En abril del 2011, agobiado por la gigantesca montaña de deuda que lastraba sus cuentas públicas, el primer ministro portugués, el socialista José Sócrates, tiró la toalla y solicitó ayuda financiera a la Unión Europea. Al mes siguiente se aprobó el plan de rescate: 78.000 millones de euros. En contrapartida, las consabidas recetas de la troika: subida brutal de impuestos -el IVA hasta el 23 %-, supresión de pagas extras a funcionarios y pensionistas, bajada de salarios y drenaje del poder adquisitivo de la clase media.
Portugal se sumió en una segunda recesión: su PIB se desmoronó un 3,2 % en el 2012, tres décimas más que en el aciago 2009. El año pasado, sin embargo, aparecieron también en el país luso tímidos brotes verdes: en el conjunto del ejercicio, la economía cayó un 1,4 % -dos décimas más que la española-, pero en el último trimestre del año registró un crecimiento de medio punto.
Soplan aires de optimismo en el país vecino. La tasa de desempleo ascendió en enero al 15,3 % de la población activa -813.000 parados-, 2,3 puntos inferior a la registrada en enero del año pasado. Sin embargo, la oposición cree que la tasa real, si se contabilizan los desanimados que han renunciado a buscar empleo, se acerca al 20 %. Todo ello sin contabilizar a las cerca de cien mil personas que emigran cada año en busca de trabajo en el extranjero.
El rescate concluye en mayo y el país ya ha superado diez de las doce evaluaciones de la troika. «Portugal no necesitará un segundo rescate», afirma, tajante, el ministro de Economía, Pires de Lima. Y añade algo todavía más significativo: «No queremos basar nuestra competitividad en salarios bajos».
pib en el 2013
-1,4 %
La economía lusa se contrajo un 1,4 % el año pasado, dos décimas más que la española. En el cuarto trimestre del 2013 creció un 0,5 %.