Darle una vuelta a las cosas es saludable en cualquier frente de la vida. Si el objetivo es cambiar el mundo, cambiar los desajustes sociales, variar la percepción del otro y ubicarse bajo otros sentimientos y otras pieles adquiere mucha más dimensión. Ayer los usuarios del centro de Cogami en Medelo se pusieron la chaqueta al revés, colgaron carteles reivindicativos y se autoconcienciaron de que quieren, son capaces y además pueden. Es poner el foco en la mirada desajustada de los demás sin descuidar que los retos se ganan luchando por ellos. Por eso es tan importante el mensaje de las personas con discapacidad que se pusieron ayer bajo el foco de las cámaras.
Lo primero es la autoestima. Ayer la mostraron a raudales. Con ese paso andado, el siguiente es el de exigir reconocimiento a los demás, ni más ni menos: igualdad. Es complejo. Es difícil. No obstante la realidad (y la puertas abiertas deberían ser habituales) en el centro muestra un camino andado de gran dimensión. Es como llegar a medio camino. Cogami y la colaboración de la Administración en este tipo de programas consiguieron el primer paso de socializar a personas dispersas, con escenario vital bien diferente al que puede vivirse en una ciudad, como apunta el psicólogo Iván García. La dignidad es bien sagrado. Un autobús y tres furgonetas dinamizan decenas de familias. Desde Deza, Tabeirós y municipios como Boqueixón y Vedra, entre otros, los monitores desplazan cada mañana y retornan cada tarde a sus casas a estos 22 usuarios.
No es el tema puntual pero es importante la conciliación laboral que posibilitan a las familias. Siendo esto importantísimo es el lado menor. La conexión entre personas les realiza como tales. Los hábitos de trabajo en los talleres con objetivos de integración, compleja pero siempre objetivo, también. Lavarse manos y dientes dos veces al día no es costumbre baladí del centro. Como tampoco sus salidas permanentes a hacer natación en Baños da Brea semanalmente, las vacaciones veraniegas en Sanxenxo, la asistencia a Semana Verde, la práctica de deporte en el pabellón de Silleda y las ferias, donde más que vender productos que elaboran se muestran, y rompen las barreras sociales de la integración dando ellos el paso que la sociedad siempre se resiste a dar.
Una mañana en Medelo sobra para romper una barrera que frena a muchos, para hacer propia la normalidad de una silla de ruedas, de alguien que aunque se muestre en ritmos más lentos también señala que vamos demasiado deprisa por la vida, sin autoestima. Un apunte más. Muchos dieron el salto hacia la autoestima y llegaron a Medelo. El objetivo debe ser que lleguen todos los que lo necesiten.