Dos años esperando por la reforma que iba a darle una vuelta completa a nuestro sistema fiscal, una sesuda comisión de expertos, convulsas relaciones con la Unión Europea, filtraciones? Y todo, para nada. Lo que ayer presentó el ministro Montoro es volver a donde estábamos cuando Rajoy llegó a la Moncloa. En realidad peor: la posible rebaja en el IRPF, un impuesto que grava según la renta, se compensa con el enorme aumento del IVA, que se consolida ya para siempre.
El Gobierno nos ha vuelto a engañar y no presenta una verdadera reforma profunda y consistente, sino medidas parciales, y algo demagógicas, ante la derrota de las europeas: bajar los tipos del IRPF para intentar construir un falso discurso de recorte de impuestos con la idea de tratar de recuperar votantes.
Es un ejercicio de irresponsabilidad y de miopía. En España solo se ha hecho una reforma fiscal de verdad, la de Enrique Fuentes Quintana en 1977, y en los 37 años que han pasado desde entonces se han producido muchos cambios parciales que han afectado tanto a la coherencia del modelo como a su eficiencia y justicia. Por eso, nuestro sistema fiscal necesitaba una revisión a fondo, porque adolece de suficiencia, de equidad, de justicia y de transparencia.
Frente a esta necesidad, lo que ha hecho el Ejecutivo es otra chapuza con un objetivo de corto recorrido: las elecciones de mayo del 2015. Y por eso renuncia a intentar solucionar los problemas de suficiencia (España recauda 8 puntos de PIB menos que la media de la UE), y de equidad (asalariados y pensionistas soportan el 90 % de la factura fiscal).
Es desconcertante. La reforma que iba a cambiar la economía del país es en realidad un simple viaje de ida y vuelta. Peor aún, porque la subida del IVA y el recorte aplicado en el impuesto de sociedades hacen todavía más injusto un modelo fiscal que cada vez pivota más sobre los impuestos indirectos, que no distinguen el nivel de renta de los contribuyentes.