«Para crear una firma hay que buscar los fallos del mercado»

Mario Beramendi Álvarez
Mario Beramendi SANTIAGO

ECONOMÍA

Crónica

30 mar 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

?oven y multimillonario, locuaz e irónico, Martin Varsavsky, fundador de Jazztel, es a día de hoy un héroe al que todos adoran, un dios de la era puntocom al que veneran todos los emprendedores. Este argentino encarna a la perfección el mito capitalista del hombre hecho a sí mismo, el self-made man, la persona capaz de pasar de la nada al todo con su esfuerzo. El creador de Jazztel y de ya.com congregó ayer a cientos de jóvenes en un aula de la facultad de Económicas de Santiago. Los universitarios estaban ansiosos por conocer cómo se pueden crear siete empresas de éxito en 20 años. Y Varsavsky ofreció una receta de apariencia simple como quien sacude cuatro migas de un mantel: «Para constituir una empresa hay que buscar los fallos del mercado». Lo que parece una obviedad es en realidad algo mucho más complejo. Con sentido del humor, el empresario recordó que los fallos del mercado son lo que el denomina «estupideces». Y puso un ejemplo: «En Estados Unidos todo el mundo sabía que el café que se tomaba era una porquería. Es decir, había un fallo, una estupidez, y por eso unos tipos de Seattle pusieron en marcha el Starbucks». Martin Varsavsky se refirió entonces a la primera empresa que creó en Nueva York, denominada Urban Capital Corporation, una compañía norteamericana dedicada al negocio inmobiliario y que fue una de las primeras promotoras de lofts . «¿Qué ocurrió aquí? En Nueva York algo iba mal, había una estupidez. Las leyes urbanísticas reservaban los lofts sólo para usos industriales. Nosotros aplicamos un cambio. Le dimos un uso inmobiliario a estos espacios», explicó ante la atenta a mirada de los universitarios. Cuando una voz del público preguntó: «¿Y de dónde sale el dinero para crear una empresa?», el fundador de la operadora Jazztel admitió que los recursos son importantes, pero, acto seguido y sin inmutarse, se, sacó de la manga una convincente y lapidaria respuesta: «La pasta sobra, pero el talento no».