerte de segunda moneda virtual que solo funcionaría dentro de las fronteras helenas. Algo así como los patacones que circulaban en Argentina cuando el corralito. Una especie de regreso al dracma, pero dentro de la eurozona. No parece una opción muy recomendable. Solo Dios sabe cómo reaccionarían los mercados

¿Y, si cae Grecia, estarán el resto a salvo de la tormenta?

Hace semanas que un coro de voces de lo más variopinto se afanan en asegurar que el contagio sería mínimo. Que las cosas ya no son como en el 2012, cuando a punto estuvo el euro de saltar por los aires, con España contra las cuerdas. Cierto es que el club está ahora mucho mejor preparado que entonces para hacer frente a las turbulencias, pero hasta el propio BCE admite que un impago de Grecia sería «adentrarse en aguas desconocidas».