La banca en la sombra, ¿tan fiera como la pinta el sector?

Ana Balseiro
Ana Balseiro MADRID / LA VOZ

ECONOMÍA

STEVE JAFFE | EFE

El sistema financiero tradicional la considera una amenaza y reclama regulación, pero a la vez hace negocios con ella

03 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Se ha convertido en referencia habitual en los discursos de banqueros y reguladores de todo el mundo. La banca en la sombra -shadow banking por su nombre en inglés- llegó alentada por la crisis del sistema financiero, pero está aquí para quedarse. ¿Qué es y por qué levanta tantos recelos entre la banca tradicional?

¿Qué es el «shadow banking»?

«La banca en la sombra está constituida por las entidades que dan crédito y toman prestado evitando las regulaciones a que está sometido el sistema bancario de un país», explica el profesor emérito de Esade Robert Tornabell. En su informe del 2011, el Consejo de Estabilidad Financiera -Financial Stability Board (FSB)-, la definió como un «sistema de intermediación crediticia conformado por entidades y actividades que están fuera del sistema bancario tradicional». Es decir, que shadow banking es todo lo que, sin ser banco, funciona como tal. Entre los nuevos competidores están desde fondos de inversión, de capital riesgo o hedge funds hasta empresas de microcrédito o webs de crowdfunding, pasando por sociedades con liquidez para prestar. En este último segmento, las tecnológicas -Google, Apple, Amazon o Facebook- son las que mayores recelos despiertan en el sector financiero convencional.

¿Cómo, desde cuándo operan y cuánto mueven?

El estallido de la crisis financiera en el 2007 en EE.UU. fue el arranque. Los bancos dejaron de dar crédito, lo que favoreció la expansión de fórmulas alternativas de financiación. A ello se sumaron las crecientes exigencias regulatorias del sistema financiero tradicional, que estas nuevas vías -al margen de supervisión- eluden. Respecto al volumen de dinero que mueven, la Comisión Europa estima que en todo el mundo la banca en la sombra canaliza 53 billones de euros, la mitad de lo regulado. En Europa la cifra alcanzaría los 23 billones de euros. Según el presidente del Banco Popular, Ángel Ron, su volumen equivale al PIB mundial.

¿Cómo evolucionará su peso en el futuro?

«Ganará peso de forma sustancial en el sector financiero en los próximos años. Hasta tal punto que, en el 2020, sus activos podrían pasar del 25 al 35 % de los activos financieros globales». Esa es una de las principales conclusiones de informe Capital Markets 2020, presentado esta semana por PwC, y realizado sobre una encuesta a 250 directivos del sector financiero en todo el mundo.

¿Es una amenaza?

La opinión mayoritaria de la banca es un rotundo sí. El 70 % de los directivos encuestados por PwC la consideran una amenaza, frente a un 20 % que cree que puede propiciar formas de colaboración «innovadoras» con la banca tradicional. Desde las cúpulas de las principales entidades españolas reclaman que el shadow banking sea sometido a las mismas exigencias regulatorias que el negocio tradicional. En un reciente encuentro organizado por Deloitte, el vicepresidente de Abanca, Juan Carlos Escotet, por contra, se mostró convencido de que no es tan fácil hacer banca para empresas de otros sectores, aunque recordó que las diez principales tecnológicas tienen más de 480.000 millones de dólares para invertir.

¿Cuáles son los riesgos?

Para las entidades financieras, que les roben el negocio en un momento de márgenes bajo mínimos. A esto se suma el peligro de un colapso de liquidez en el caso de que los fondos se retiren de golpe de un país en un momento de crisis o porque no consigan la rentabilidad esperada, algo sobre lo que ha alertado repetidamente el FMI. Para el cliente, es doble: en el caso de que tengan depósitos, estos carecen de garantía, mientras que si suscriben créditos, están expuestos a condiciones abusivas y formas más agresivas de recobro en caso de impago, que incluso acaban con desahucios porque no están sujetos al Código de Buenas Prácticas. En cualquier caso, pese a las quejas, la banca no ha desaprovechado la oportunidad de vender carteras de créditos morosos o fallidos a fondos, o de aliarse. El último, el Santander con el británico Funding Circle.