El IRPF baja 20 euros al mes para sueldos medios y 3.500 para rentas de un millón

Juan Arjona

ECONOMÍA

La reforma fiscal acrecentará las desigualdades sociales. La rebaja supondrá menos de 30 euros al mes para rentas inferiores a 60.000 euros

29 jun 2014 . Actualizado a las 19:14 h.

«Ha llegado el momento de bajar los impuestos a todos». Con esas palabras abrió el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, la presentación de la reforma fiscal que pretende llevar a cabo el Gobierno. Dos afirmaciones -momento oportuno, bajada universal- que no todos comparten. Para empezar, la Comisión Europea, cuyo portavoz señaló que las medidas anunciadas pueden «dificultar» el compromiso de consolidación presupuestaria contraído por España. La posición de Bruselas se mueve en las antípodas de la que mantiene el Gobierno español: proponía reducir las cotizaciones de las empresas a la Seguridad Social y compensar el coste de la medida con una subida del IVA y otros impuestos indirectos. Madrid hizo oídos sordos a tal recomendación.

¿Momento adecuado?

¿Es este el momento adecuado para bajar los impuestos? El Gobierno responde afirmativamente y lo justifica con dos argumentos. En primer término, la recuperación de la actividad económica, que reducirá el efecto de las medidas fiscales en la recaudación. La implantación del nuevo marco tributario, fundamentalmente la rebaja del IRPF y la supresión de bonificaciones en el impuesto de sociedades, tendrá un coste de 9.000 millones de euros. Sin embargo, según las estimaciones oficiales, la reactivación económica reducirá el impacto de la rebaja fiscal a 6.700 millones de euros, cifra en línea con las previsiones del programa de estabilidad remitidos a Bruselas.

El economista Manuel Lago, en un artículo publicado en La Voz, ejemplificó esa «compensación». Toda la rebaja del IRPF, estimada en 5.000 millones de euros, será absorbida por la dramática caída de la cobertura por desempleo, al haber agotado las prestaciones cientos de miles de parados. El propio secretario de Estado de Hacienda, Miguel Ferre, confirma esa apreciación al señalar que el gasto público bajará «de forma natural» al absorber menos fondos destinados al desempleo.

Correlativamente, el Gobierno esgrime un segundo argumento: la disminución de la carga tributaria estimulará la incipiente recuperación. Las familias dispondrán de mayor renta disponible para gastar, contribuyendo así a relanzar el consumo y la demanda interna. Pero esta tesis cojea a la vista del reparto que efectúa el Gobierno: las rentas elevadas, las más favorecidas por la pretendida reforma, son precisamente las que muestran menor propensión al consumo.

Lo que no consigue disipar el Gobierno es la sombra del oportunismo político. El anteproyecto rezuma electoralismo por todos sus poros. Aprovechando la debilidad de la Comisión Europea, que está recogiendo sus bártulos para proceder al relevo, la Moncloa estaría utilizando la rebaja fiscal como anzuelo para recuperar apoyos ante las elecciones municipales y generales que se avecinan. Pero esa estrategia, consistente en conceder un respiro a los ciudadanos, tiene un envés: augura que, pasados los comicios e independientemente del partido vencedor, volverán los recortes y las subidas de impuestos. Probablemente, entonces sí, asistiremos a un incremento generalizado del IVA.

¿Bajada para todos?

Tampoco se sostiene la segunda parte de la aseveración del ministro Montoro: el año próximo todos pagarán menos a Hacienda. Para empezar, existen 11,5 millones de trabajadores y pensionistas que, por no alcanzar sus ingresos la cota de 11.200 euros al año, ni pagaban antes ni pagarán ahora. Ni fu ni fa: la reforma no va con ellos.

Existe también una enorme masa de millones de trabajadores asalariados, cuyos ingresos brutos se mueven en el abanico de 12.000 a 60.000 euros anuales -el 96,5 % de los contribuyentes por IRPF declaran ingresos inferiores a esa última cifra-, que apenas notarán una mejora en sus nóminas. El incremento, para uno de esos trabajadores que no tengan hijos o descendientes a su cargo, en ningún caso alcanza los 30 euros al mes. Dos ejemplos. Un asalariado que perciba 12.000 euros al año pagará 275 euros al fisco en el 2014 y nada en el 2015: su retribución líquida aumenta en 23 euros al mes. Otro asalariado con ingresos brutos de 35.000 euros pagará el año próximo 236 euros menos: percibirá cada mes 20 euros más que ahora.

Esos raquíticos ahorros serán modulados, al alza o a la baja, en función de las circunstancias familiares del contribuyente o si este percibe otras rentas no salariales. Algunas modificaciones tienden a limitar la rebaja o incluso a subir el impuesto: disminuye la reducción por rendimientos del trabajo -de 2.652 a 2.000 euros para la mayoría-, tributarán las indemnizaciones por despido que superen cierto límite, se reduce la deducción por aportaciones a planes de pensiones y desciende la desgravación por alquiler de vivienda. Otros cambios pueden, por el contrario, rebajar algo más la cuota del contribuyente, como el incremento de la renta mínima exenta -de 5.151 a 5.550 euros- o las deducciones por hijos y dependientes.

Las rentas altas

Quienes sí notarán la rebaja son los aproximadamente 73.000 perceptores -el 0,3 % del total- de rentas superiores a 150.000 euros. O tal vez no lo perciban: la rebaja de 1.395 euros al mes, equivalente a un sueldo respetable en los tiempos que corren, tal vez significa poco más que calderilla para quien ingresa 500.000 euros al año.

Ahí radica el segundo objetivo de la reforma fiscal diseñada por el Gobierno. El primero consistía en recuperar el voto perdido y embaucar a la mayoría con una supuesta rebaja generalizada del IRPF. El segundo, devolver en dos plazos -2015 y 2016- el gravamen adicional impuesto a las rentas más elevadas por la subida aprobada en el 2011.

«Ahora nos lo podemos permitir», dijo el presidente del Gobierno, previendo que, al calor de la recuperación, habrá más contribuyentes para compensar la rebaja. ¿Cuántos más se necesitan? A juzgar por el empleo precario que se está creando, la mayoría de los nuevos asalariados estarán exentos del IRPF porque sus retribuciones no alcanzan los 12.000 euros anuales. Pero supongamos que el salario bruto de los nuevos contratados alcance de media los 15.000 euros y, por tanto, paguen el año próximo por IRPF una cuota media de 1.206 euros. En este caso se necesitan 35 nuevos contribuyentes para pagar la rebaja de 41.745 euros -casi 3.500 euros al mes- a quien cobra un millón de euros al año. Los datos señalan perfectamente el destino de los primeros frutos de la recuperación.

La reforma fiscal, además de defraudar las expectativas, es profundamente regresiva. Y contribuirá a ensanchar la enorme brecha de la desigualdad social abierta en España durante estos largos años de crisis.