Banquero hasta la médula

Mercedes mora REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

Siempre un paso por delante de la competencia, cambió la forma de hacer banca en España

11 sep 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

A Emilio Botín (Santander, 1934), la banca le corría por la venas. Bisnieto, nieto e hijo de banqueros, mamó el negocio desde la cuna. Y cuando, el 19 de noviembre de 1986, heredó de su padre las riendas del Santander, conocía el banco como la palma de su mano. Llegó a la entidad con tan solo 24 años y su paso por diferentes cargos lo curtió en mil batallas, hasta convertirse, por méritos propios, en el segundo de a bordo, a la sombra de su progenitor, como vicepresidente y consejero delegado de la entidad.

Así que, llegado el momento del relevo -contaba entonces con 52 años-, estaba listo para todo. Tenía hambre de banca. De una banca nueva. Y, no tardó en demostrarlo. Dejando boquiabiertos a aquellos que pensaban que lo suyo solo era genealogía.

Para empezar, rehusó asistir a los tradicionales almuerzos que celebraran periódicamente los patronos de los siete grandes: Central, Hispano, Bilbao, Vizcaya, Santander y Popular. No se casaba con nadie el banquero. Para muestra, la complicidad que exhibió con los cuatro presidentes del Gobierno con los que coincidió en el tiempo.

Pero, eso no fue nada. Apenas tres años después de asumir la presidencia, les dejó bien claro a sus colegas con quién habrían de batirse el cobre. Que aquellas viejas reglas no escritas de no agresión en el sector no iban con él. Y dinamitó el mercado con las supercuentas. Lo nunca visto. Por fin una remuneración de las de verdad. Un hábil movimiento que marcaría un antes y un después en la forma de hacer banca en España. No sería el último. Después vendrían más.

Sin resuello

Clarividente y agresivo, así era Emilio Botín. Siempre un paso por delante de sus competidores, a quienes obligaba a seguir su ritmo. No pudieron. Los dejó sin resuello. Tanto, que forzó la primera gran revolución del mapa financiero patrio. Para acabar quedándose, tiempo después, con tres de los grandes de entonces.

Empezó imponiéndose a BBV y Argentaria en la puja por Banesto, al que los turbios manejos de Mario Conde -la antítesis del cántabro- habían colocado al borde del abismo, forzando la intervención del Banco de España. Y acabó fagocitando al Central Hispano, un pez grande, del que no dejó ni el nombre.

Una lustrosa carrera financiera con la que Botín (licenciado en Derecho y Economía por la Universidad de Deusto, en Bilbao, vieja cuna de la banca española) consiguió catapultar al Santander hasta la cima de la banca mundial. Cuando cogió el testigo, era el más pequeño entre los grandes. Hoy es el primero de España y de la zona euro y el noveno del planeta. Y eso no fue todo, lo colocó también en lo más alto del mundo deportivo con su patrocinio en la Fórmula 1, de la que se enamoró perdidamente. Habitual era verlo en los circuitos de medio mundo, departiendo, cercano, entre mecánicos y pilotos. El de Monza fue su último paddock.

Gran mecenas

El arte, la cultura, la ciencia y la educación también lo echarán de menos. Era un buen mecenas.

Precisamente ayer tenía el cántabro una cita con el arte, a la que no pudo acudir. Se lo impidió la parca. Falleció horas antes de presentar al mundo la restauración de La educación de la Virgen, un lienzo temprano de Velázquez encontrado en la Universidad de Yale y cuya restauración financió.

Muchas luces. Pero también sombras. Borrones judiciales que enturbiaron su trayectoria y que logró transformar en victorias en los tribunales. Hasta dos veces tuvo que sentarse en el banquillo. La primera, para responder de las millonarias indemnizaciones de José María Amusátegui y Ángel Corcóstegui tras la fusión con el Central Hispano. La segunda, por las ya famosas cesiones de crédito (un producto financiero fiscalmente opaco que fue comercializado por la entidad entre 1987 y 1989).

Con las botas puestas

Trabajador incansable -famosas son las reuniones y llamadas a sus colaboradores a horas intempestivas- y hombre de acción -practicaba deporte cada día y era un obseso del golf. Tanto que hasta se construyó un campo de 18 hoyos en el cuartel general del banco, en Boadilla- Botín ha muerto con las botas puestas. Al pie del cañón, sin atisbo alguno de jubilación en su cabeza.

Se ha ido por sorpresa. Fiel a su costumbre. Le sobreviven seis hijos: Ana Patricia (su primogénita y sucesora) Carmen, Emilio, Carolina, Paloma y Francisco Javier. Y su mujer, Paloma O?Shea Artiñano, a la que conoció siendo estudiante y con la que se casó años después, en 1958.

Emilio Botín Sanz de Sautuola y García de los Ríos