Tragedia (griega) en tres (o cuatro) actos

mercedes mora REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

Grecia ha destinado más de la mitad de los rescates a devolver la deuda y pagar los intereses

08 mar 2015 . Actualizado a las 18:38 h.

Con los rescoldos del último y escarpado acuerdo entre Grecia y sus socios todavía calientes, el runrún de un tercer rescate se pasea ya por los despachos europeos. Es la helena una suerte de historia interminable, plagada de engaños, errores -y hasta falta de lucidez- que se inició hace ya más de un lustro y de la que nadie se atreve a adivinar el final.

Prólogo 

El engaño. Octubre del 2009. Grecia lleva años viviendo por encima de sus posibilidades, gastando más de lo que ingresa -por ejemplo, en la organización de los Juegos Olímpicos del 2004-, saltándose a la torera el sacrosanto Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Ese que obliga a los países del euro a embridar el déficit público por debajo del 3 % y a mantener a raya la deuda del Estado para que no sobrepase el 60 % del PIB. Y para ocultarlo, no ha dudado en manipular sus estadísticas oficiales. Lo que se envía a Bruselas nada tiene que ver con la realidad del país. Y quien la ayuda a camuflarla no es otro que el todopoderoso Goldman Sachs, flor y nata de Wall Street, dirigido en esos años en Europa por el hoy presidente del BCE, Mario Draghi. El socialista Yorgos Papandreu -último eslabón de una de las dos dinastías que han llevado a Grecia a la quiebra-, recién llegado al Gobierno, decide tirar de la manta. Y desvela al mundo que el agujero de las cuentas públicas helenas es del 12,7 %, más del doble de lo que se confesaba. Y eso, con una deuda del 120 %.

Sin saberlo, ha abierto la caja de Pandora.

Descubierta la trampa, llega el castigo. Las agencias de calificación y hasta la propia UE airean sus dudas sobre la solvencia del país. Los mercados inician el asedio. Obligan a una tambaleante Grecia a pagar cada vez más por el dinero que le prestan. El sobrecoste hipoteca los ya de por sí endebles ingresos de un país en el que la economía sumergida equivale a más de un cuarto del PIB. Y la situación se vuelve insostenible.

Acto I

El primer rescate del euro. Seis meses después de desatar -sin quererlo- la tormenta, Papandreu se rinde a la evidencia. Aquello no tiene solución. Hay que pedir ayuda. Y lo hace en abril del 2010. Hasta ese momento, la UE había rescatado ya a algunos de sus socios (Hungría, por ejemplo), pero ninguno perteneciente al club del euro. Y esos salvavidas apenas si habían tenido repercusión en los mercados. Pero, esta vez, sería diferente. Entre otras cosas y, sobre todo, porque Alemania quiso aprovechar la ocasión para hacer pasar por el aro de la disciplina fiscal a los manirrotos del sur. Y, de paso, forzar la vuelta a suelo germano de una inversión volcada desde el estreno del euro en los apetitosos mercados inmobiliarios de la periferia y que había dado a la espalda a la industria alemana, con rendimientos mucho más modestos.

Y por ese empeño germano, lo que a finales del 2009 era un problema de 20.000 millones, acabó convertido, en mayo del 2010, en un rescate de 110.000 millones de euros (y todo un señor incendio en la periferia). De ellos, 80.000 con cargo a los miembros de la zona euro, en forma de préstamos bilaterales. Y otros 30.000 por cuenta del Fondo Monetario Internacional. En esa primera tacada, España tuvo que poner 6.659.

Acto II

El segundo salvavidas. A cambio del rescate, Grecia tuvo que acatar los dictados de la troika: recortes y más recortes; reformas y más reformas. Pero, nada cambió. Bueno, sí. Todo. A peor.

Tanto es así, que en julio del 2011 Europa hablaba ya del segundo rescate heleno. Con la puerta de los mercados cerrada a cal y canto y la riqueza del país en franco retroceso -como consecuencia de la crisis y, sobre todo, por la purga que le estaba administrando la troika-, llegó el segundo salvavidas: 130.000 millones. Esta vez se instrumentó a través del Fondo Europeo de Rescate. Y los socios ya no tuvieron que rascarse el bolsillo para poner dinero contante y sonante sobre la mesa. El Fondo emitió bonos para recaudar el dinero y los Estados del euro avalaron esas emisiones. En marzo del 2012 y como corolario a los dos rescates, la troika impuso una quita a los acreedores privados de Grecia. La mayor reestructuración de la historia (más del triple que en la crisis argentina del 2001). Tenían en sus manos 200.000 de los 350.000 millones que debía entonces el país heleno. El hachazo fue del 53,5 %. Perdieron 107.000 millones. Pero, la deuda helena no se redujo en esa misma cuantía. Y eso porque Europa exigió que parte del dinero (48.000 millones) se empleara para recapitalizar los bancos helenos afectados por la quita. El alivio se quedó en 58.000 millones.

Acto III

El sumidero. Entre mayo del 2010 y agosto del año pasado, Grecia ha recibido la friolera de 233.600 millones de euros procedentes de los rescates. A lo que habría que añadir el dinero que ha obtenido con las privatizaciones impuestas por la troika, las emisiones que ha logrado colocar en el mercado y la caja que tenía. En total, unos 254.000 millones. Y ¿dónde están? Algunos, entre ellos el ministro De Guindos, han asegurado en las últimas semanas que Grecia depende de la solidaridad europea para pagar las pensiones, los sueldos de los funcionarios y los médicos. Y es cierto. Pero también lo es que algo más de la mitad de los fondos que ha recibido el país los ha empleado en pagar la deuda y sus intereses (ver gráfico adjunto). Es más, solo el 27 % del dinero que ha llegado hasta su mesa ha servido para sufragar los gastos del Estado heleno (un 11 % para los gastos corrientes). A la vista de esos números, no es extraño que muchos piensen que el rescate de Grecia no es realmente un salvavidas para el país heleno, sino para los bancos de los países acreedores -que tienen la deuda griega- y que el Gobierno heleno solo actua como intermediario en la entrega del dinero.

¿Acto IV?

El tercer rescate. Tras resistirse como gato panza arriba -con escaso éxito- a la prórroga del actual rescate, el Gobierno de Alexis Tsipras no quiere ni oír hablar de un tercer salvavidas. Un melón que De Guindos abrió el pasado lunes, para enfado de los griegos y también de las autoridades europeas, que lo desmintieron de forma tajante. Hasta le puso el ministro precio a la nueva ayuda que, según él, ya se está negociando en los despachos de Bruselas: entre 30.000 y 50.000 millones.

Puede que el responsable de Economía no estuviese lo que se dice oportuno en esas declaraciones Pero, lo cierto es que en las mesas de los analistas hace ya mucho que se trabaja con la posibilidad -casi cierta- de un tercer rescate. Grecia, recuerdan los expertos, sigue teniendo cerrada la puerta de los mercados. No puede financiarse por sus propios medios. Y así seguirá siendo, aseguran, cuando expire la prórroga del actual. De Guindos, al fin y al cabo, solo le puso el cascabel al gato.