
Los trabajadores coinciden en que Pemex es la tabla de salvación que esperaba el sector
02 feb 2014 . Actualizado a las 07:00 h.La cosecha de contratos que, de la mano de Pemex, está recogiendo Barreras, hace que el naval vigués empiece a ver el futuro de otro color. En el caso de los 110 trabajadores que integran la plantilla ha pasado del gris -«a ratos marengo»- al rosa. Con parecida alegría han recibido la lluvia de barcos los 3.000 empleados de las auxiliares que han sido capaces de aguantar los dos años y medio de tormenta perfecta transcurridos desde la supresión del tax lease.
La Voz ha reunido a tres trabajadores de Barreras y otros dos de sendas auxiliares que coinciden en el diagnóstico: «Ha llegado la tabla de salvación». Los cinco tienen un común denominador: suman cinco trienios de antigüedad en el sector.
Anxo Mera, inspector de calidad en Barreras, se incorporó a la plantilla como tubero en 1997. Salvo una pequeña bajada en la carga de trabajo en el bienio 2002-2003, que «casi fue un respiro», dice, solo había visto a la empresa acumular pedido sobre pedido en su cartera. Cuando esta quedó vacía y empezó el baile de expedientes de regulación se lo tomó como un bache puntual. La preocupación llegó cuando el astillero presentó suspensión de pagos y se volatilizaron dos ferris que ya estaban firmados. «Mi familia me decía que buscara otra cosa, pero yo siempre fui optimista», dice.
Iván Puga, coordinador de prefabricación, también entró en Barreras en 1997, en este caso como soldador. Igual que sus compañeros llegó a acabar el paro a base de regulaciones, pero lo que no perdió fue la esperanza. «Pasé malos momentos, sobre todo por la desinformación que había. Llegaron a publicarse barbaridades», afirma.
Añade que cuando el astillero superó el concurso supo que habría Barreras para rato. Y más cuando, meses antes de que trascendiera, «supimos que había una gran empresa interesada en entrar en el accionariado». La pista de ese interés se la dieron las tres auditorías a las que fue sometida la factoría. «Las superamos con nota», dice. Fue entonces cuando decidió aumentar la familia: «Mi hija, recién nacida, ha llegado con un flotel bajo el brazo».
Sergio Gálvez es otro de los empleados de Barreras de la cosecha del 97. Entró como soldador. Desde hace siete años preside el comité. Le tocó hacer sindicalismo en los años dorados y también en los peores. Está convencido de que si los ataques de nervios de la plantilla nunca fueron severos es porque el comité hizo mucha terapia de grupo. «?Tranquilos que de esto salimos?, les repetía a los compañeros hasta la saciedad», dice.
Añade que «hubo un tiempo que parecía que el bum iba a durar siempre, pero se suprimió el tax lease y acabó la fiesta». Gálvez es de las contadas personas que tuvo en su mano los contratos de los dos ferris para Armas que, fruto de aquel fin de fiesta, nunca se hicieron. No era fácil asimilar unas gradas vacías después de haber trabajado hasta en seis barcos a la vez.
Lo que pasa en las auxiliares
Sergio fue de la primera hornada de trabajadores en ERE. «Creíamos que iba ser una situación pasajera», dice. Se equivocaron. Reconoce que «hubo altibajos», y que el riesgo que implica entrar en concurso es grande -«el 90 % de las empresas que lo hacen acaban en liquidación»-, por eso se conjuraron para hacer «lo que fuera» e implicar a la Administración con tal de salvar la empresa. Recuerda que fue Javier Guerra, «el que invitó a los mexicanos a conocer el astillero». Aquella visita, explica, fue el germen de esta lluvia de contratos que ahora esperan que inunde no solo las gradas de Barreras, sino las de toda la ría de Vigo.
Carlos Méndez trata de mirar al futuro con optimismo, pese a que no tiene muchos motivos para ello. Auxinaval, la auxiliar en la que trabajaba como soldador, no pudo con más deudas y cerró ayer sus puertas. «En noviembre supimos que teníamos los días contados, que se había acabado», dice con la tristeza imaginable después de 15 años en la empresa. En este tiempo ha trabajado para todos los astilleros, pero tiene predilección por Barreras, tal vez porque fue en el que se estrenó. Pensó en hacer la maleta y marchar a Holanda, quizá a Noruega, como tantos otros, pero la llegada de Pemex le ha hecho cambiar de idea, convencido de que habrá trabajo para un soldador de primera como es su caso. Y eso que es de los que «hasta que no veo las cosas firmadas no me creo nada».
Víctor Puga fue testigo en primera persona del cierre de dos auxiliares, Islas y MB. Igual que Carlos ha trabajado en todos los astilleros y también es Barreras su favorito. «El naval me gusta, es una forma de vida», dice mientras el resto de los contertulios asiente. Por eso, aunque es de los privilegiados que encontró trabajo en otro sector, no descarta regresar si tiene oportunidad. «Lo que hago ahora no me desagrada, pero soldar en un astillero es otra cosa».