«¡Queremos cambiar el mundo!»

ECONOMÍA

19 may 2008 . Actualizado a las 13:46 h.

Manuel Zarauza se pasa la vida en los aviones, a caballo entre sus apartamentos de Hong Kong, Múnich y San José (California), pero le gustaría vivir con su gente en A Coruña. Lo intentó hace algunos años. «Llevaba la división de desarrollo de software y mantenimiento de equipos de Siemens para varios países europeos, de modo que no tenía por qué tener mi domicilio fijado en ningún lugar concreto. Con Internet y un teléfono podía trabajar aquí y desplazarme cuando fuera necesario», explica. «Pero no funcionó. Los aviones llegaban tarde, perdía todos los enlaces, al llegar a Alvedro no había taxis. Fue una pena», lamenta.

Es casi la única queja que se le puede escuchar a este coruñés risueño y optimista que da varias vueltas al mundo todos los meses y que es un testigo directo de cómo la globalización está cambiando el escenario a una velocidad muy superior a lo que quizá imaginamos.

Zarauza es joven, pero ha hecho ya casi de todo en el mundo de la empresa. Acabó los estudios coincidiendo con el bum tecnológico, y entró en el departamento de e-business de la multinacional alemana Siemens. «Cuando empiezas quieres cosas nuevas, divertidas. Y nos fue muy bien. Después, en el 2002, pasó lo que pasó con la burbuja tecnológica y cambié de aires, aunque sin salir de Siemens», explica.

Tras su intento fallido de regresar a Galicia, se hizo cargo de varios proyectos de reestructuración y fusiones. «Eso no fue tan divertido, aunque siempre fuimos correctos -apunta-, pero me permitió conocer el mundo. Viví en varios países europeos y en Bangalore, el Silicon Valley indio. Cuando haces una reestructuración, no puedes trabajar por control remoto. Tienes un equipo inmenso de gente especializada, en laboral, en finanzas..., pero has de estar sobre el terreno para entender lo que pasa».

En el 2005, el gigante alemán le ofreció la posibilidad de dirigir el departamento de ventas de Osram Opto Semiconductors, una filial de la conocida fábrica de lámparas cuyo cometido, pese a que pueda resultar paradójico, es adelantarse a un futuro sin bombillas. La compañía, con sede en la localidad bávara de Ratisbona y con otra fábrica en Penang (Malasia), es la segunda del mundo en la fabricación y venta de LEDs (siglas en inglés del concepto dióxidos emisores de luz). «Muy poca gente sabe lo que son, pero ya están en nuestras vidas desde hace tiempo -explica Zarauza-. Todas las luces interiores que lleva un coche nuevo son LEDs (y en el caso concreto de la automoción, un 70% de las que se venden en el mundo, nuestras). Lo mismo ocurre con el teléfono móvil, las pantallas gigantes que vemos en espectáculos musicales o deportivos, mucha de la nueva iluminación que se instala en espacios públicos, etcétera».

Un mundo desconocido

Básicamente, estos diodos formados por semiconductores son capaces de producir luz con los tres colores básicos, enfocada hacia un punto concreto, sin emitir calor, y reduciendo el gasto energético en un 70%, con una vida útil de 100.000 horas. «En el ámbito del diseño, las posibilidades son enormes. Permite meter luz en espacios en los que antes no se podía -explica-. Se está trabajando en muchos campos. Ya existen las pantallas que sustituirán al plasma, con más nitidez y menos gasto energético».

Pero tanto o más importante son los LEDs que no se ven, en concreto las aplicaciones al láser y la tecnología OLED. Esta última permite ya, por ejemplo, que el techo de un museo sea de día transparente y al caer la noche se convierta en una gran luminaria. O que el conductor de un coche pueda consultar su GPS sin quitar la vista del tráfico, mediante un dispositivo traslúcido similar, salvando las distancias, al que utilizaba Tom Cruise en la futurista Minority Report .

«Todo esto no es futuro. Está pasando ya. En el mercado doméstico aún vamos lentos, porque el equivalente a una bombilla todavía cuesta unos 30 euros. No obstante en Asia, o en los países emergentes del Este de Europa, ya hay mucha iluminación que utiliza esta tecnología -asegura Zarauza- Nosotros hicimos 7.000 millones de LEDs el año pasado, y el crecimiento es vertiginoso. ¡Queremos cambiar el mundo!». Al ejecutivo coruñés no le gusta dar marcas, pero con la boca pequeña se puede contar que la tecnología necesaria para que el teléfono móvil más popular del mundo se pueda manejar a través de la pantalla como un juego de niños se gestó en el laboratorio de ideas de Ratisbona.

«Intentamos fichar a los mejores talentos del mundo, porque nosotros no compramos patentes, sino que desarrollamos todo el producto de la A a la Z -explica-, y ahora mismo la innovación, la creatividad, está en Asia, sobre todo en la India». Descartada Galicia, por los motivos apuntados, al ejecutivo coruñés no le importaría instalarse allí. «También me gustaría vivir en Estados Unidos. Cuando estudiaba, Stanford era la meca. Lo tenía todo, gente inteligentísima. Te daban clase los mayores gurús del mundo. Pero ahora hay crisis y se nota mucho. En Asia están pasando ahora cosas mucho más interesantes. A veces decimos: 'Cuando los chinos comiencen a consumir tal cosa...' Ya lo están haciendo. Vas allí y lo ves. Cosas inimaginables hace poco. A veces da miedo. En el 2030 seremos 9.000 millones de habitantes. Esto abre muchas oportunidades, pero si no conseguimos controlar temas como el coste energético o la crisis alimentaria vamos a tener un gran problema».