El BCE y el colapso del crédito

ECONOMÍA

03 may 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Si hubiera que mencionar un factor explicativo, uno solo, de la continuidad y gravedad de la crisis a lo largo de todos estos años, ese sería sin duda el colapso del crédito. Desde el otoño del 2008, cuando sobrevino el gran choque financiero que secó los flujos de liquidez, hasta ahora, la ausencia del crédito está matando en su origen cualquier esperanza de reactivación. Sobre todo en economías que, como la nuestra, padecen presiones tan desmesuradas sobre la demanda interna: con el consumo a la baja, las exportaciones en dificultad por la recesión europea, y sin crédito, se hace imposible evitar la destrucción de tejido productivo.

Se trata de una ecuación de muy difícil solución: puesto que estamos en pleno proceso de desendeudamiento general, la reconstrucción de canales de crédito como los que había en el 2007 se hace sencillamente imposible, además de muy indeseable. Pero sabemos también que la sequía total lleva al seguro desastre. Se hace necesario, por tanto, buscar un equilibrio que relaje apreciablemente la restricción, definiendo ritmos para la recomposición del sistema financiero que no nos estrangule en el corto plazo. Y aquí toda la responsabilidad es del BCE, cuya inanidad ha sido manifiesta en los últimos años si se le compara con el resto de los grandes bancos centrales.

¿Ayudará la rebaja de los tipos a superar el colapso crediticio? Malo, desde luego, no será, lo que sugiere que debería haberse hecho antes. Pero tampoco cabe esperar que de ahí salga una palanca para la recuperación, sobre todo porque los márgenes son muy reducidos. Mucho mejor sería imitar a la Reserva Federal y aplicar políticas cuantitativas dirigidas a una compra importante de títulos en el mercado abierto: justo lo que más temen los consejeros más ligados a la visión alemana de los problemas europeos. Pero hay que destacar una vez más que esa visión está quedando cada vez más aislada en el mundo, y que el resto de los bancos centrales parecen haber entendido ya que no son estos los momentos más adecuados para actitudes contemplativas y doctrinarias.

Con todo, la gran duda va mucho más allá de todo eso: ¿no será que las políticas monetarias en su conjunto, incluso las más activistas y ambiciosas, están llegando a sus límites y ya no cabe esperar de ellas mucho más para salir del marasmo?. De ser así, ¿quedaría más salida que una política, calculada pero decidida, de estimulación fiscal?