Leo Harlem: «El mundo digital es el gran desastre de la humanidad»

SILLEDA

cedida

El actor y humorista regresa a un escenario. En realidad, a dos. El sábado en Sarria y el domingo en Caldas de Reis presenta «Deja que te cuente». Y él de eso sabe mucho

17 jul 2020 . Actualizado a las 21:22 h.

Apenas ha dejado de trabajar. Hoy mismo se estrena Superagente Makey, la primera película en la que hace el papel protagonista. Pero será este fin de semana cuando por primera vez se suba a un escenario con público delante después del confinamiento. Reconoce que la sensación será extraña pero que se siente en la obligación de imponerse su particular normalidad. Por él mismo y por el público, «que al menos por un rato se va a evadir de todos estos problemas que nos rodean». Ha titulado su espectáculo Deja que te cuente, un poco por ese espíritu de abuelo cebolleta que en él anida y otro poco, reconoce, «por decirles a algunos, dejad que los cuentos los cuente yo, que soy el que sabe de esto».

­-¿La reducción de aforo y las medidas de seguridad que hay que respetar ahora le han obligado a variar el guion?

-No, la estructura de mi espectáculo va a ser más o menos la misma. No es el momento de hacer experimentos. Ahora más que nunca hay que ir a lo seguro.

­-¿Es el humor, precisamente en este momento, más necesario que nunca?

-Desde luego. Durante la crisis del 2008 mucha gente venía a darme las gracias después del espectáculo. Sí, sí que es importante y necesario.

­-¿Se puede extraer algo de humor de un momento en el que casi todo es tragedia?

-Poder, se puede. El problema es cómo lo va a encajar la gente. Por eso creo que lo mejor es abstenerse. Algún chascarrillo puede salir pero tiene que ser algo muy liviano, muy ligero. El humor es para que la gente se relaje, no para que se ponga tensa.

­-Más de una vez ha reconocido que una de las claves de su éxito ha sido no meterse en berenjenales.

-Claro, es que la gente está muy susceptible. Yo prefiero hacer un humor sociológico. Hay campos suficientes para hacer humor sin meterse en líos.

­-Sin embargo, ha dicho que la pandemia ha exacerbado los localismos.

-Sí, porque ahora todo el mundo quiere arrimar el ascua a su sardina. Parece como que el Estado ya no vale. Es que es muy cansino. De la historia que llevamos en España en los últimos años yo estoy agotado. Me desborda.

­-¿Por qué es tan crítico con las nuevas tecnologías y con el mundo digital?

-El mundo digital y el móvil me parecen los grandes desastres de la humanidad. Esto va a cambiar la historia a unos niveles que no se conocen. De hecho, ya lo está logrando. Y esto acarrea una factura y un coste social. Ya verás tú dentro de diez años cómo están los chavalines que se están criando con el móvil desde que nacen. ¡Pero si hay niños que están tomando ansiolíticos porque no duermen!

-Hasta hace muy poco no tenía redes sociales. Al final sucumbió.

-Las tengo, pero me las llevan desde una oficina. Yo no puedo estar dedicándole seis horas de mi vida todos los días a eso. Ni puedo, ni quiero.

-¿Cómo le ha influido que el éxito le haya llegado ya peinando canas?

-La edad es muy importante. Te da cosas que no te da la escuela ni la facultad. El estar centrado -que no es que yo sea un fenómeno en eso, pero bueno-, ayuda mucho. A mí me ha venido muy bien empezar a trabajar en esto a los 40 años.

­-Hoy estrena «Superagente Makey», su primera película como protagonista. Hasta no hace mucho eran los actores quienes, de cuando en vez, ejercían como monologuistas. Ahora ya parece que es al revés.

-Son dos cosas muy distintas. El cine es cuestión de repetir, repetir y repetir. Y luego ya lo montan. Y el teatro es lo contrario. Cuanto menos repitas, mejor. Lo bonito del cine es que te queda ahí una película cerradita en Blu-ray, y en el teatro puedes haber estado mil años que no queda ni una imagen. Pero siempre ha habido esa fluidez entre artistas de un ámbito y de otro. Ya Toni Leblanc o Cassen hacían películas porque eran cómicos.

-En Sarria va a actuar en un campo de rugby. Igual evoca sus tiempos de comentarista deportivo.

-Sí, hombre. Es que además el rugby es un deporte que me encanta. Es el único deporte en el que te aplauden por echar el balón fuera [se ríe]. De hecho, yo que he jugado mucho al fútbol, si volviese a nacer, jugaría a rugby. Es un deporte de contacto pero muy noble. Ese respeto que hay hacia el árbitro o hacia el contrario no lo hay en otros deportes. Y eso que cuando ves a esos neozelandeses haciendo una haka ya dices «hmmm, estos no vienen a regalarme una empanada de xoubas».

-¿Es eso lo que más le gusta de Galicia?

-De Galicia me gusta todo. Tiene su puntito de frescor, unos entornos espectaculares, una cultura extraordinaria y unos animalitos con antenas que salen del mar, que están deliciosos. Y metes los pies en el agua y se quedan fresquines. Esa es una sensación maravillosa. Pero maravillas las tenemos en todo el país, que tampoco quiero que se me enfade el resto. Tú vas a Extremadura y lo flipas, vas a la Costa Brava y te caes de culo, vas al País Vasco y es alucinante... Creo que este año va a ser muy interesante que los españoles descubramos lo que tenemos más próximo. Lo vamos a valorar mucho más, seguro.