El dragón ha despertado. No es la primera vez. Cuando el euro estaba en plena crisis y existían mil voces que hablaban de la quiebra de España, abrió la boca y dio un grito. Fue suficiente. De hecho, es su eco el que hoy nos permite tener la prima por debajo de 200 puntos. Pero ayer hizo algo más: se alzó a volar, mostrándonos toda la fuerza de su estructura. La autoridad monetaria europea está viva. Que alguien me diga donde se le reza a la santa deflación, porque deseo ponerle un par de velas y hacerle unos donativos. Solo ella tiene la gracia de hacer que el BCE salga de sus cavernas.
La nueva política monetaria europea tiene dos partes muy diferenciadas. La primera se basa en generar liquidez y la segunda en canalizarla. Para conseguir lo primero, se facilita dinero a menor coste y a más plazo, penalizando por otra parte que esos mismos fondos puedan después depositarse en cuentas del propio banco central, que era lo que hasta ahora venía ocurriendo. Hasta aquí nada extraño. Esta ha sido la estrategia utilizada en los tiempos más complejos y no funcionó. Sí le sirvió a Alemania y Francia, que vieron como la banca europea obtenía liquidez barata en Fráncfort y después la destinaba a financiar la deuda de París o Berlín. Merkel, con ese dinero barato, saneó sus cuentas públicas y Hollande, manteniendo la misma estrategia de Sarkozy, lo usó para seguir endeudándose.
La novedad de ayer es que, por primera vez, el BCE se muestra preocupado por el destino del dinero que va a regalarle a la banca. Sí, digo regalarle, porque el coste es tan bajo que es como un regalo. Su madre le cobraría más a usted. Para ello plantea dos estrategias. Por un lado, inyecciones de liquidez condicionadas, conocidas en lenguaje técnico como Targeted longer-term refinancing operations o LTRO. Aquí el objetivo es qua las entidades justifiquen el destino de sus fondos, entendiendo que estos deben ir a mejorar el mercado de crédito del sector privado no financiero, evitando que recaiga en apoyo al consumo familiar. Es decir, debe mejorar exclusivamente el crédito al sector empresarial.
La otra medida, llamada compras de ABS o Asset-Backed Securities, tiene un objetivo similar, mejorar la financiación de las empresas, aunque aquí también caben préstamos a las familias, pero no para financiar la comunión del niño, sino para inversión, como compra de automóviles, electrodomésticos u otro tipo de bienes al consumo. De hecho, esta vía, el instrumento ABS, será central a la hora de calentar la economía y alejar la deflación. Va a comprarle a los bancos, con dinero nuevo, bonos de titulización de préstamos no hipotecarios.
Hace meses anuncié en las páginas del suplemento Mercados de La Voz de Galicia que este día llegaría, y también lo que pasaría después. Hoy lo repito. Veremos caer el euro, hundirse el precio del ahorro, financiación barata tanto para el Estado como para las empresas, suavización de las políticas de ajuste presupuestario ¿Todo junto? No, pero es la nueva inercia.
Venancio Salcines es Presidente de la Escuela de Finanzas.