Un consorcio gallego avanza en la cría en cautividad del mero por su alto valor comercial
16 feb 2014 . Actualizado a las 07:00 h.Dos decenios después de la fiebre acuícola de los noventa, en los que la acuicultura española se lanzó a domesticar cuantas más especies mejor, el sector se ha centrado, ha descartado aquellas no rentables, de extraordinaria complejidad o con cuellos de botella en algún punto de su ciclo de cultivo, así como las que el mercado no recibía con los brazos abiertos, y se ha quedado con las experiencias más realistas y con posibilidades de dar el salto a la producción industrial sin sobresaltos económicos para los emprendedores que adquieran ese know how.
Claro que sigue habiendo aventuras en busca de nuevas especies, pero son expediciones mucho más sosegadas que antaño, cuando incluso se aceptaba el pulpo como animal de compañía, y eso que, a pesar de que ofrecía un rápido engorde, este era tan exponencial como el de la cantidad de larvas que se quedaban en el intento. Salmonete, centolla, merluza, abadejo... Todas las domesticaciones se probaron con mayor o menor éxito.
Cultivos gallegos
En ese presente acuícola mucho más reposado, la investigación empresarial e institucional continúa perfeccionando sus estrellas incondicionales -que en Galicia siguen siendo rodaballo, lenguado y besugo, los mismos que han situado a la comunidad entre los gurús de su cultivo-, al tiempo que trabaja en otras de futuro. Y en esa aventura a largo plazo emerge una especie como gran protagonista: la cherna. Denominada así, nunca encontraría hueco en ese refrán que acaba en «...de la tierra el cordero», pero sí, se trata del Polyprion americanus: el mero. El mero gallego, claro, porque el del Mediterráneo es el Epinephelus spp.
La cherna, o el mero, pisa fuerte en acuicultura. Se trata de una especie de distribución universal, a excepción del cinturón del Ecuador -cosas de la temperatura del agua-, que crece muy rápido, que no abunda en el mercado y que, por tanto, es muy preciada. Y tanto. El año pasado, el precio medio rondó los 15,5 euros en las lonjas gallegas -en las que se vendieron poco más de noventa toneladas de mero-, e incluso hubo alguna que otra partida que alcanzó un máximo de 38,80 euros.
Todo eso convierte a la cherna en una joya para la acuicultura. Porque, por encima, es fácilmente manipulable, a pesar de sus características y del peso de los ejemplares.
Seis instituciones
Aunque no ha sido la primera experiencia, puesto que ya han investigado franceses, griegos y catalanes, Galicia anda detrás de consolidar su cultivo. En eso se emplean seis instituciones: el Instituto Español de Oceanografía (IEO) de Vigo, el Aquarium Finisterrae de A Coruña, el Instituto Galego de Formación en Acuicultura (Igafa), el Centro de Investigacións Mariñas (CIMA) de Corón, el acuario de O Grove y la empresa Luso Hispana de Acuicultura, de Isidro de la Cal. Entre todos suman unos cien reproductores de mero. Todos son salvajes domesticados, pero también hay otros que ya han nacido en cautividad, en puestas espontáneas obtenidas en el Aquarium Finisterrae. Han hecho ya cultivo larvario y elaborado un protocolo de cultivo, pero todavía no es publicable.
Los investigadores esperan ahondar en la cría del mero gracias a Diversify, un proyecto comunitario con 38 socios en 12 países: una veintena de instituciones de investigación, diez pymes y una gran multinacional y seis asociaciones, de las que tres son españolas. En ese marco pretenden sacar partido a sus fortalezas, como su rápido crecimiento -en el Igafa tenían ejemplares de un kilo y en diez meses engordaron hasta los 5- y su baja mortalidad, y a las oportunidades que ofrece, su fácil conversión en filetes y el buen precio de mercado para intentar superar las debilidades, que se sustancian en falta de conocimiento de su cultivo, las incógnitas sobre su reproducción y las dudas sobre sus necesidades nutricionales.