Rosalía Portela: «La de ONO es una gran venta; 7.200 millones son 1,2 billones de pesetas»

Sofía Vázquez
Sofía Vázquez REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

Asegura que «la compañía fue una caja de bombones envuelta en papel de estraza»

23 mar 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Dice su DNI que no es gallega, pero es discutible. Su padre sí lo era, de A Guarda, y su marido también, de Ferrol. Su suegro era el general José Gabeiras -uno de los hombres que hicieron fracasar el golpe de Estado del 23-F-; y su presidente en ONO, José María Castellano, de A Coruña. A Rosalía Portela -nació el 20 de marzo aunque se guarda el año- le pusieron su nombre por la poetisa, y, pese a su puesto ejecutivo, la sensibilidad la tiene a flor de piel. Es consejera delegada de ONO, cuya venta a Vodafone se acaba de firmar esta semana. Pese al cambio de dueño, continuará en el cargo. «Sí -dice-, yo creo que me voy a quedar durante un tiempo».

-¿Cómo consiguieron que una empresa que estaba en insolvencia en el 2008 haya sido vendida en el 2014 por 7.200 millones de euros?

-Los primeros momentos fueron muy duros. En el 2008 y anteriores no se generaba suficiente caja para pagar los intereses de la deuda que tenía, es decir, que había que pedir préstamos para pagar los intereses de lo que debíamos. Los accionistas entendieron que la situación no podía continuar. Entre las primeras medidas se decidió dejar de desplegar red, se realizó un rediseño del modelo operativo de la compañía y se ejecutó un ERE que afectó a 900 personas. En paralelo, se empezó a gestionar el negocio de una manera distinta, muchísimo menos costosa. Había mucho gasto inútil; con mucho derroche. Creo que era la época y le pasó a otras compañías. Nuestra ventaja es que afrontamos la crisis antes de que realmente llegara del todo. Ganamos tiempo. En el 2009 obtuvimos beneficios. En ese año paramos la deuda, pero tenía unos vencimientos muy cercanos que los renegociamos.

-¿La refinanciaron?

-No. La renegociamos. En ese momento José María Castellano jugó un papel importante. Su credibilidad ayudó muchísimo. Fue a los bancos y les contó nuestro plan. Yo explicaba el negocio y el compromiso. Los accionistas ayudaron porque aportaron capital, 200 millones, en un momento en el que en España no se conseguía dinero, y la banca aceptó el compromiso. Retrasaron los plazos de vencimiento y nos advirtieron que debíamos buscar otras vías de financiación de nuestra deuda. Redefinimos el modelo de negocio en el 2010 y lanzamos la alta velocidad, el proyecto televisivo Tivo... Crecieron las ventas, mientras el mercado languidecía. Los demás se peleaban por el precio y nosotros estábamos creando un negocio más sano con clientes más estables. A los inversores de fuera de España les llamó la atención. Nos planteamos entonces salir al mercado e hicimos una primera emisión de bonos, y nos fue muy bien. Luego realizamos más. Hubo una gran demanda. El director financiero y yo nos hemos hecho, como la Piquer, un montón de giras con inversores de países nórdicos, el Reino Unido y EE. UU. Cuando ya teníamos una gran cantidad de bonos emitidos nos planteamos la refinanciación completa y la cerramos en el 2012. Hemos sido muy exigentes y eso nos ha permitido mantener una solidez financiera.

-¿Fue un milagro?

-No, qué va [se ríe]. Hubo mucho trabajo en la construcción de unas bases sólidas. Esta compañía tenía una red espectacular, pero mal comercializada y explotada. Hoy todo el equipo siente el negocio.

-¿Nunca pensó que ONO era un regalo envenenado?

-ONO fue un regalo fantástico. Una caja de bombones envuelta en papel de estraza. Yo lo sabía. Había pasado tres años en Telefónica estudiando a ONO. Sabía sus puntos fuertes, y cuando llegué aquí (un año después de irme de Telefónica) me di cuenta de que aquí no los consideraban.

-¿Esta es la gran operación del fin de la crisis?

-Es una de las grandes operaciones que se han hecho en España. Ni final de la crisis ni nada. 7.200 millones de euros son equivalentes a 1,2 billones de pesetas.