En Europa ya se habla de crecimiento

Mercedes Mora REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

Renzi y Hollande intentan inclinar la balanza europea del lado del crecimiento.
Renzi y Hollande intentan inclinar la balanza europea del lado del crecimiento. Philippe Wojazer < / span>reuters< / span>

Francia e Italia reabren el debate para flexibilizar las líneas rojas del déficit

13 jul 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Primero, gastos y más gastos. Después, apretarse el cinturón hasta casi dejar de respirar. Y ahora... Europa, atrapada otra vez en la encrucijada. Como casi siempre a lo largo y ancho de la crisis. Fiel a su esencia. Dividida. Unos empeñados en abrir la mano con el déficit. Los del sur, claro. Y otros, que verdes las han segado. Los de norte. Condenados, eso sí, a entenderse.

De un lado, Francia e Italia. Hollande y Renzi. Más hablar de crecimiento y empleo y menos de austeridad a ultranza, es lo que vienen a decir franceses e italianos. Sobre todo, ahora. Una vez superadas la recesión y las elecciones europeas. Lo que tienen en mente: que Europa se avenga a abrir la mano en el espinoso tema del sacrosanto Pacto de Estabilidad y Crecimiento, la biblia europea que consagra el límite del 3 % del déficit. En una palabra: flexibilidad ahora que la tormenta ha pasado y empieza a escampar.

Del otro, siempre Alemania. Suya, más que de nadie, es la cruzada para que ningún país se salte a la torera las normas. Flexibilidad, sí, dicen los teutones. Pero solo la que reconoce el Pacto. Esa que permitió, durante la crisis, poner el foco en el déficit estructural -el que llega de la mano de los gastos fundamentales-, tener en cuenta el ciclo económico y la situación específica de cada país, y conceder en el 2012 a España, Portugal y Grecia; y en el 2013, a Francia, Holanda, Polonia y Eslovenia, más tiempo para poner en orden sus cuentas. Y la misma que en julio del año pasado llevó a Bruselas a anunciar que dará cuartelillo a los países que se desvíen de sus objetivos de reducción del déficit para que ejecuten inversiones en proyectos que son cofinanciados con fondos europeos y tienen efectos «positivos, directos y verificables».

En medio, España. Nadando y guardando la ropa. Siempre que va a Bruselas, De Guindos deja caer: «España es favorable a no modificar las reglas continuamente». «Es fundamental tener reglas estables, predecibles y sensatas y yo creo que en este momento las tenemos», insiste a todo aquel que quiere escucharle. Pero, eso sí, tampoco deja pasar la oportunidad de dejar claro que lo que digan Francia e Italia es «fundamental». Y también desliza que «hay que empezar a hablar de un pacto por las reformas para el crecimiento». Al lado de Berlín, pero si podemos sacar tajada del ímpetu italiano y francés por cambiar las cosas, sin tener que retratarnos, miel sobre hojuelas.

Misión casi imposible

Y es que, por mucho que a los miembros del Gobierno se les llene la boca cuando aseguran que, sí o sí, España cumplirá su parte y embridará el déficit, en Bruselas no las tienen todas consigo. 2016 es la fecha marcada en rojo en la hoja de ruta trazada por la Comisión. Ese año, el déficit español tendrá que estar en el 2,8 %. De momento, pese a la recesión y gracias a las dos prórrogas que le ha concedido Bruselas, están cumpliendo. El agujero de las cuentas públicas era el año pasado del 6,6 % (una décima por encima de lo pactado y excluidas las ayudas a la banca, que en esto del déficit no cuentan, aunque haya que pagarlas, claro). Este año, hay que recortarlo hasta el 5,8 %. Pero, el Ejecutivo, saca pecho y promete que lo hará al 5,5 %.

Lo malo viene en el 2015. Ese ejercicio hay que acabarlo con un roto del 4,2 %. Lo que supone aligerar la pesada carga del déficit en 16.000 millones. En año de elecciones. Y eso, con una reforma fiscal que ya estará a pleno rendimiento y que, según las previsiones que ha facilitado Hacienda, tendrá un coste para las arcas del Estado de 9.000 millones. Y, ¿cómo es posible que se vaya a recortar el déficit bajando los impuestos, si además, Montoro ha dicho que no piensan rebajar el gasto público? La misma pregunta se hacen en los despachos de Bruselas, donde la reforma fiscal de Rajoy no ha sentado precisamente bien.

Entre el déficit del 2013 y el del 2016 queda una larga senda por recorrer, de 38.000 millones. Ahí es nada.

Subirse al carro

Vino a decir Rajoy en la última cumbre -la de finales de junio, donde se esbozaron los grandes ejes de la estrategia comunitaria para los próximos cinco años- que eso de la flexibilización del Pacto de Estabilidad y Crecimiento no es algo que le quite el sueño. Pareciera que el presidente esté jugando al despiste. Porque a nadie se le escapa que un triunfo del recién creado eje franco-italiano le vendría que ni pintado.

España ya no es el principal quebradero de cabeza de sus socios. Ese dudoso galardón cuelga ahora del cuello de franceses e italianos. Y esa aparente tranquilidad del presidente Rajoy tiene mucho que ver con ello. Parece que el de Pontevedra ha decidido dejar que otros se batan el cobre del déficit y, si cuela, subirse al carro.