Fuentes epistolares de Liñares permiten abordar la lactancia con amas de cría en el siglo XIX

F. rubia alejos LALÍN

SILLEDA

La contratación de estas personas solía realizarse tras pedir referencias y que fuese «buena moza, joven, sana y robusta»

30 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El Señor de Liñares acostumbraba a guardar noticias curiosas y variopintas, que despertaban su curiosidad. Entre los documentos impresos pertenecientes a recortes de prensa llama la atención el cambio drástico cometido con los libros, vendidos al peso como si fuesen toallas en el país vecino. Dice el Diario Oficial de Avisos de Madrid, Num. 22.995, Año de 1850.

Gran venta de libros al peso «La escasez de género hacía que en el siglo pasado se tuviese por indecorosa esta manera de vender la mercancía que hoy anunciamos. Los que se acerquen a examinar los títulos de las obras que ponemos a la venta, verán que se les ofrece una brillante ocasión de adquirir por poco precio una biblioteca escogida, en la que se hallan reunidos todos los conocimientos humanos. Los precios son los siguientes. Novelas, cuentos y anécdotas, a 80 reales arroba; Viajes a 60; Historia a 40; Poesía a 20; Educación a 10; Ciencias a 5. Los libros en latín se darán gratis, a los que compren más de dos arrobas de los otros». (1 arroba equivalía a 11, 50 kilos).

Lactancia con ama de cría

Desde antiguo se conocía que el alimento más natural y apropiado para el niño durante el periodo de la lactancia era la leche de su propia madre. Únicamente cuando existían determinadas contradicciones, que impedían a la progenitora lactar a su propio hijo, se recurrirá al mejor sucedáneo conocido, que era mediante la leche de un ama de cría o nodriza.

La lactancia mediante amas que amamantan a criaturas que no son hijos suyos, fue conocida en el pasado por «lactancia mercenaria», término utilizado en los antiguos libros de obstetricia. Por su singularidad y durabilidad en el tiempo, hasta la aparición de las leches artificiales a mediados del siglo XX, merece le dediquemos un apartado, para que al menos exista constancia escrita de esta actividad en el s. XIX en Deza, y pueda servir de puerta abierta a futuros trabajos de investigación.

Hermanos de leche

Cuando una mujer amamantaba dos bebés que no eran hermanos, esos niños eran llamados «hermanos de leche». Por lo regular llegados a edad adulta solían mantener muy buenas afinidades afectivas. En algunas culturas se consideraba «parentesco nutricio» y era tan importante que incluso se situaba próximo a la consanguinidad, llegándose a prohibir el matrimonio entre hermanos de leche.

Gracias a las fuentes epistolares de Liñares nos permiten, desde una visión coetánea, aproximarnos al desenvolvimiento del mundo de las amas de cría, que en Deza podemos calificar verdaderamente activa. Comenzaremos con las cualidades que le pedían entonces al «ama» antes de contratarla.

Condiciones requeridas

Lo más habitual antes de contratar al ama era pedir «razón de ella», es decir, conocer su filiación, estado, conducta, además de que fuese «buena moza, joven, sana y robusta». Todo esto era mucho más importante que tuviese apariencia agradable, aunque en algunas casas también contaba esto último, cualidad conocida con el término «valía para presentar». El hecho de que le ama de cría hubiese criado en ciudad era un valor añadido, -como el que tenía la hija de «Sampaia de Noceda»- que comentaban «fue aprobada por los médicos en Barcelona en otra crianza que hizo allí».

Un condicionante en la elección era que su propio niño estuviese bien nutrido y gordito -indicativo de buena leche- por esta razón en el momento de presentarse a la familia que la solicitaba lo más habitual era que el ama viniese acompañada de su hijo. Si la crianza efectuada resultaba satisfactoria solía ser requerida para futuros servicios por la misma familia en caso necesario, aunque no siempre podía estar disponible, o encontrarse dando pecho en otra casa -como fue el caso de Felisa- que estaba criando en Cádiz, cuando fue reclamada por Carlos Taboada Bugallo para que fuese a Madrid a amamantar a su hijo.

Retribución mensual

El salario percibido por dar el pecho es también relevante, pudiéndose establecer una relación comparativa con otros conocidos. En la época que nos ocupa (1899 a 1900) las amas de cría solían cobrar dependiendo de la zona. En las próximas, como puede ser el caso de Silleda, el salario era de 6 duros mensuales. Las que eran requeridas para criar en ciudad -aclara en carta Manuel González- «suponemos que por menos de 7 u 8 duros no irán», y apostilla «nosotros queremos mandar una que se pueda presentar».

En esta búsqueda desde Liñares, hay un caso que comentan «le buscamos otra de buenas condiciones. Tiene un niño de 6 meses tan gordo como el de Felisa y muy bonito, pero pidió mucho, 200 reales (10 duros). Dice rebajará algo». Como dato comparativo conviene señalar que en Santiago, hasta llegado el año 1919 la mayoría de las operarias no alcanzaban a ganar una peseta diaria con tarea de diez horas (Portela Pazos. Rev. Ultreya).

Otra referencia importante que nos da idea de la situación de la vida cuando corría 1900, la hallamos en el coste de viajes en diligencia. El precio de Prado a Santiago, ocupando asientos del interior, era de 30 reales (7,5 pesetas), y fuera 25 reales. Igual coste tenía la carrera de Prado a Ourense, lo que suponía para un operario de entonces un desembolso considerable, equiparable al jornal íntegro de más de una semana.

En el palacio lalinense reinó siempre un orden extraordinario

Por la documentación manejada, sabemos que en algunas ocasiones la familia Taboada disponía de dos amas de cría. Un ejemplo lo encontramos en la relación del personal a su servicio el 15 de noviembre de 1868, cuando el matrimonio Taboada-Bugallo vivía en la ciudad vieja de La Coruña. En esta época tenían dos amas de cría para amamantar a María de la O, su hija primogénita de un año de edad, y Carlos, de un mes, al tiempo que completaba el servicio, una doncella de labor y una cocinera.

Ama de cría para el matrimonio Taboada-Sangro

En carta expedida desde Liñares, el 26-III-1899, podemos leer que Carlos Taboada Bugallo pide desde Madrid que le manden un ama de cría para su hijo (fruto del matrimonio con María Victoria Sangro y Ros de Olano, hija del conde de Almina y marqués de Guad-el-Jelú). Las averiguaciones en Liñares para localizar a la persona adecuada resultaron bastante laboriosas. «La del Corpiño no sirvió, tiene dos años el pequeño, aunque ella dijo no tenía más de ocho meses (…) Hay otra que tenemos seguridad. Tiene el niño 10 meses. Va por 5 duros y vestida, pagando el viaje. Estuvo criando en Cádiz. Es casada, tiene su marido en Cádiz. (…) las condiciones son las siguientes: Es muy buena y limpia. Muy dispuesta. Dice poder cuidar el niño. Sabe todo del arreglo de niños, de lavarlos y vestirlos. Se llama Eugenia, el apellido no lo sé».

Más adelante, en carta del mismo origen. «Nos alegramos llegase el Ama -comenta la cocinera del pazo María Manuela García- y que sea de servicio. Tiene la fama de mucha leche, es joven y buena moza. La cuestión es que no tenga faltas, aunque todos las tenemos por desgracia».

De las referencias escritas de la búsqueda de un ama de cría deducimos, que en estos tiempos se producía migración de jóvenes matrimonios gallegos a Cádiz, además de un considerable número de madres que dejaban por largo tiempo su morada y seno familiar, para prestar servicios de esta naturaleza en lugares lejanos o ciudades.

Actividades en el pazo

Sobre las actividades desarrolladas en el pazo de Liñares existe una información amplia y variada, todavía pendiente de darla a conocer en su totalidad. Entre las obras realizadas en el pazo y tierras diestrales, cabe citar la del «Terraplén de la huerta de Liñares» en que participó un contingente importante de gentes. Comenzó el trabajo el 28 de agosto de 1882 ocupándose en el mismo 52 hombres, 4 mujeres y se emplearon 5 yuntas y 5 gradiles (sic). El trabajo se prolongó hasta el 6 de septiembre. Durante este tiempo se les dio de comer y beber, al mediodía y cena, originando una intensa actividad de cocina.

Dejamos de manifiesto que en el palacio señorial de Liñares reinó un orden fuera de lo común. Todo un prodigio, del que era responsable D. Carlos Taboada Rada (+ 1903). Durante su permanencia como propietario, esta loable cualidad redundó en una abundante documentación. Un archivo vivo que mantuvo celosamente, y del que ahora es posible beber de sus fuentes para desvelar toda una época, pródiga en interesantes noticias vinculadas al pazo y su entorno, que lo sitúan como un referente en la zona en múltiples aspectos.

Pese a estar a punto de cumplirse el centenario del éxodo de los Taboada de Liñares, el profundo reconocimiento a su impronta dejada, sigue latente en la memoria de las gentes.