El encargo genera ocupación a corto plazo, aunque el naval precisa de más obras para garantizar su viabilidad futura
20 sep 2012 . Actualizado a las 12:46 h.
Ferrol padece, desde el pasado 4 de julio, y por primera vez en décadas, un panorama de gradas vacías en las antiguas Astano y Bazán. Dos gigantes industriales que bombean la económica de la comarca sin oxígeno y con una sangría que se ha cobrado ya unos 1.800 puestos de trabajo. El astillero vigués Hijos de J. Barreras acaba de salir de un concurso de acreedores que lo ha mantenido paralizado los últimos meses. Con este contexto como telón de fondo, los contratos con Pemex vienen a romper con una tendencia de carteras de pedidos vacías, aunque será necesario que lleguen nuevos encargos para despejar definitivamente la crisis del sector.
¿Qué va a suponer para los astilleros de la ría de Ferrol?
Las plantas de Ferrol y Fene tienen una plantilla directa de unas 2.300 personas, y la auxiliar ha llegado a superar las 3.600 en los años de bum del sector, aunque en los últimos 18 meses se han destruido unos 1.800 puestos en las subcontratas. Por sí solo, el encargo de Pemex no va paliar el número de empleos perdidos, pero viene a acabar con un lustro sin firmar nuevos encargos y a generar nueva ocupación para el sector. El inicio de la obra va a coincidir con el fin de la que está en curso: la quinta fragata F-100 para la Armada española, que se entregará en breve, y el segundo megabuque para Australia, que ya está en su última fase. Evitará, pues, la parálisis total de las instalaciones que se avecinaba.
¿Qué necesitan las plantas públicas para salvar definitivamente el bache?
Más trabajo. El presidente de la SEPI, el accionista único de Navantia, aseguró ayer que hay más de 50 acciones comerciales civiles y militares de la empresa en el mercado internacional y que pueden dar frutos en las próximas semanas. Arabia Saudí, Turquía, Noruega y Australia son algunos de los países que podrían reportar nuevos encargos. Además, los trabajadores demandan desde hace 18 meses la construcción de un dique flotante que cuenta hasta ahora con el apoyo de partidos, empresarios y la propia Xunta, y que generaría dos años de trabajo.