Trabajadores elásticos y horas ilegales
ECONOMÍA
En tres años, entre mayo de este año y el del 2011, los afiliados a tiempo completo han caído en 1,2 millones, un 13,3 %, mientras los de a tiempo parcial aumentaron en 230.000, un 8 %.
La jornada «oficial» a tiempo parcial cada vez es más frecuente, espoleada por la reforma laboral. Se pasa de la jornada parcial a la desconocida. Una persona con un contrato de 20 horas semanales puede hacer hasta otras 12 complementarias y 6 más «voluntarias». Hay 20 horas que tiene derecho a cobrar y el resto... Depende si le dicen que las trabaje. Y esto es cuando se va por el libro, algo que en pocas ocasiones ocurre.
Esta es la flexibilidad por la que tanto han clamado desde las empresas: el empresario puede «programar» trabajos de hasta el 95 % de una jornada completa y en los períodos en los que no sea necesario, reducirla convenientemente.
El trabajador sabrá que cuenta con 20 horas pero estará atado otras 18 por si fuese necesario. No sabrá cuánto cobrará a fin de mes ni podrá programar ninguna compra, ni compatibilizar con otro trabajo, porque los horarios podrían hacerse incompatibles. En caso de no cumplir las horas complementarias podrá ser despedido. Siempre pendiente del «si no te interesa, hay cientos en el paro». Pero él no podrá exigir que el empresario cumpla.
La otra cara son las horas ilegales, aquellas que exceden habitualmente de las 42 semanales. En Galicia el año pasado se podrían haber creado cerca de 20.500 empleos con ellas y el número de parados hubiera podido bajar un 7,2 %. Hace unos días, un trabajador se quejaba de sus condiciones laborales, con una jornada de siete de la mañana a diez de la noche, de lunes a sábado, por mil euros. Si dejaba el puesto no le daban los papeles para el paro y tenía un hijo pequeño y su mujer, parada, no cobraba prestaciones...
La OIT ha desarrollado el concepto de «trabajo decente». Ni uno ni otro lo son. No es decente tener a una persona atada media jornada sin retribución, ni tampoco hacer que trabaje por dos y cobre por menos de uno. Pero parece que no es este un tiempo para la decencia. Porque priman unos conceptos, como competitividad, flexibilidad o beneficios sobre los de decencia y justicia.