El crimen que conmocionó Vila de Cruces hace 25 años

o. p. REDACCIÓN / LA VOZ

VILA DE CRUCES

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Una anciana de 84 años había aparecido calcinada cerca de su casa en Toiriz: su nieto fue el autor del parricidio, tras una discusión en la que le propinó varios hachazos mortales y luego le prendió fuego

15 oct 2019 . Actualizado a las 14:37 h.

Un suceso ocurrido la madrugada del 16 de octubre de 1994 conmocionaba hace un cuarto de siglo el municipio dezano de Vila de Cruces. Aquel día, alrededor de las 5 horas, se encontraba en el lugar de Foxacos (Toiriz) el cuerpo calcinado de Consuelo Quinteiro Vázquez, de 84 años. Estaba en un camino a unos 60 metros de su domicilio y las sospechas se centraron desde el primer momento en los nietos que vivían con ella.

El padre de los jóvenes trabajaba en la emigración desde años antes de producirse los hechos. Hasta pocos meses antes, también residía en la vivienda de Foxacos la hija de la asesinada y madre de los jóvenes sospechosos, pero se había trasladado al núcleo urbano de Vila de Cruces: según se informaba entonces, evitaría así agresiones por parte de su hijo mayor. Tanto él como su hermano menor prestaron declaración ante la Guardia Civil de Vila de Cruces poco tiempo después del hallazgo del cadáver calcinado.

Por la declaración se supo que el menor de los hermanos había regresado muy tarde a casa, desde Lalín, aquella madrugada. Por su parte el mayor, que contaba entonces con 25 años de edad, quedó ya detenido tras confesar a policía judicial de Lalín y Guardia Civil de Vila de Cruces ser autor de los hechos. Durante el juicio, que se vio en la sección primera de la Audiencia Provincial de Pontevedra en diciembre de 1995, se apuntó que el parricidio se perpetró en el domicilio familiar alrededor de las 3 horas de la madrugada, después de que nieto y abuela protagonizasen una fuerte discusión. La sentencia judicial aludía a la mala y dificultosa relación entre ambos por motivos económicos, junto a una supuesta preferencia de la anciana por el hermano menor del procesado que provocaba los celos del parricida.

Al conocerse el caso, se había apuntado como posible móvil del crimen la suposición del parricida de que su abuela había entregado a su hermano menor el importe de la venta de unos pinos que había efectuado recientemente, y fuentes vecinales relataban ya disputas anteriores por el cobro de la pensión de la anciana.

Antecedentes por violencia

Lo cierto es que el culpable confeso de la violenta muerte de Consuelo tenía en el momento de los hechos antecedentes por comportamientos violentos, estaba pendiente de juicio por una denuncia de malos tratos y recibía atención psiquiátrica en Conxo. De hecho, el fallo judicial lo condenaba a diez años de prisión mayor por el delito de parricidio, y ordenaba su internamiento en un establecimiento psiquiátrico penitenciario, que se computaría como cumplimiento de la condena. Porque el tribunal había estimado la eximente incompleta de trastorno mental transitorio, ya que el procesado padecía un trastorno paranoide de la personalidad que se acentuaba con el consumo de bebidas alcohólicas, según los exámenes practicados.

Y el nieto de la anciana asesinada había bebido alcohol en grandes cantidades aquella noche del sábado 15 al domingo 16 de octubre de 1994, una circunstancia que provocó que tuviese altamente disminuidas sus facultades intelectivas y el control de sus impulsos en el momento del suceso, recogía la sentencia condenatoria. De hecho, en el examen realizado horas después por los forenses al procesado, se estimó que en el momento de cometer el crimen su tasa de alcohol en sangre podía situarse en 2,3 gramos por litro.

Un estado en que atacó durante la discusión a la octogenaria con diversos objetos para finalmente coger un hacha con la que le asestó varios golpes en la cabeza y en el tórax, produciéndole múltiples heridas susceptibles de ocasionarle la muerte. A continuación, trasladó a la víctima ?ya sin vida o al menos sin conocimiento? a unos 60 metros de la casa.

Gasolina de la motosierra

Allí roció el cuerpo con la gasolina que guardaba para hacer funcionar una motosierra y le prendió fuego. En la investigación sobre el terreno había aparecido, en efecto, la lata de gasolina cerca del cuerpo, calcinado en su práctica totalidad y del que solo quedaron sin arder los zapatos y las ropas que estaban en contacto directo con el suelo. Si el tribunal había estimado la eximente incompleta de trastorno mental transitorio, no sucedió lo mismo con otra de las argumentaciones del abogado defensor del inculpado, que pretendía la atenuante de arrepentimiento espontáneo. La condena de diez años fue inferior a la petición de la fiscalía, que había sido de 14 años de reclusión menor y el pago de una indemnización a los perjudicados de 60.000 euros, a la que sí accedió el tribunal.

La anciana fue enterrada, en medio de la consternación que vivía la parroquia cruceña, en el cementerio de Toiriz el 17 de octubre de 1994, tras habérsele practicado horas antes la autopsia en Santiago. Es el mismo camposanto en el que reposa desde junio del 2018 el nieto que acabó con su vida, fallecido a la edad de 49 años.