Casi 50 municipios gallegos se han quedado ya sin su oficina bancaria

Rubén Santamarta Vicente
rubén santamarta REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

En otros 90 concellos hay ahora una sola entidad tras reducirse el número de operadores

19 may 2013 . Actualizado a las 14:39 h.

El incesante goteo de cierres de oficinas bancarias en Galicia de los últimos cuatro años (una menos cada tres días) ha provocado ya que casi 65.000 gallegos tengan que cambiar de ayuntamiento para acudir a una sucursal. Es el doble que al inicio de la crisis bancaria, a finales del 2008, cuando el número de municipios excluidos de la red bancaria apenas llegaba a la veintena. Casos como los de Aranga, Santiso, Ribeira de Piquín, Melón, Beade, Dozón o Lousame. Municipios de entre 500 y 3.000 habitantes en los que coger el coche para ir al banco o caja era, y es, obligado.

A todos ellos se han sumado en los últimos meses otros ayuntamientos que han visto cómo se iban Banesto, Santander, Pastor (ahora integrado en el Popular) y, sobre todo, Novagalicia, primero por la fusión, ahora por su reestructuración forzosa. En total, son casi 50 (46, sobre un total de 315) los concellos de Galicia que se han quedado sin banco, según datos recopilados esta semana por La Voz. Con casos tan paradójicos como el de Chandrexa de Queixa, en Ourense, que hace apenas dos años tenía dos sucursales y ahora está en ese paquete.

Es precisamente en esa provincia donde se concentra el grueso de los municipios expulsados del mundo bancario: hay 28 de los 48 detectados. ¿Motivos? Su elevado número de concellos, su dispersión y, durante años, la elevada concentración de sucursales de Caixanova y Caixa Galicia, porque ambas habían fusionado en su día otras cajas de ese territorio. En el interior de A Coruña y de Lugo están el resto de los casos. Pontevedra es la cara opuesta: solo hay dos ayuntamientos sin servicios bancarios.

¿Exclusión financiera?

Técnicamente, ese fenómeno de municipios sin sucursales no se puede considerar una exclusión financiera. Por esta situación se entiende que la banca rechaza a clientes, siquiera para abrir una cartilla, porque no se ajustan al perfil requerido por sus bajos ingresos. Sucedió en Italia con la bancarización de las cajas. En Galicia, por ahora, esa exclusión, si se da, es residual. Lo que sucede es que se le ponen las cosas más complicadas al usuario para poder acudir en persona a una oficina: la tiene más lejos. Novagalicia, que es la entidad que más red está ajustando y la que tiene una mayor densidad en el noroeste, sostiene que todo local cerrado tiene una alternativa a menos de 15 kilómetros.

Los 65.000 afectados son apenas el 2,4?% de la población gallega. Poco, pero un síntoma de algo que se empieza a extender: un repliegue en un territorio con una alta densidad de oficinas por la dispersión de su población y entidades propias muy asentadas. En Suiza, país sinónimo de banca, hay un local por cada 2.400 habitantes. En Galicia, un disperso territorio del noroeste español, una por cada 1.400. Y como las entidades tienen que ajustar gastos, mejorar su eficiencia, provisionar más... se intuye que los cierres no se quedarán aquí.

Menos competencia

El repliegue bancario tiene otras derivadas, como los cientos de trabajadores afectados (prejubilados o despedidos) y la reducción de competencia en buena parte del territorio. Por la marcha de operadores y por la reducción de marcas como consecuencia de fusiones. Ese fenómeno se antoja preocupante. En casi 90 municipios solo hay una entidad a la que acudir. Si se quiere contrastar, hay que irse a otro concello.

En estos números están excluidos los agentes financieros, oficinas que llevan autónomos que trabajan a comisión para una entidad en concreto, pero que no pueden realizar todo tipo de operaciones ni servir de cajero del que retirar dinero.

Se mantienen, en todo caso, un buen número de ayuntamientos (más de 50, casi todos los que tienen más de 10.000 habitantes) en los que la competencia está asegurada: hay más de cinco marcas para comparar. Es así en casi todos los municipios del eje atlántico, aquellos por los que pasa la AP-9, la gran calle de Galicia.